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Para ser algo tan frecuente, poco se habla de de la depresión. Quizá sí en abstracto, pero, cuando nos toca de cerca..., a menudo se levanta un muro de silencio. Según las últimas estadísticas europeas, la prevalencia de este trastorno entre la población es del ... 5,4%, una cifra muy alta. Sin embargo, sigue siendo una enfermedad de fronteras desdibujadas, que muchas veces acaba ocultándose porque se sigue asociando con la inestabilidad mental.
Hoy, Día Internacional de la Depresión, se intenta visibilizar este problema –disparado por la pandemia– que trae de cabeza a los descendientes de personas depresivas: no solo llevan la muesca de haber visto este drama en casa, sino que también viven con el temor a repetir la historia familiar. ¿Está justificado este miedo? ¿Tienen más boletos que los demás? «Sí. Aunque sea un poco deprimente, valga la redundancia, es así», afirma Julio Rodríguez, psicólogo, doctor en Medicina Molecular, biólogo y adjunto del laboratorio de diagnóstico genético de la Fundación Pública Galega de Medicina Xenómica. Pero ojo a los matices, que a veces lo son todo.
Según explica Rodríguez, estudios actuales realizados con gemelos monocigóticos y dicigóticos, así como estudios de adopción, han estimado que la heredabilidad de este trastorno está entre el 30 y el 49%. ¿Qué indica la heredabilidad? En qué grado un determinado rasgo, en este caso la depresión, se debe a componentes genéticos. «Y es más alta cuanto mayor sea el grado de severidad del trastorno depresivo, cuanto antes sea su debut, si es depresión posparto o, por ejemplo, si la depresión va acompañada de ansiedad», aclara el experto.
«El estudio más reciente hecho con adopciones en Suecia ha determinado que, en la transmisión del riesgo de depresión mayor entre padres e hijos, los factores genéticos y ambientales tienen un peso equivalente», apunta Rodríguez. La psicóloga Aída Rubio, Head of Clinical Content de TherapyChat, añade que los factores familiares y ambientales pueden ayudar a desarrollar o a frenar esa predisposición genética, «ya que marcan cómo vivimos los estresores (las cosas que causan estrés)». La psicóloga, además, destaca el lado 'bueno' de ser descendiente de un depresivo: «Al haber convivido con el trastorno, algunos desarrollan resiliencia y aprenden a conocerse mejor a sí mismos y a manejar las emociones para no caer en lo mismo. También suelen optar por llevar a cabo experiencias positivas para compensar lo que han visto en casa». Así que muchos desarrollan una gran fortaleza y se convierten en personas muy vitalistas.
No debemos vivir aterrados por el hecho de que nuestra madre o nuestro padre sean depresivos y temamos ser un 'remake' de su vida. «El componente genético de la depresión, aunque existe, es débil si lo comparamos con otros trastornos psiquiátricos. Además, es altamente poligénico: esto quiere decir que está mediado, principalmente, por variantes comunes de baja penetrancia –de bajo efecto–. Traducido: no existe 'el gen' de la depresión. Si alguien es depresivo, su descendencia no va a ser depresiva al 100%. Lo que sí implica es que hay más riesgo», detalla Rodríguez.
Para Rubio, el 'autochequeo' constante al que se someten los descendientes de depresivos es incluso «contraproducente». «La mente tiene muchos fallos, distorsiones cognitivas y filtros que ponemos a la realidad, sobre todo si hemos quedado sensibilizados desde la infancia. Así que hay que poner coto a esos temores, no debes dejar que tu pensamiento te diga que tienes una 'mancha'», alerta la experta. Precisamente, obsesionarse con esa 'herencia' puede ser un estresor, es decir, generar una ansiedad que actúe como detonante de un proceso depresivo. Si te preocupa este problema, lo adecuado es «tomar una postura activa»: repasar patrones de conducta equivocados, aprender a gestionar emociones y reforzar nuestra parte positiva. Un terapeuta nos puede ayudar.
Entonces, ¿mejor no pensar en la depresión? Tampoco es eso. Tengamos o no antecedentes familiares, debemos estar atentos a posibles indicios. «Estar triste es normal, tener insomnio dos meses seguidos y no hacer nada, no. O albergar ideas suicida o pensamientos negativos recurrentes todos los días y no hacer nada. Pero, cuidado, ¡tampoco es normal estar feliz y despreocupado a diario! El 'wonderfulismo' y la dictadura de la felicidad son tan dañinos como la depresión. Es más, si se muere un familiar, tienes una ruptura sentimental o te echan de tu trabajo y estás feliz al día siguiente, posiblemente padeces algún trastorno mental», alerta Rodríguez.
El ambiente. Detonantes Traumas, abusos, maltrato y abandono infantil, pobreza, estrés continuado, exclusión social, soledad, falta de expectativas o de propósito vital, carencia de una buena red familiar y social y, en general, eventos vitales fuertemente adversos son algunos de los factores ambientales que allanan el camino a la depresión, enumera Julio Rodríguez. Por el contrario, una red familiar y social de calidad, estar intelectualmente activo y hacer deporte son factores de protección contra la depresión.
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