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TOMÁS ONDARRA
Héroe trágico

Héroe trágico

relato negro ·

Aquí lo dice bien claro: el incendio fue provocado por uno de los maestros, tu novio, para ser más precisos

ana ballabriga / david zaplana

Jueves, 19 de agosto 2021, 00:03

Es noticia en todos los informativos. ¡Hasta sale mi foto en los periódicos! -Leyó el titular de 'La Verdad'-: «Un agricultor salva a veintidós niños de un incendio en una escuela unitaria de Murcia».

-Eres un héroe.

-Un puto héroe. ¿No estás contenta ... por mí?

-Ella mantenía la vista clavada en la mesa. Él sonrió-. A la gente le encanta el melodrama. Se dice así, ¿verdad? Siempre me echaste en cara que no leía. Ahora leo más, para que veas que te tengo muy presente. ¿Sabes qué he descubierto? Que la gente lista -se llevó el dedo a la sien- soluciona los problemas de manera creativa.

-Quiero que te vayas.

-¡Y yo quiero que me escuches! -gritó, crispado. Miró alrededor intentando tranquilizarse-. Has cambiado los muebles. Nunca me gustó esta casa y ahora menos. El blanco es una mierda. ¿A él le gustaba el color blanco? -Ella sollozaba-. Todos los días hay personas que hacen cosas extraordinarias en circunstancias extraordinarias y no salen en la portada del periódico. Mi historia es distinta porque soy un héroe trágico. Héroe trágico, ¿a que suena bien? Parece sacado de una obra culta de esas que te gusta leer. Ese morbillo es el que le gusta a la gente: «Es un héroe, pero está jodido. Ha salvado a veintidós críos y no ha podido salvar a su propio hijo».

-Tú lo mataste.

Se produjo un tenso silencio. Él bajó la vista al periódico y leyó.

-«El incendio fue provocado por uno de los maestros». -La miró-. Aquí lo dice bien claro, fue provocado por uno de los maestros, tu novio, para ser más precisos. -Soltó una carcajada espeluznante-. Le salí al encuentro cuando se dirigía al colegio. Los niños ya habían entrado. Le hablé de ti, le dije que te follabas hasta a los perros de los pastores. Él me pegó un puñetazo, él que no tenía mi media hostia. Yo le esclafé la cabeza contra la pared. Defensa propia.

-Me das asco -sollozó ella.

-Después de matarlo, atranqué la puerta de la escuela, eché gasolina y le pegué fuego. La única salida era una ventana en el aula más alejada a la de nuestro hijo. Rompí el cristal y les pedí a los maestros que me entregaran a los niños. Saqué a veintidós. El veintitrés era Manu. Yo tenía un cubo preparado, un cubo que los niños pensaron que era de agua, pero era gasolina. Cuando acercaron a tu hijo a la ventana, se lo tiré encima. La llamarada lo devoró, a él, a los tres maestros y a los cinco niños que quedaban en el interior. Yo me quemé el brazo. Hasta eso fue una suerte. Qué héroe no sale herido de sus hazañas.

-¿Por qué mataste a Manu? -rompió a llorar.

-Te dije que te lo quitaría todo. Que te daría donde más te dolía.

-Él no tenía culpa de nada. ¿Por qué no me mataste a mí?

-Si te hubiera matado, habría ido a la cárcel. Y yo soy más listo que eso. -Volvió a apuntarse a la sien-. Te divorciaste de mí, a pesar de que te pedí perdón. Luego andabas lloriqueando por ahí -continuó en tono de chanza-: que si cuando el crío estaba conmigo la ropa volvía rota, que si se quedaba solo mientras yo me iba a echar un trago, que si no hacía los deberes... Sabía que te dolía y fue divertido durante un tiempo. Nadie me iba a meter en la cárcel por no darle la medicina del asma, ¿verdad? En el fondo, creía que acabarías volviendo conmigo. Pero cuando dejaste que ese maricón te follara, me juré que pagarías por ello. Y que yo no iría a la cárcel. -Se llevó el dedo a la sien, mientras reía-. A tu novio lo han acusado de provocar el incendio y de matar a nuestro hijo. Yo intenté detenerlo, salvé a veintidós niños, y me convertí en un héroe, un puto héroe trágico. Qué bien suena. Era el plan perfecto.

-No existe el plan perfecto -ella elevó la vista hacia él por primera vez. Se enjugó las lágrimas y continuó, desafiante-. Si alguna vez hubieras asistido a las reuniones del colegio, sabrías lo de los robos. -La sonrisa de él murió entre sus labios. Por primera vez, desapareció su confianza-. Este año, han robado cuatro veces en la escuela. Juan puso cámaras de seguridad alrededor del recinto. Grababa las imágenes en un ordenador de su casa.

-El soplapollas de tu novio está muerto -sonrió él.

-Tengo las grabaciones. -Ella abrió la mano y le mostró un pen drive-. Está todo aquí. Cómo mataste a Juan, cómo pegaste fuego al colegio, cómo quemaste a Manu... -Las lágrimas engulleron sus palabras.

-¡Dame ese pen, puta de mierda! -Se lo tiró al suelo de un manotazo.

-Un héroe es aquel que lo sacrifica todo por un bien mayor.

-Ella continuó, desafiante-. He enviado una copia a la policía.

Él saltó sobre ella y le apretó el cuello con ambas manos. Ella no se movió, no forcejeó. Dos lágrimas rodaron por sus mejillas. Mantenía los ojos abiertos y clavados en él cuando su corazón dejó de latir.

-¡Jódete, puta! -Él le escupió en la cara, sobre la sonrisa que había quedado dibujada en su rostro inerte.

Insertó el pen en la ranura de la televisión y seleccionó el archivo de vídeo. En la pantalla, su mujer, con estelas de lágrimas en el rostro, elevó lentamente los ojos.

-Te agradezco que me hayas librado de este sufrimiento insoportable. Solo siento no poder estar ahí para ver tu cara cuando vayas a la cárcel. Tienes razón. -Se señaló la sien, imitándolo a él-. Siempre has sido más listo que yo.

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