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Menos 31 grados. Cifra de récord en lo que llevamos de año. Fue la sensación térmica que se alcanzó el pasado 21 de enero a las nueve de la mañana en Cap de Vaqueira, una estación de alta montaña en el Pirineo de Lleida (2. ... 500 metros). En realidad, el termómetro marcaba menos 15, pero las rachas de viento de 80 kilómetros por hora enfriaron el ambiente hasta ese gélido registro. Nada que ver, en todo caso, con el frío ártico que han soportado en algunos lugares de Estados Unidos este fin de semana. En Nuevo Hampshire, el sábado la estación meteorológica de Mount Washington State Park (a 1.900 metros) daba la alarma: 42 bajo cero en el termómetro y una sensación térmica de menos 76. Más de treinta grados de diferencia entre la temperatura real y la percibida. «Con sensaciones térmicas de 55 bajo cero o menos y sin la ropa adecuada hay riesgo de congelación en menos de dos minutos», advierte Mar Goméz, doctora en Ciencias Físicas y autora del libro 'Meteorosensibles' (edit. Península).
Y tanto desfase, ¿a qué se debe? Pues al viento en el caso del frío y a la humedad relativa en el caso del calor. Vamos, que congelarse o asfixiarse no depende solo de los grados reales, sino de los que nuestro cuerpo percibe. Eso explica que cero grados no se noten igual un día que otro: «Con sol y sin viento, el ambiente nos parecerá de cero grados, pero con rachas de 50 kilómetros por hora la sensación será como estar a 8 bajo cero», explica Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología. Así lo indican las tablas de datos de AEMET que cuantifican la sensación térmica. Y lo mismo sucede en el verano: 34 grados en una zona con una humedad relativa del 70% parecerán 47 y hasta 54 si hay 36.
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Entonces cuando hay olas de calor y el termómetro ya marca cuarenta y tantos... ¿Hasta dónde llega la sensación térmica en esos casos? «Pues apenas se incrementa porque cuando hay esas temperaturas es porque el aire es muy cálido y, por tanto, la humedad es bajísima», explica Rubén del Campo. De ahí que, con los mismos grados en verano, «el sofoco» sea mayor en el Levante, donde hay mucha humedad, que en la meseta, por ejemplo. «Cuando la humedad es menor del 45% no se nota diferencia, a partir de esa cifra, sí».
Estamos ahora mismo acabando el periodo más frío del año, pero todavía vendrán días gélidos. Y lo serán más si hay viento. Su tremenda influencia se explica por dos razones. «Para entenderlo, hay que entender el mecanismo del sudor, que es la manera natural que tiene el cuerpo de refrigerarse. Cuando hace calor, sudamos y esas gotitas de agua, gracias al calor de nuestro cuerpo, se evaporan. Esto es, al 'robarle' calor al cuerpo para hacer este proceso, la piel se refresca. Cuando hace calor y hay mucha humedad en el ambiente el cuerpo no puede evaporar el sudor tan eficazmente, por eso nos sofocamos. Y lo contrario sucede con el viento: el aire hace que se evapore rápido y eso provoca que el cuerpo sienta más frío, como si le pusiésemos un ventilador», explica gráficamente Del Campo.
Por eso, la sensación de frío será mayor cuando más rápido pongamos ese 'ventilador' (velocidad del viento). A 5 grados bajo cero y con rachas de 55 kilómetros por hora la sensación de frío es la equivalente a menos 15 grados; a menos 10 y con vientos de 80 el ambiente se congela hasta los 24 bajo cero... Las tablas asustan con datos de sensación térmica de hasta 81 bajo cero, pero «en España son excepcionales sensaciones térmicas más allá de veinte bajo cero», explican en AEMET. Eso sí, hasta esos registros, todo dentro de la normalidad.
«El Observatorio de Tenerife está a más de dos mil metros de altitud y a esa altura no es raro que se llegue a los cero grados. Si le sumas rachas de 140 o 150 kilómetros por hora, la sensación térmica allí se desploma hasta los menos quince grados. ¡En Canarias!». Y a esa temperatura, con la piel expuesta mucho tiempo hay riesgo, aunque sea «bajo», de hipotermia. «Cuando una persona está sometida demasiado tiempo a temperaturas muy bajas lo que sucede es que el cuerpo pierde calor más rápido de lo que lo produce y aparece la hipotermia», explica Mar Gómez.
Para prevenir, proteger la piel. «Las áreas del cuerpo más sensibles a las bajas temperaturas son las orejas, la nariz y los dedos de manos y pies», advierte Javier del Boz, dermatólogo del Hospital Costa del Sol de Marbella y vicepresidente de la sección andaluza de la Academia Española de Dermatología. Y esto es así –explica– «porque la circulación sanguínea en estas zonas distales es más precaria, y el frío induce vasoconstricción, es decir, dificulta aún más el riego sanguíneo».
Mario Picazo, el que fuera durante años uno de los rostros del tiempo en la televisión en España, no ha sufrido los rigores árticos que han tenido en algunos lugares de Estados Unidos este finde semana porque vive en California. Reconoce que es «un episodio excepcional», pero no lo son las oscilaciones en la sensación térmica, «que son terribles» allí. «En los espacios del tiempo de la tele, de hecho, muchas veces no ponen las mínimas reales, sino la sensación térmica, que va cambiando en función del viento que haga en cada momento mientras el presentador habla». Advierte Picazo que aunque el cambio climático se asocia al calor, «las tremendas oscilaciones térmicas son otro de sus signos inequívocos».
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