«En Madrid hay caos y desorden, y nosotros buscamos color, incluso en vacaciones»
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Elizabeth, Manuel y Federico, una familia trotamundos desde Colombia | Un oasis de parques para descansar en medio de un viaje por EuropaNo es la primera vez que Elizabeth y Manuel visitan Madrid. Él es un italiano de Nápoles, dedicado a la restauración. Ha venido a la península varias veces e incluso hizo sus prácticas de cocinero en una empresa de 'catering' de la capital española hace ... ya varios años. Luego, ya siendo pareja, visitaron la ciudad en 2013. Sin embargo, sí es la primera vez que ambos vienen con su hijo Federico, de seis años. Tanto Elizabeth como Manuel conocen los museos emblemáticos, como el Prado, el Thyssen, el Reina Sofía, y también los lugares turísticos más típicos a ambos lados del Manzanares. Reconocen su valor, les encantan las pinacotecas que albergan a Goya, Velázquez o Picasso y los inmensos tesoros que exhiben. Pero esta vez no entrarán a los recintos cerrados. Prefieren el aire libre. No es por la covid. El plan de la familia consiste en pasear por las calles, ir de parques, recorrer el Madrid sin muros, sentarse en las terrazas. Descansar y disfrutar como si fueran unos madrileños más.
«La otra vez conocimos el Museo del Prado y el Reina Sofía y no queremos estar cuatro o cinco horas en un solo sitio con Federico», planea Manuel, que busca «placitas» para enseñarle a su hijo. «Ahora queremos hacer algo diferente, excursiones al aire libre, que mi hijo conozca la ciudad y la gente».
Vienen de Colombia, porque la pareja se ha establecido en Bogotá. Se conocieron en 2010 en Roma y luego se mudaron a Londres. Allí hicieron un grupo de amigos de distintos lugares. Había varios españoles. Una década después, una de ellas les invitó a su boda en la catedral de Sevilla, a la que siguió una fiesta que se prolongó, como en los viejos tiempos, «hasta las seis de la madrugada», recuerda Manuel.
Elizabeth, Manuel y Federico habían aterrizado un día antes de la boda sevillana, con un vuelo que hizo una larga escala en Ámsterdam, y que despegó de madrugada. Un cansancio se juntó con el otro. Madrid, punto central de su itinerario que les llevará después al norte europeo, les sirve para recuperarse y atenuar el ritmo. Como en casa. «Esta ciudad es muy similar a los lugares donde nos gusta vivir», dice Manuel. «Hay caos y desorden, para lo bueno y para lo malo. Nosotros buscamos color, incluso en vacaciones».
Como en casa «Esta ciudad es muy similar a los lugares donde nos gusta vivir. Para lo bueno y para lo malo».
Más amplitud «Madrid siempre da una sensación de grandeza, de ciudad monumental, comparada con otras ciudades europeas».
Nueva gastronomía «Hay propuestas muy interesantes y los lugares típicos ahora ofrecen tapas con una preparación más contemporánea».
Descanso de guerreros «Hemos venido a recuperar fuerzas. Dentro de tres días nos vamos a Bélgicaen autobús».
Al Aire Libre «Queremos hacer algo diferente,excursiones al aire libre, que mi hijo conozca la ciudad y la gente»
Les gusta caminar. «Me encanta Madrid, porque da siempre una sensación de grandeza, de ciudad monumental, comparada con otras ciudades europeas, donde todo lo peatonal es estrecho. Siempre me ha gustado. Incluso nos planteamos vivir aquí una temporada, pero de Reino Unido fuimos a Italia y de allí a Colombia», observa Elizabeth. «Aquí gana la amplitud».
Una tarde, en que el calor no es intenso pero sí apetece un helado, y ya han pasado la mañana en reposo, cruzan un pasaje de tiendas, avanzan por Gran Vía, se dirigen hacia la rotonda de la Cibeles. Esta familia trotamundos, que diseña sus itinerarios con las invitaciones de sus amigos en medio planeta, no va armada de cámara de fotos ni se apresura a sacar el móvil. Federico tiene rienda suelta y se sube a la reja del Palacio de Buenavista del Ejército de Tierra. Pero se aburre antes que se escuchen las fanfarrias del cambio de guardia.
«Yo he notado el cambio de la ciudad», avisa Manuel, que trabaja como asesor técnico de panificación de pizzas en Bogotá. «Antes había más espacio peatonal, ahora hay más terrazas. Noto más obras y muchas construcciones, incluso en las afueras. Pero es lo que tiene una ciudad en permanente movimiento. También he visto cambios en el tema gastronómico. España, Francia e Italia siempre están en evolución. Aquí hay propuestas muy interesantes y los lugares típicos ahora ofrecen tapas con una preparación más contemporánea. Ha cambiado la estética».
La familia se hospeda en la casa de otra amiga, en Soto del Real, a unos 40 kilómetros de Atocha. «Es lindo, muy campestre», describe Elizabeth, de 38 años, directora de Arte para producciones audiovisuales. Dos días antes habían llegado a Madrid ya de madrugada después de un viaje en furgoneta desde Andalucía. «Hemos venido a recuperar fuerzas. Dentro de tres días nos vamos a Bélgica en autobús». Para explorar el centro se convierten en usuarios del tren de Cercanías, y eligen el eje de Sol y Malasaña como primera parada.
Buscan una terraza. Se alejan de las avenidas y suben por las calles que conducen al Madrid más castizo. Federico está cargado de energía, a pesar de los largos paseos de los últimos días, e imprime rapidez a los pasos de sus padres.
Al día siguiente, visitan primero El Escorial. «Es monumental», comenta Elizabeth. La familia entra al Monasterio de San Lorenzo, se empapan del reinado de Felipe II, descansan en el claustro y llegan a los Panteones, construidos para albergar los restos de los reyes españoles, uno del siglo XVII y el otro del XIX. «¿Te gusta?», le pregunta Elizabeth a su hijo. «Más o menos», responde el niño.
Vuelven en el tren a Madrid, cuando el sol empieza a decaer y el calor da una tregua. La tarde empieza en Plaza España. «La están reformando, pero se ve que son cambios para bien», afirma Elizabeth. «La veo diferente, ni la reconozco pero ahora es mucho más moderna». Desde allí dan un paseo hasta el parque del Cuartel de Montaña, y se detienen en el Templo de Debod, un edificio del antiguo Egipto, donado a España en los años sesenta. «No lo conocimos la vez anterior», asegura Elizabeth, que observa los linderos lejanos de Casa de Campo. «Tiene cierto aire franquista, pero nos parece bonito, sobre todo la vista del lugar. Nos gusta bastante ver la ciudad desde aquí y aprovechamos este sitio para despejarnos. La luz cambia y nos quedamos para ver el atardecer».
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