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¿Vamos a salir de esta más gordos o más flacos?

¿Vamos a salir de esta más gordos o más flacos?

En la cuarentena también hay algunos factores que pueden propiciar una dieta más saludable

carlos benito

Jueves, 23 de abril 2020

El escritor Alejandro Fernández Aldasoro resumió la situación hace diez días en un 'tuit' muy divertido: «Instituciones que perderán relevancia y autoridad tras la crisis: Unión Europea, OMS y Naciones Unidas. Instituciones que las ganarán: Naturhouse y Alcohólicos Anónimos». Desde que comenzó el confinamiento, se está presentando esta situación como una especie de apocalipsis nutricional del que vamos a salir todos con apariencia esférica, más o menos con esa silueta que solemos dibujarle al propio coronavirus. El tópico, que tanto juego está dando en chistes y memes, sostiene que nuestro régimen alimenticio durante la cuarentena parece la pesadilla de un dietista, un desordenado festival de azúcares y alimentos preparados que regamos con litros de refrescos y todavía más litros de alcohol. Menos mal que algún día se cerrará este paréntesis de sedentarismo, porque ya empezamos a no caber dentro.

Pero, en realidad, esta reclusión en nuestros domicilios constituye una extraña mezcla de factores negativos (el más obvio, la propia limitación de nuestros movimientos) con otros que podrían propiciar una dieta más saludable. Si hacemos una encuesta entre nuestros amigos, seguro que nos toparemos con más de uno que, lejos de engordar, está perdiendo kilos durante el confinamiento. Las circunstancias que nos empujan a alimentarnos peor están muy claras: estamos encerrados, muchas veces teletrabajando a cinco metros de la nevera, sometidos a la monotonía y a la angustia por la tragedia que nos rodea, y la comida nos puede brindar entretenimiento y consuelo en esta situación tan complicada. Pero esta balanza tiene otro platillo, que en algunos casos llega a compensar el efecto de las tentaciones: llevamos más de un mes sin pisar bares ni restaurantes, que para muchas personas son el principal agente descompensador de la dieta, y tenemos todo el tiempo del mundo para cocinar (unas legumbres, unas verduras una paella...) en lugar de freír apresuradamente el primer producto envasado que pillamos. La compra, de repente, se ha convertido en un acontecimiento que planificamos con mucho más detalle que antes, lo que puede llevar también a una selección más meticulosa y más sensata.

«Este es un cambio de paradigma importantísimo: somos muy sociales, de tomar vinos y cañas, de ir a restaurantes, y ciertamente en casa no se come igual que fuera. Cada gramo de alcohol son siete calorías, y una copa de lo que sea viene a suponer diez gramos de alcohol, a lo que se suma el refresco del combinado, las patatitas, el pincho... Ahora se está volviendo a cocinar en casa y eso es muy importante. Cocinar es un factor de protección para la salud, porque, en general, es más saludable lo que te haces en casa que lo que compras preparado o tomas por ahí», analiza el doctor Francisco Botella, de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición. Pero, a su juicio, muchas personas están desaprovechando esta oportunidad de mimar su dieta y su salud. «Estamos observando un desvío en los hábitos de compra hacia cosas con fecha de caducidad más prolongada, que suelen ser alimentos procesados, y eso es peligroso», lamenta el especialista, que hace hincapié en el efecto calamitoso de los refrescos azucarados: «Estamos hablando de 150 o 200 calorías, así que, si los tomamos a lo tonto... Las opciones 'light' son menos malas pero tampoco recomendables, porque nos siguen acostumbrando al sabor dulce».

Esta crisis viene a ser un curioso espejo de aumento que nos está haciendo más conscientes de algunos rasgos de nuestro carácter. Del mismo modo que unos llevan el confinamiento sin mayor problema y otros están subiéndose por las paredes, la manera en que nos relacionamos con la comida se evidencia en nuestras rutinas de estas jornadas. «Todo se amplifica. No creo que nadie se vuelva alcohólico estos días si no venía bebiendo un poco de más. Y, si no tenías una gestión emocional adecuada de la comida, también eso va a amplificarse», sintetiza Leila Pérez, nutricionista de Vithas Vitoria, que en el seguimiento a distancia de algunos pacientes está comprobando ese impacto dispar del confinamiento: «Tengo personas sorprendidas de haber perdido peso. Uno de sus puntos débiles era la vida social y, al no tenerla y quitarse esas copas de más... En cuanto a cocinar en casa, la situación es la misma para todos, pero cada uno la interpreta de manera diferente: hay gente que se pone a cocinar cosas saludables y otros que se centran en platos 'demasiado apetitosos'. En ese sentido es importante controlar los estímulos visuales, todas esas cosas exquisitas que vemos en internet».

