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Un bebé no es como lo pintan en las películas, ni la maternidad como se ve en las cuentas de Instagram. Tampoco se cambian los pañales a ritmo de reguetón como en TikTok... y cuando llueve no hay quien le ponga el protector para la ... lluvia al carrito. Todo ello es un caldo perfecto para que una pareja empiece a cojear en plena crianza. ¿Acaso ser padres es algo tan horrible? ¿Es el niño el foco de semejante huracán?
El psiquiatra francés Bernard Geberowicz definió en 2005 esta situación como 'baby-clash'. Y se refiere a ese bache por el que transitan algunas parejas cuando pasan de ser dos a ser tres. Para algunas es un salto semejante a caer desde un acantilado. Para otras es solamente un revolcón pasajero. Pero lo cierto es que cuando llegan los hijos hay una revolución en la vida de los progenitores para el que hay que estar preparados y tener poder de adaptación. En este artículo vamos a repasamos este fenómeno frase por frase porque sí, tiene su reflejo en la manera de hablar, para ver si se puede atajar. Pero antes, un pequeño 'spoiler': la clave aquí es la comunicación en la pareja, señalan los expertos.
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Esta frase es el comienzo del 'baby clash'. Y ahí el bebé no es más que una idea. «Para que la llegada de un hijo sea una evolución (en la pareja) es necesario que se viva como un decisión consciente, no como una pérdida de aspectos que es obvio que ya no van a estar», señala la psicóloga Lara Castro, que lidera el Grupo de Trabajo Sexualidad y Pareja del Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña. Y en este aspecto, hay que tener en cuenta que «un bebé no une, al principio desune... y más si no ha sido deseado por ambas partes», ahonda su colega Diana Sánchez Sánchez, experta en psicología perinatal.
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Carmen Barreiro
Aquí empieza a resquebrajarse el cuento que nos hemos creído o las vidas perfectas que vemos de puertas para afuera en redes sociales. «La salud mental previa de los miembros de la pareja es clave» para lo que pase después, subraya Sánchez. Si hay equilbrio y fortaleza, el bache se solventará mejor. Lo que ocurre es que no siempre sabemos cómo estamos antes porque no siempre hemos pasado pruebas tan exigentes como la paternidad. Por eso, prosigue Castro, para que un bebé no dinamite una relación hay que trabajarlo «antes del embarazo, o si vas tarde, durante él». Y si es necesario, ir a profesionales que, como ella, orientan sobre cómo afrontar el proceso.
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El embarazo es una etapa delicada en la que la pareja tiene que ir pensando cómo organizarse cuando llegue esa criatura. Es importante informarse y tener en cuenta experiencias de gente de nuestro alrededor. Pero, como señala Mónica Felipe, autora del libro 'De pareja a trío', no hay un libro de instrucciones y cada caso es diferente. No obstante, una historia que se repite es la de no poder dormir. Bien sea las primeras semanas o durante meses, el descanso nocturno se altera por los ritmos del bebé. Y lo hace tanto para la madre, sobre todo si da el pecho, como para el padre.
«El cansancio es un estresor y puede llevarnos a discutir», señala Sánchez. Lo vivimos cuando pasamos una mala noche. Pero en este caso, suelen ser muchas. Y ello nos impide pensar con la claridad suficiente, nos hace estar más sensibles e irascibles... «Es necesario saber que pedir ayuda es normal», continúa Sánchez, también directora del centro Psicólogas en Torrelodones. Y esto incluye a la pareja, pero también a la familia, a los amigos «y a profesionales». No hay que sentirse un bicho raro o pensar que no se está haciendo bien: lo importante es atajar cuanto antes las situaciones que están poniendo a prueba nuestra paciencia y nuestro equilibrio. Aquí sí es más importante el fin que los medios.
322.075 nacimientos
se registraron en 2023 en España. Se trata de un mínimo histórico desde 1941, según los datos de Instituto Nacional de Estadística. En la última década, los alumbramientos han caído un 24,1%.
10 %
de los madres que tuvieron a sus hijos en 2023 tenía 40 años o más, síntoma del retraso de la edad en la que las personas tienen hijos en nuestro país. Hace diez años eran un 6,8% del total.
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De la misma manera que la falta de sueño es un estresor, lo son más cosas. La crianza es «un trabajo en equipo» señalan las tres expertas. Y si no se siente así, uno de los dos miembros acabará cargándose con más tareas de las que puede y el otro sentirá que es solamente un sirviente. Los dos sufrirán una importante carga mental.
