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Muchos de los que están leyendo este reportaje ya habrán probado las algas, aunque algunos tal vez no se hayan dado cuenta. Basta con haber ido a un restaurante japonés para haberse encontrado con ellas. O con encargar un poke, esa comida de origen hawaiano ... que mezcla un poco de todo en un bowl. Ahí está el wakame, quizás la más conocida de estas algas, que son también un ingrediente básico en la sopa de miso. Otro tipo ya bastante conocido es la nori, muy habitual en el sushi. Y luego están los suplementos alimenticios, como la espirulina. Kombu, arame, hijiki… Hay unas 10.000 algas distintas, de las que son comestibles 145.
Más allá del gusto en la mesa, los científicos no dejan de alabar sus propiedades... demostradas hace ya tiempo.Las algas se han consumido durante cientos de años en Asia y otros lugares pero se han puesto de moda en Occidente hace unos años. La razón es que tienen grandes propiedades nutricionales: contienen muchas vitaminas y minerales, mejoran la función tiroidea y la salud intestinal, ayudan a adelgazar… Pero no piensen que son algo nuevo tampoco en Europa. Un estudio de las universidades de Glasgow y York publicado este martes en la revista 'Nature Communications' ha descubierto que estas algas ya se comían en el continente hace 8.000 años, en un periodo llamado Mesolítico, que es la transición entre el Paleolítico, en el que se cazaba y recolectaba, y el Neolítico, cuando comenzó a vivirse ya de la agricultura.
«Es muy emocionante poder demostrar definitivamente que las algas y otras plantas locales de agua dulce fueron consumidas durante un largo período de nuestro pasado europeo», dicen los autores de la investigación. Esto significa también que los europeos comenzaron a comerlas incluso antes que en el Lejano Oriente -la evidencia más antigua de consumo en Asia se remonta a hace 5.000 años-.
Para llegar a esta conclusión, arqueólogos de las universidades mencionadas examinaron muestras extraídas de dientes de 74 individuos de 28 yacimientos arqueológicos de toda Europa, desde el norte de Escocia al sur de España, que revelaron «evidencia directa de un consumo generalizado de algas marinas y plantas de agua dulce». En concreto, se encontraron restos de algas rojas, verdes y marrones, e incluso de una planta llamada brassica, que podría ser col rizada.
Entonces, ¿cuándo dejamos los europeos de consumirlas? No fue con la aparición de la agricultura. Se sabe también que se consumieron en época romana. Plinio menciona la col rizada como un remedio utilizado por los marineros contra el escorbuto, una enfermedad causada por la falta de vitamina C -en el caso de los marineros, era muy habitual, al no poder consumir alimentos frescos cuando estaban en el mar, ya que se pudrían-. En el siglo X se mencionan en algunos relatos leyes relacionadas con la recogida de algas en Islandia, Bretaña e Irlanda. Fue ya en el siglo XVIII cuando pasaron a un segundo plano y se convirtieron en un alimento para épocas de hambruna, es decir, se comían cuando no había otra cosa que comer -algo parecido pasó con la patata, que acabaría salvando miles de vidas-.Hoy, las algas tienen una nueva oportunidad a la mesa -en países como Japón no son ninguna novedad, allí suponen hasta el 20% de la dieta- y son un ingrediente cada vez más apreciado, ya que su sabor a mar seduce a los restauradores que quieren dar un toque especial y distinto a sus platos.
Además, nutricionalmente tienen mucho interés. Según la Organización de Consumidores y usuarios (OCU) son poco calóricas -geniales para quienes quieren perder peso- y aportan cantidades notables de folatos (nutrientes beneficiosos para el sistema inmunitario) y de minerales como calcio, magnesio, zinc, hierro, selenio y yodo. De hecho, algunas son tan ricas en este último compuesto que nos pueden hacer rebasar fácilmente las cantidades recomendadas por las autoridades sanitarias.
Por Solange Vázquez
En nuestro país, el uso de algas está aún poco extendido en la cocina doméstica: ajenas a nuestra cultura, no sabemos muy bien cómo integrarlas en la alimentación, aunque es mucho más fácil de lo que creemos. Primero, porque ya se pueden encontrar fácilmente -congeladas, secas, en lata, en formato 'caviar'- en los lineales de las grandes superficies y, por supuesto, en tiendas de dietética y alimentación natural. Y, segundo, porque combinan bien con cualquier cosa. En ensaladas, salteados, en copos para añadir al final de la preparación de pescados, añadidas al arroz y la pasta, en revueltos de huevo o como potenciador del sabor de cremas... Las algas son muy versátiles, tanto que hay quien hace con ellas hasta croquetas. Eso sí, su sabor es fuerte y hay que acostumbrar el paladar. Y no conviene consumirlas al por mayor, ya que «algunos de sus minerales, en exceso, podrían llegar a ser peligrosos: es el caso del cadmio o el yodo», alerta desde la Organización de Consumidores y Usuarios.
He aquí algunas sugerencias para ir añadiéndolas a nuestra dieta poco a poco:
-Nori: son las que se usan para envolver el sushi, aunque picaditas sirven para aliñar ensaladas y platos de pescado, por ejemplo. También estofados de carne con toque 'exótico'.
-Wakame: al ser muy suave, es la indicada para iniciarse en el consumo de algas. Puede prepararse como aperitivo (con salsa de soja y sésamo), como guarnición y añadirse a un salteado de verduras o de un arroz estilo oriental.
-Kombu: va bien con pasta y arroz.
-Espirulina: suele tomarse en polvo. Y en esta presentación vale, por ejemplo, para añadir a una crema y darle más sabor.
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