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Es difícil sustraerse al hechizo de un campo plagado de amapolas, intenso rojo salpicando el verde de la pradera bajo el azul del cielo. Lo sabía Monet cuando pintó su famoso cuadro y lo saben los viajeros cuando paran en los caminos a retratar esos ... cuadros que les brinda la naturaleza en determinado momento del año.
A finales de mayo, la embajada de España en Japón publicó en su twitter una foto de un campo de Zamora rebosante de estas flores, con la muralla, el castillo y la catedral de fondo. En 24 horas había superado el medio millar de 'likes', haciéndose viral. Se trata de un terreno al que cada primavera se acercan los curiosos para fotografiarlo, pero este año, tras popularizarse el interés de los japoneses y en plena pandemia, atrajo a cientos de personas cámara en ristre. A los pocos días, los nietos de los dueños de la finca segaron el campo, harto de la concentración de gente que a su juicio ponía en peligro la salud de sus abuelos. «A buscar otra finca privada con la que entreteneros, muerto el perro se acabó la rabia», escribió uno de ellos en sus redes sociales.
Porque lo que para unos es belleza en estado puro, para otros no es más que un estorbo o algo peor. De hecho, las amapolas están consideradas desde el punto de vista botánico como maleza, mala hierba que se entremezcla con el trigo, la cebada y otros cultivos robándoles los nutrientes que necesitan para crecer, lo que hace que los agricultores anden locos cada vez que descubren un puntito rojo entre el verde o el amarillo de sus cosechas. Crecen en los terrenos cultivados pues necesitan que los nitratos existentes en el suelo se remuevan para desarrollarse. Y se estima que puede provocar a los agricultores hasta un 40% de pérdidas. Teclear juntas en internet las palabras amapola y herbicida da como resultado una gran variedad de propuestas para que los agricultores puedan eliminar esta resistente flor.
Hablamos de la amapola silvestre (Papaver rhoeas), la que hemos visto siempre por los campos de este país. Y parece que hay menos que antes, o al menos da esa sensación. «Puede que sea por los herbicidas, que se estén utilizando en mayor medida y son más eficaces para acabar con ellas», especula Íñigo Segurola, paisajista, ingeniero técnico agrícola «y adicto a la belleza», como él se define. «Es una planta anual que florece durante tres semanas por mayo y luego desaparece y vuelve a empezar de cero. Se expande gracias a las semillas, que vuelan, se adhieren al pelo de los animales e incluso viajan con sus heces porque también se las comen. Es muy difícil acabar con ellas o que se extingan, su abundancia depende de la temporada, del tiempo que haga...».
Segurola es uno de los responsables de Lur Garden, un jardín de 20.000 metros cuadrados que se puede visitar en Oiartzun (Gipuzkoa). Explica que los agricultores, «al sembrar, agregan los herbicidas para eliminarlas, pero, ¿qué es una mala hierba? Malo solo es el ser humano, pasa lo mismo con los 'plumeros de la Pampa', una especie que empezamos a ver hace años y a la que llamamos 'colonizadora'. Pero hemos sido nosotros los que hemos roto las barreras que separaban a las especies y creaban los endemismos, y si quitas las barreras, el afán de plantas y animales es expandirse, siempre. Y aparece el plumero de la Pampa, que se ve desde las carreteras alterando el paisaje que conocemos, y nos echamos las manos a la cabeza. Pues estoy en contra de llamarlas colonizadoras y de matarlas. Todo va cambiando y cuantas más barreras abramos más destruiremos los endemismos, pero es cosa nuestra. A mí los nacionalismos vegetales me dan mucho miedo», advierte. Considera que es la propia naturaleza la que se regula: «Hace poco hubo una plaga de orugas que se zampaba los arbustos de boj... Pues en menos de cinco años eso está regulado, porque apareció un depredador para ellas».
No hay que confundir la amapola que conocemos con la del opio, la Papaver somniferum, «que es más alta y más grande. También se cultiva en nuestro país, lo hacen las farmacéuticas para sus medicamentos con morfina. Pues son también muy bonitas y espectaculares. En nuestro jardín tenemos varias, crecen muy grandes, y según se abren ya vemos 15 abejas en cada una Ahora es buen momento para sembrar cualquiera de los dos tipos en casa, en una maceta o jardinera. Primero germinará y para primavera, de cada mata saldrán 40. Es una flor preciosa, alucinante».
La de nuestros campos
Puede llegar a medir medio metro y las flores son de un rojo intenso. Sus hojas verdes y frescas pueden comerse cocinadas como las espinacas, aunque tienen un efecto sedante debido a la pequeña proporción de alcaloides que contienen. Las semillas se usan para adornar la bollería y los pétalos en siropes y bebidas no alcohólicas.
La variedad del opio
La planta puede llegar al metro y medio de altura y sus flores son de color blanco, rosado, violáceo o rojo. Posee un alto contenido de alcaloides, que se obtienen de la savia exudada mediante incisiones hechas en su fruto. Esta práctica supone la base de la producción del opio y sus derivados, como la morfina.
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