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Warrior y Seely, retratados por Alfred James Munnings. Canadian War Museum
El caballo al que los alemanes no podían matar y otros animales en la guerra
¿Sabías que...?

El caballo al que los alemanes no podían matar y otros animales en la guerra

Pasamos revista a unos cuantos militares atípicos, con cuatro patas o con pico y alas

CARLOS BENITO

Sábado, 30 de mayo 2020

Un caballo con biografía y obituario

A los animales no se les ha perdido nada en la guerra, pero unos cuantos se han acabado haciendo un hueco en los anales bélicos. Entre ellos destacan los caballos, que al fin y al cabo dan nombre a una de las fuerzas del Ejército. ... Los hombres han luchado a caballo desde la antigüedad, y miles y miles de monturas se han jugado la vida –y a menudo la han perdido– por culpa de las pendencias humanas. En vez de detenernos en los clásicos Bucéfalo o Babieca, vamos a avanzar hasta Warrior, el caballo del militar británico Jack Seely en la Primera Guerra Mundial. Juntos sobrevivieron a los fieros combates en el Somme e Ypres hasta adquirir cierta consistencia sobrenatural: a Warrior solían llamarlo «el caballo que los alemanes no pueden matar». Sobrevivió a ametrallamientos, al estallido de granadas, al barrizal de Passchendaele e incluso a dos incendios en sus establos y murió serenamente en 1941, con 33 años. Su obituario apareció en el 'Times' y le concedieron póstumamente la medalla Dickin, una especie de condecoración para animales. «Los hombres no decían 'aquí viene el general', sino 'aquí viene el viejo Warrior'», decía Seely, que escribió una biografía de su icónico caballo.

Un sargento de pies palmeados

Los caballos cuentan con una notoria tradición castrense, pero en la historia militar también aparecen especies tan improbables como los patos. O, al menos, aparece uno: en 1943, en Nueva Zelanda, un marine de EE UU ganó un pato en una rifa. El pequeño Siwash terminó participando en tres batallas de la Segunda Guerra Mundial y recibió grandes elogios por su valor, porque en la guerra siempre viene bien un contrapeso humorístico: «Con absoluta indiferencia por su seguridad personal, Siwash, tras alcanzar la playa, no dudó en comprometerse en fiero combate con el enemigo, más en concreto con un gallo de ascendencia japonesa. Pese a las lesiones en la cabeza por repetidos picotazos, pronto derrotó a su oponente. Rehusó la atención médica hasta que todos los demás heridos de su sección fueron asistidos», se lee en la distinción que mereció por su papel en la batalla de Tarawa. El 'sargento Siwash', aficionado a la cerveza templada, fue recibido con una fiesta en Chicago, 'habló' por la radio y participó en una campaña de reclutamiento. Murió en un zoo en 1954. Ah, sus camaradas humanos habían dado por hecho que el audaz Siwash era macho... hasta que puso un huevo.

Las cuatrocientas misiones de Lucca

Las mascotas de los regimientos incluyen especímenes tan inesperados como el oso Wojtek, que acompañó a los soldados polacos en la Segunda Guerra Mundial, pero otros animales han desempeñado un papel activo y vital. Un buen ejemplo es la perra Lucca, un cruce de pastor alemán y malinois belga que recibió adiestramiento en Israel y EE UU para detectar explosivos. En más de 400 misiones en Irak y Afganistán, logró que los militares por los que velaba resultasen ilesos, pero en 2012 fue alcanzada por una explosión y hubo que amputarle una pata. Lucca fue adoptada por el que había sido su primer compañero humano, el sargento Chris Willingham, y disfrutó de una plácida jubilación hasta su muerte en 2018.

Baleada, disecada y condecorada

Además de los caballos, hay otra especie con gran arraigo marcial: las palomas. El Ejército español las tuvo desde 1879 hasta 2008, cuando se desmanteló la Sección Colombófila, al considerarla un vestigio inútil en estos tiempos tecnificados. En esa trayectoria de más de un siglo destaca un ave concreta, la paloma 46.415, condecorada por el franquismo: llevaba un mensaje de los guardias civiles sublevados en el Santuario de la Virgen de la Cabeza (Jaén) cuando fue alcanzada por una bala, pero se arrastró por la maleza hasta llegar a su destino. Hoy está disecada en el Museo del Ejército. Y sí, suena absurdo atribuir virtudes heroicas a un pájaro, tanto como atribuirle responsabilidad moral por el bando al que prestaba sus servicios.

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