Aquí la clave está en decir las cosas, pero también en tener iniciativa. «No se trata de que un miembro de la pareja ejecute órdenes, se trata de que también comparta esa organización» es decir, en hacerle partícipe de la crianza, remarca Castro. Y añade: «Los niños se comportan como lo que son, atraviesan distintas etapas, todo el estrés que esto nos genere, los conflictos, los enfados, las expectativas... es material de trabajo de los adultos, no es un problema de los bebés».
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Cuando una mujer pronuncia esta frase resulta demoledora para la relación de pareja. Y es síntoma de un fenómeno real: ellos tienen más problemas de adaptación a la paternidad, entre otras cosas porque las mujeres tienen nueve meses en los que los cambios de su cuerpo les 'obliga' de alguna manera a hacer ese proceso de modo paulatino. Así que cuando llega el bebé, ellos se encuentran muchas veces con la situación de sopetón.
«Ahora bien, estos problemas de los que hablamos no son solo cosa de hombre. Desde hace unos años llegan casos también de mujeres», precisa Sánchez. Idealizan el embarazo y la maternidad y cuando se encuentran con un bebé que depende casi en exclusiva de ellas, llega el impacto. Detrás de todo ello está la mayor «infantilización» de la sociedad en general.«Hace falta mucho autoconocimiento para saber qué queremos y hacia dónde queremos ir», remarca la experta.
Su colega, Castro añade que hay rasgos independientemente del género que predisponen a que esta etapa se viva en negativo: «Falta de empatía, dificultad para gestionar las emociones, egoísmo, conflictos con la responsabilidad, verlo como privación de libertad en vez de como una decisión enriquecedora...».
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«La cuarentena es un mito», sentencia Sánchez. Y como tal, hay que tomárselo. Una pareja que acaba de convertirse en padres tiene que saber que a los 40 días no pasa nada mágico, que hay que ir trabajándose los espacios desde el parto: para descansar, pero también para salir juntos y para el sexo. Este último, además, «hay que reajustarlo y en ello va influir cómo lo viviéramos antes de que llegara el bebé», concreta Castro. «La sexualidad no tiene por qué verse afectada si se buscan espacios y momentos de intimidad, salvo que la basemos solo en la penetración».
– Entonces, dormir en camas separadas...
– Si la pareja deja de tener aunque sea una mínima intimidad de forma habitual, si no comparten caricias, momentos de tener piel con piel, de sentirse y mirarse a los ojos aunque sean breves, la brecha crece y el malestar, el cansancio y la distancia serán muy negativos para la relación.
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Llegados a este punto, hay parejas que no pueden con esto y pasan de las camas separadas al divorcio. En estos casos siempre hay algún 'cuñado' que esgrime eso de que cada vez se aguanta menos... ¿De verdad es así? «No he encontrado un estudio serio en España para afirmar esto», advierte Sánchez.
Es un tema que tiene más relación con la historia y la cultura de la sociedad que con nuestra supuesta resiliencia. «Antes de los 90 la gente 'aguantaba' porque el divorcio era algo muy reciente». Además, «por nuestra herencia cultural y religiosa» tampoco estaba bien visto. Ahora no es así y un divorcio no supone directamente la fractura de la familia, solo de la pareja.
Castro, más allá de centrarse en la frecuencia de las separaciones en este periodo, aconseja no instalarse en la queja continua, tan de moda en redes sociales: «Fomenta una visión muy negativa de una situación (la maternidad/paternidad) que, bien vivida y preparada puede ser maravillosa», concluye. ivida y preparada puede ser maravillosa», concluye.
«Nadie nos prepara par ser padres», confirma Diana Sánchez, experta en psicología perinatal. Se da por hecho que cada uno de nosotros somos capaces de ejercer ese papel de forma innata, pero lo cierto es que cuando llega el bebé empezamos a ver nuestras propias carencias y la situación se tensa. Porque también «hemos perdido la conviencia con niños y con madres y padres en plena crianza que había antes», señala. Esto hace que cuando llegan los hijos, un «suceso vital y de suma importancia», estemos ante «algo desconocido» y con menos herramientas que la generación de nuestros padres y abuelos. Por eso, advierte la psicóloga Lara Castro, «es importante escuchar nuestra intuición y leer o asistir a talleres». No obstante, tenemos que quedarnos con una idea: «Es un aprendizaje constante donde la culpa y la autoexigencia deben quedar a un lado».
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