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O lo amas o lo odias. El jengibre es uno de esos alimentos cuyo sabor es tan característico que te sabe a gloria o te da la sensación de estar masticando perfume. No hay punto medio, pero está de moda. Infusiones, galletas, sopas, salsas... ... cualquier plato se presta a este aderezo que aporta un sabor intenso y algo picante a la comida con tan una pizca de esta planta, cuya tuberculosa raíz puede servirse fresca, seca, molida, en forma de aceite, o incluso como zumo.
Para los españoles, tan acostumbrados al pimentón de la Vera y al azafrán de La Mancha, su aroma es toda una novedad, lo que se ha notado en el aumento del consumo de este vegetal en los últimos dos o tres años. En el sureste asiático, sin embargo, de donde es originario el jengibre, se lleva utilizando a nivel gastronómico y medicinal desde hace más de 2.000 años.
Ahora bien, no es oro todo lo que reluce, y el jengibre no es tan milagroso como promulgan ciertas informaciones que circulan por Internet. Muchos son los estudios que se han realizado al respecto para determinar sus beneficios sobre nuestra salud. Así, encontramos investigaciones sobre la capacidad del jengibre para aliviar la dismenorrea (dolor menstrual) o las mialgias (dolores musculares), mejorar las enfermedades inflamatorias (como la osteoartritis), resolver las infecciones cardiorrespiratorias, combatir la diabetes, reducir la grasa corporal, ser antioxidante, bajar el colesterol, paliar la indigestión, mitigar las migrañas, prevenir el cáncer o proteger contra el alzhéimer.
Beatriz Robles
La mayoría de ellas, sin embargo, han sido demostradas en animales (como ratones) y en grupos humanos muy reducidos. Dando como resultado que no exista, por el momento, evidencia científica clara y contundente sobre los beneficios fisiológicos del consumo de este producto para el ser humano.
Además, algunas investigaciones son contradictorias. Por ejemplo, una revisión realizada por la plataforma Cochrane, organización británica sin ánimo de lucro dedicada a buscar evidencia científica relacionada con distintos tratamientos para la salud, analizó 41 ensayos que incluyeron a 5.449 mujeres en el primer trimestre del embarazo para determinar si algunos alimentos, como el jengibre o la manzanilla, y terapias, como la acupuntura, aliviaban las náuseas y vómitos de esta etapa gestacional. Su conclusión fue que los efectos eran inconsistentes y limitados.
Por su parte, una revisión de doce estudios realizada por el Centro Nacional de Salud Complementaria e Integrativa de Estados Unidos (NCCIH), que incluyó a un total de 1.278 mujeres embarazadas, concluyó que el jengibre puede reducir significativamente los síntomas de las náuseas matutinas de las embarazadas, pero no los episodios de vómitos. Además, según esta revisión, está contraindicado para embarazadas que están cerca de dar a luz, que han tenido abortos espontáneos o con antecedentes de sangrado vaginal y trastornos de coagulación.
De lo que no cabe duda, es de que el jengibre es rico en vitamina C, B9, B6 y magnesio, otro reclamo común para invitar a consumirlo. Aun así, no debemos olvidar que lo mismo se puede decir de muchas otras frutas, verduras y hortalizas que a simple vista no nos parecen tan fantásticas.
«Al jengibre, como a muchos otros denominados 'superalimentos' que se ponen de moda (cúrcuma, aloe vera, kale, bayas de goji, semillas de chía, quinoa...), se les otorgan, en muchos casos, propiedades saludables exageradas», advierte Beatriz Robles, tecnóloga de los alimentos y dietista nutricionista. «Si queremos consumir jengibre, adelante, es un producto válido y seguro dentro de una alimentación saludable. Con él, añadiremos un sabor nuevo a nuestra comida y, así, diversificaremos nuestra dieta, haciéndola menos monótona; pero no debemos esperar grandes beneficios de su consumo. Lo único que consiguen este tipo de reclamos es desviar nuestra atención de una buena alimentación. Aunque nos atraigan porque son exóticos, el jengibre o la cúrcuma no son mejores que las lentejas o las fresas; pero a estos últimos, que tienen nutrientes muy interesantes, les damos menos importancia porque nos resultan más familiares», sostiene.
Reconoce, eso sí, que «en algunas plantas, como el jengibre, hay principios activos que pueden tener un efecto fisiológico en nuestro cuerpo». Pero aclara que «de ahí a que consumir una pequeña cantidad de esa planta te vaya a dar un beneficio por esa propiedad que tiene alguno de sus compuestos es mucho decir». «Cuando un alimento contiene alguna sustancia que puede tener fines terapéuticos, hay que extraerla, concentrarla, analizarla y ver en qué dosis debe administrarse, pero la cantidad en la que están estas sustancias en los alimentos es muy pequeña en comparación con las dosis que se necesitan para obtener un efecto medicinal o beneficioso de ellos».
En su opinión, dado el privilegio de que España se considere 'la huerta de Europa', no deberíamos centrarnos en consumir un solo producto supuestamente beneficioso, sino aprovechar las propiedades de todos ellos al llevar, así, una dieta equilibrada.
tiempo-preparacion
45 minutos
tiempo-coccion
15 minutos
tiempo-total
1 hora
comensales
para 30 galletas
Categorías
Postre
Repostería
260 g de harina
2 g de sal
150 g de mantequilla
20 g de azúcar glass
100 g de azúcar moreno
5 g de canela en polvo
5 g de jengibre en polvo
1 huevo
1
Mezclar en un bol la harina tamizada, el azúcar moreno y la sal.
2
Añadir el huevo y la mantequilla pomada.
3
Ya fuera del bol, añadir la canela y el jengibre en polvo y seguir amasando.
4
Hacer una bola con la masa, envolver en papel film y dejar reposar durante 1 hora a temperatura ambien o, si ahce mucho calor, en la nevera.
5
Espolvorear harina en una superficie plana y estirar la masa con el rodillo. Cortar con un molde y colocar las galletas en una bandeja con papel de horno.
6
Hornear a 180ºC durante 15 minutos. Dejar enfriar y espolvorear azúcar glass por encima para decorar.
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