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Maestre manipula unas muestras en el laboratorio, R. Ruiz de Zafra
Fernando T. Maestre (biólogo y ecólogo): «Llegará un día en el que peligrará el suministro de agua»

Fernando T. Maestre (biólogo y ecólogo): «Llegará un día en el que peligrará el suministro de agua»

Experto mundial en zonas áridas, advierte de que «debemos ponernos manos a la obra para adaptarnos a la nueva realidad climática»

Martes, 8 de agosto 2023, 00:10

Fernando T. Maestre Gil sale todavía hoy equipado con guantes y una bolsa de plástico para recoger la basura que encuentra en sus paseos por el monte. Lo hace desde niño cuando en los senderos de su Alicante natal descubrió un futuro en la Biología ... y el Medio Ambiente. Tiene 47 años, dirige el Laboratorio de Zonas Áridas y Cambio Global de la Universidad alicantina, es el único ecólogo español que ha acumulado los principales premios y programas de investigación europeos y figura dentro del 1% de investigadores más citados en todo el mundo.

– ¿Hacen falta olas de calor extremo como las de este verano para concienciarnos de que el cambio climático ya está aquí?

– Lamentablemente, sí. La ciencia lleva décadas advirtiendo de los cambios en el clima que están ocurriendo y los que están por venir, pero como sociedad no hemos reaccionado. Cuando sufrimos todo este abanico de eventos climáticos que no habíamos vivido, ahora empezamos a darnos cuenta de la magnitud de los cambios y sus consecuencias.

– Todavía hay quienes tratan el cambio climático como un proceso que se puede evitar. Sin embargo, llegados a este punto de fenómenos cada vez más extremos e insólitos, ¿no será más inteligente abordar seriamente la adaptación a la nueva realidad?

– Sin duda alguna. No hay tiempo que perder. Siendo muy importante seguir avanzando en la mitigación, es decir, en la descarbonización de nuestra economía, debemos ponernos manos a la obra en la adaptación a esta nueva realidad climática. La acción a escala local es fundamental: incrementar los espacios con sombra en nuestras ciudades y pueblos mediante árboles, más zonas verdes o reducir el tráfico rodado, no solo por la emisión de gases sino por reducir el efecto de isla de calor en las urbes.

– ¿Qué le fascina del desierto?

– Muchas cosas. Una de ellas es la capacidad de los organismos para adaptarse a unas condiciones tan extremas para el desarrollo de la vida. Es muy importante comprender cómo funcionan porque cada vez más partes de nuestro planeta se van a parecer a esas condiciones. Son un laboratorio natural para saber muchas cosas que están por venir. Zonas que no son áridas a día de hoy lo van a ser dentro de unas décadas y otras que son áridas lo van a ser bastante más.

– Premio Nacional de Investigación, el Jaume I o la consideración de ser uno de los expertos climáticos más influyentes del mundo representan un reconocimiento a la Ecología como disciplina, pero también una llamada de atención a la escasa inversión en investigación.

– Son un reconocimiento a la línea de investigación que realizamos en nuestro grupo, muy centrada en las zonas áridas y que muchas veces no despierta el interés de demasiados colegas o de la sociedad en su conjunto. También son una llamada de atención para que prestemos más atención a estos ambientes tan importantes a escasa global como desconocidos y apreciados. El 40% de la población mundial viven en zonas áridas

– ¿Estamos pagando el derroche de agua con una desertificación creciente?

– Hemos hecho un uso muy irracional e irresponsable de un recurso limitado y valioso que hemos utilizado como si fuera infinito, pensando en la maximización de los beneficios a corto plazo sin pensar en las dificultades que su agotamiento traerá a las generaciones que vienen detrás. Debemos gestionarlo mucho mejor. El regadío es un tema muy polémico porque afecta a la actividad agraria, hay numerosos intereses creados y se ha politizado mucho. Es difícil un debate sosegado. Pero si no reconocemos el problema, difícilmente vamos a solucionarlo. Llegara un momento en que pondremos en peligro el abastecimiento humano e industrial.

– ¿Por qué hemos mirado tanto al cielo durante décadas para abordar la contaminación atmosférica y tan poco hemos echado la vista abajo para tratar el maltrato del suelo?

– Porque con la contaminación llega un momento en que la podemos sentir y ver. Hueles un tubo de escape y te das cuenta rápidamente de que es tóxico y eso ha ayudado a que percibamos la contaminación como un problema real. Pero el caso del suelo es que lo estamos pisoteando, pasamos por encima y no somos conscientes. También influye la desconexión de la naturaleza que nuestra sociedad ha ido experimentado conforme nos hemos hecho más urbanitas. Muy poca gente es consciente de que el 99% de las calorías que ingiere la humanidad vienen del suelo. Y si pierde su capacidad de producir comida, es nuestra supervivencia la que esta en juego.

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