El hambre emocional

Mientras que unos, sin acceso a la hostelería, se están acostumbrando a llevar una vida de templanza monacal, otros se lanzan a atiborrarse de bollería y cervezas para compensar todo lo que se están perdiendo. «Es muy fácil hacer viajes a la nevera, o a la despensa, y algunas personas pueden estar utilizando la comida para evadirse, porque es una actividad que nos brinda mucho placer sin esfuerzo. En esta situación de angustia, de nervios, de estrés, surge el hambre emocional. Le damos a la comida un poder que no tiene y que, lejos de solucionar los problemas, los puede agravar», plantea la nutricionista.

Si hacemos una media de todos estos millones de invidualidades, ¿qué creen los expertos, que vamos a salir más gordos o más flacos de todo esto? Francisco Botella se muestra poco optimista: «Está calculado que vamos a salir con entre dos y cinco kilos más. Cambiar de hábitos de alimentación es más difícil que cambiar de religión o de equipo de fútbol, así que los vamos a mantener en una época en la que hemos dejado de movernos». La doctora Pérez, por su parte, renuncia a generalizar: «Es evidente que muchas personas aumentarán algo de peso, pero tampoco me atrevería a decir porcentajes, ni a pronosticar si va a ser muy acusado. Nos están vendiendo que vamos a engordar cuatro o cinco kilos. Es como en navidades, cuando nos avisan de que vamos a engordar tres. Pero no sabemos lo que va a pasar, porque esto no son unas vacaciones ni unas navidades. Hay un componente positivo: tenemos muy presente la salud y eso funciona como una luz interior».

Siete consejos

  • Hay que cocinar Nuestra alimentación de cuarentena debe basarse en cosas que tengamos que cocinar, muy especialmente verduras. Las legumbres y los cereales integrales resultan fundamentales para una buena nutrición. La carne y el pescado se deben preparar de maneras saludables.

  • Cuidado con el picoteo «Hay que tener en la mesa de la cocina hortalizas para picar si nos entra el hambre:zanahoria, lechuga...», aconseja el doctor Botella. Si en la comida tomamos legumbres y cereales integrales, tardaremos más en sentir ese impulso.

  • Hidratarse con agua «Hay que mantener una hidratación correcta para no confundir la sed con el hambre», alerta Leila Pérez. Pero, cuidado, para ello se debe beber agua (puede ser agua saborizada natural), infusiones o caldos, no refrescos ni alcohol.

  • Cuerpo y mente Aunque las circunstancias lo compliquen, hay que intentar hacer ejercicio: por ejemplo, caminar y hacer unas sentadillas. También conviene mantener a raya la cabeza mediante prácticas como el yoga o la meditación.

  • A la compra con lista El momento de ir a la tienda o al supermercado es decisivo si queremos sacar adelante el propósito de comer sano. Hay que evitar el impulso a la hora de comprar: se debe hacer una buena planificación semanal reflejada en una lista.

  • Delimitar zonas y tiempos La nutricionista de Vithas Vitoria recomienda «delimitar zonas y momentos», es decir, no mezclar el teletrabajo o los deberes de los niños con la alimentación. «Hay que reservar la hora de comer para dejar de lado otras actividades».

  • Ojo con los estímulos Tanto los alimentos que tenemos a la vista como esas fotos enloquecedoras que encontramos en internet son tentaciones. «Estar todo el día buscando recetas apetitosas despertará nuestras ganas de comer», avisa la doctora Pérez.

«Prohibirnos un alimento aviva el deseo, es mejor comer una parte pequeñita»

En épocas como esta, se vuelven particularmente peligrosos esos alimentos poco recomendables que nos obsesionan. Cada uno tiene los suyos:somos muy conscientes de que no nos convienen, pero a la vez nos gustan tanto que sabemos que nos servirían como sencilla vía de escape, para evadirnos de este ambiente asfixiante que resulta de sumar el miedo, las malas noticias, el aislamiento y la rutina. Nuestra medida de prevención más habitual se puede resumir en dos palabras y un par de signos de exclamación: «¡Ni probarlos!». Pero, muchas veces, ese veto tajante a lo que más nos gusta acaba empeorando la situación, ya que la obsesión se vuelve más acuciante y no nos la podemos quitar de la cabeza.

«Prohibirnos algo aviva el deseo. Es mejor tomar una parte pequeñita», afirma la nutricionista Leila Pérez, y cita el caso de una de sus pacientes, que el otro día se hizo unos suculentos 'brownies' pero solo se comió uno. «El resto lo repartió entre las vecinas. Eso es una buena estrategia, porque dejarlos en casa habría supuesto una tentación. Si, además, compartimos lo que no nos comemos, cumplimos con la dimensión social que tiene la alimentación». Por supuesto, esta norma general tiene que aplicarse con prudencia y sentido común: la idea no es hacer 'brownies' todos los días, por mucho que estemos abasteciendo a toda la escalera.

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