Paula Rosas
París
Lunes, 3 de agosto 2020, 00:56
Un verano «bleu, blanc, rouge». Ni Tailandia, ni Marruecos, ni todos esos destinos exóticos que tanto gustan en Francia. Con muchas fronteras aún cerradas y el miedo a enfermar en un país extranjero, los franceses se han envuelto estas vacaciones en la bandera nacional y ... se han lanzado a redescubrir la geografía de su país. La costa gala en todas sus diferentes variantes y declinaciones, la antigua casa familiar del pueblo o la montaña, son los destinos más solicitados este verano.
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El coronavirus ha puesto patas arriba el sector del turismo, pero no las intenciones de viajar de los franceses. «Hay que recargar pilas y cambiar un poco el paisaje, porque si hay segunda ola y nos vuelven a confinar no sé cómo vamos a poder soportarlo». Olivier, que vive en la periferia parisina y se marcha todo el mes de agosto a Bretaña con su esposa y sus dos hijas, encarna el pensamiento de muchos franceses: las vacaciones son siempre una necesidad, pero este año, tras un confinamiento que muchos han sufrido en pequeños apartamentos urbanos, poner tierra de por medio y descansar la mirada en las olas o en el verde se ha convertido en una urgencia imperiosa.
Bretaña es una de las grandes estrellas de estas vacaciones. Con un impresionante patrimonio prehistórico y una naturaleza aún salvaje, la región que adentra a Francia en el Atlántico tiene muchos adeptos este verano. «Comes fenomenal, no pasas mucho calor y por la noche duermes tapado», explica Louis, que en los meses calurosos huye de la capital con su familia. De la ciudad corsaria de Saint-Malo a Qimper, la península de Quiberon o los alineamientos megalíticos de Carnac, la geografía de la región supone un buen refugio para olvidarse del mundo.
Si algo define las vacaciones estivales de 2020 es la improvisación. Ante la incertidumbre y lo inestable de la situación, la mayor parte de los franceses han reservado sus vacaciones en el último momento, y muchos han optado por hacer varios viajes cortos a lo largo del verano para minimizar los riesgos.
En la costa norte, la más cercana a la capital, Deauville y Le Touquet -donde, por cierto, Emmanuel Macron y su esposa Brigitte tienen una casa-, son los dos destinos favoritos de los parisinos para una escapada corta al mar. Si lo que se busca es el frescor de la naturaleza, el bosque de Fontainebleau, antiguo coto de caza de los reyes de Francia, ofrece 20.000 hectáreas de robles, hayas y pinos a tan solo 60 kilómetros de París.
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El camping y, sobre todo, la autocaravana, todo un clásico francés, han adquirido aún más protagonismo, si cabe, este verano. Las ventas y alquileres de 'roulots' se han disparado tras el confinamiento, más del 20% en algunos casos con respecto al año pasado. Este vehículo, símbolo de libertad, permite viajar respetando los gestos barrera y evitando el contacto con otras personas, y se ha convertido en una alternativa para todos aquellos a los que el coronavirus les ha quitado las ganas de subirse a un avión o registrarse en un hotel.
Córcega, con sus escarpadas montañas, sus pequeñas calas de aguas cristalinas y pocos turistas extranjeros, es otro de los secretos franceses. Las reservas para la isla que vio nacer a Napoleón se aproximan este verano casi a las de años anteriores. «Nos vamos en coche y tomaremos el ferry», avanza Caline, que viaja con su marido y sus tres hijos. «Este año no queríamos viajar al extranjero y esta es la opción más exótica que se nos ocurrió».
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Pero, para muchos, este será el verano de la vuelta al pueblo, del regreso a la casa familiar. El confinamiento y el teletrabajo han servido de acicate para que no pocos franceses se replanteen sus prioridades vitales. «Mis padres tienen una casa en los Alpes frente a un lago. Todos los años íbamos algunos días, casi de compromiso, mientras organizábamos el gran viaje del verano -confiesa Adelaide, que vive en París-. Este año nos damos cuenta por fin de la gran suerte que tenemos».
¿Qué parisino se atrevería a visitar la Torre Eiffel en pleno agosto? ¿O aventurarse en el museo del Louvre o en el palacio de Versalles durante las vacaciones? Si habitualmente es casi imposible escuchar francés en los principales atractivos turísticos de la capital, estos días los parisinos son casi sus únicos visitantes.
El coronavirus se ha convertido en la pesadilla del sector, pero, para los habitantes de París, que cada año acoge a 38 millones de visitantes, la pandemia ha supuesto una oportunidad irrepetible para reencontrarse con su ciudad.
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