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Hacer la compra es una de las tareas más tediosas pero más importantes de un hogar. Hay que llenar los armarios con comida, productos de higiene, de limpieza... Y hacer equilibrios con el presupuesto, porque la inflación ha encarecido nuestra cesta un 20%, según la ... Asociación de Usuarios Financieros (Asufin). Pero es que, además, nos encontramos en un campo minado donde mucha de la información que hay en los envases y etiquetas solo busca que los metamos en la cesta sin plantearnos más.
¿Es lo mismo sano y ecológico? ¿Puede ser un producto quemagrasas? ¿Es el vino bueno para el corazón? Victoria de Andrés, profesora titular en el Departamento de Biología Animal de la Universidad de Málaga, cree que la raíz de este problema es que realmente no tenemos claro que significado exacto tienen estas palabras, que no son sinónimos y luego, el uso que se hace de ellas como reclamo, que se aprovecha de esa «pretendida ignorancia».
¿Cómo combatirla? Está claro que con información y educación, «que debería darse en el colegio porque comer es algo que todos tenemos que hacer y, además, varias veces al día», bromea la también responsable de divulgación científica en Málaga de la Universidad Internacional de Andalucía. Por eso, con su ayuda hemos elaborado esta guía sencilla para que «no nos la den ni con queso ni con aceite de oliva».
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Que algo se etiquete como ecológico genera buen rollo nada más verlo. Se le presuponen una serie de bondades que no tienen por qué tener relación directa con su valor nutricional. Porque ¿sabemos qué es realmente un alimento ecológico? «Significa que ha sido cultivado o elaborado sin el uso de fertilizantes, fungicidas, bactericidas, hormonas ni ningún producto externo a la propia manera de producirse tradicionalmente en la agricultura o la ganadería», instruye la experta. Pero nosotros inmediatamente pensamos en que es mejor para nuestra salud. Y no es así: «Es bueno para el campo, ahí sí que se hace muy buena labor comprándolo, pero un tomate ecológico tiene los mismos nutrientes que uno que no lo es. No vas a estar más sana y ni vas a durar más años por comerlo».
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Otra palabra que la industria alimentaria utiliza como reclamo para llamar la atención es «natural», pero se da la paradoja de que algo sano, por ejemplo, puede no ser natural, como detalla De Andrés en su artículo en The Conversation. En conversación con este periódico lo desarrolla: «Natural significa que no ha sido manipulado ni está mezclado con otras cosas. Pero no quiere decir que sea sinónimo de sano. Un buen ejemplo es el montón de venenos naturales que hay, como la cicuta que mató al filósofo griego Séneca: los da la naturaleza, son naturales, pero completamente insanos».
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En contraposición, añadirle aditivos a algo tiene mala prensa, pero no tiene por qué ser así: «La leche puede ser ecológica, pero no natural porque la tienes que uperizar o pasteurizar para envasarla si no quieres que la gente se muera de tuberculosis por consumirla sin tratar».
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La etiqueta cardiosaludable es otra que también se usa con mucha alegría. «Se dice, por ejemplo, del vino», cuenta De Andrés. Sin embargo, no hay que perder la perspectiva: «El alcohol que contiene es hepatotóxico, hepatotóxico, al igual que todas las bebidas alcohólicas, lo que ocurre es que como efecto secundario también es vasodilatador, lo que favorece el flujo sanguíneo. Pero eso no significa que sea terapéutico ni debe enmascararse el hecho de que es perjudicial, entre otro órganos, para el hígado». Las cosas que consumimos «tienen muchísimos parámetros a considerar y no siempre van todoso en la misma dirección» como para dotarlas solo de una etiqueta que los califique.
– ¿Entonces?
– Hacer una valoración correcta requiere conocimientos de bioquímica, educación sanitaria... Y eso no lo tiene la mayoría de la población. En consecuencia, es información enormemente manipulable.
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El aceite de oliva es uno de esos elementos casi mágicos con muchas propiedades beneficiosas. Y por eso «se le añade a todo, publicitariamente hablando», advierte la docente. Pero que algo diga que ese alimento lo contenga no es sinónimo de que el producto sea, necesariamente, saludable. «Con aceite de oliva significa que lleva aceite de oliva, pero ni significa que todo el aceite que lleve sea de oliva, ni que el resto de ingredientes, por el hecho de acompañarse de aceite de oliva, se vayan a hacer milagrosamente sanos si de partida no lo son». Por otro lado, añade que el aceite de oliva es sano, pero a veces le atribuimos características que no tiene u olvidamos otras, como que tiene un poder calórico alto. «Existen alimentos saludables y poco calóricos, alimentos saludables y muy calóricos, alimentos no saludables y poco calóricos y alimentos no saludables y supercalóricos.
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«Nada que tomemos es adelgazante», argumenta la profesora de Biología. «Somos organismos heterotróficos. No podemos sintetizar nuestros compuestos orgánicos. Tenemos que tomarlos de fuera. Y toda materia orgánica tiene en sus moléculas enlaces energéticos. Es decir, producen energía en nuestro interior», razona. Así que lo único que adelgaza es lo que dejamos en el plato. Sobre las propiedades quemagrasas de algunos alimentos es todavía más concreta: «Absolutamente ninguno quema una grasa. Lo que sí hay son medicamentos que te pueden acelerar el metabolismo pero se deben consumir bajo prescripción médica y solo en el caso de tener diagnosticada una patología concreta».
Ni la chía, ni el té matcha, ni el maíz morado, ni la 'ashwagandha' (tan de moda) son superalimentos. Porque no existe existe una definición científica atribuible a este término. «Son simplemente alimentos; tendrán una serie de beneficios, pero como todos. Lo máximo que se puede decir es que son recomendables para algo concreto. Por ejemplo, la camomila es beneficiosa para nuestras mucosas gástricas irritadas porque tienen moléculas bioactivas a este respecto», replica la profesora de Biología Animal Victoria de Andrés. De hecho, «si hubiera que elegir algún superalimento como tal sería la leche. Es el único alimento sin el cual los humanos no podríamos sobrevivir en nuestra primera etapa de la vida porque somos mamíferos», concluye.
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