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En 2019, el Telescopio del Horizonte de Sucesos –en realidad una red de ocho radiotelescopios alrededor del planeta, uno de ellos en España– logró captar la primera imagen de un agujero negro. Lo que se veía era una especie de resplandor amarillento en forma de anillo que recordaba al ojo de Sauron, el malo de 'El señor de los Anillos'. Según los expertos, se encontraba a 55 millones de años luz en una galaxia llamada Messier 87 y sus dimensiones eran colosales: se trataba de un «monstruo» 6.500 millones de veces más masivo que nuestro sol y su horizonte de sucesos, lo que en realidad se veía en la 'fotografía', tenía un diámetro de 40.000 millones de kilómetros, ocho veces el tamaño del Sistema Solar.
Aquel logro disparó las búsquedas de todo lo relacionado con estos enigmáticos gigantes que desafían las leyes de la física porque de hecho en ellos estas «no se cumplen», señala José Félix Rojas, del Grupo de Ciencias Planetarias de la UPV/EHU. Según una nueva herramienta de Google llamada 'Searching for Science' ('En busca de la ciencia'), que recoge datos de los últimos 19 años, agujero negro es el término científico más buscado en nuestro país por delante de calentamiento climático, fusión nuclear y bosón de Higgs. ¿Por qué nos fascinan tanto? He aquí una pequeña guía para entender su atractivo.
La respuesta más 'fácil' es la de NASA, que lo define como «un objeto astronómico con una fuerza gravitatoria tan fuerte que nada, ni siquiera la luz, puede escapar de él». Esto explica su nombre. Si nos ponemos más científicos, «son entes de una naturaleza muy diferente a lo que conocemos y que llegan a deformar el universo. Ni siquiera se sabe si lo que hay dentro es materia», asegura Rojas, que explica también lo que es el mencionado horizonte de sucesos. «Es como su frontera, un límite insalvable en torno a los agujeros negros de la que no se puede escapar».
Suele hablarse de dos tipos, los de masa estelar y los supermasivos, como el captado en 2019. Los primeros tienen entre tres y docenas de veces la masa del Sol. Los segundos, entre 100.000 y miles de millones de masas solares. Estos se encuentran en el centro de la mayoría de galaxias grandes, incluida la Vía Láctea. El 'nuestro' se llama Sagitario A*, tiene la masa de cuatro millones de soles, pudo ser 'fotografiado' por primera vez en 2022 y se encuentra a 26.000 años luz de distancia de la Tierra. Se ha detectado también un tercer tipo, los agujeros negros de masa intermedia, «pero son muy esquivos, están entre dos aguas. Tienen más energía que los típicos de masas estelares, pero como están más lejos, nos cuesta verlos».
«El horizonte de sucesos de un agujero negro de diez masas solares tendría un radio de 30 kilómetros mientras el que se encuentra en el centro de la Vía Láctea tendría unos de 3 millones de kilómetros, unas cuatro veces el tamaño del sol», dice Rojas. Además de crecer por absorber materia, también pueden 'encogerse' aunque a un ritmo muy lento. «Tardan miles de millones de años».
«Para los de masa estelar, está bastante claro, pero para los supermasivos es un tema abierto». Los primeros «surgen de manera natural en las últimas fases de la vida de las estrellas más grandes. En estas se producen reacciones nucleares que generan elementos de mayor masa atómica que van cayendo hacia el centro y se van comprimiendo más y más al tener que aguantar el peso de lo que tienen encima. En una última fase se forma hierro y el núcleo acaba explotando para dar lugar a una supernova, un proceso que tarda solo unos segundos. Dependiendo del tamaño, se puede formar una estrella de neutrones y si es lo suficientemente grande, desemboca en un agujero negro». También pueden formarse a partir de la fusión de dos agujeros negros.
Podrían esgrimirse al menos dos razones. Las explosiones de las supernovas distribuyen en el espacio elementos como el carbono, el nitrógeno y el oxígeno, que son necesarios para la vida. Las fusiones entre dos estrellas de neutrones o entre dos agujeros negros propagan elementos pesados que algún día podrían convertirse en nuevos planetas. «Y los propios agujeros negros nos permiten conocer cómo funcionan las leyes de la física en sus límites más extremos. Intentamos ver donde ya no podemos explicar las cosas».
Si ni siquiera la luz puede escapar, ¿cómo es posible detectarlos? Lo que vieron los telescopios en 2019 y 2022 fue el horizonte de sucesos. «Lo que vemos son las ondas de radio que emite el gas que se arremolina en torno al horizonte de sucesos. Ese gas se calienta como si fuera hierro al rojo vivo pero a temperaturas brutales».
La respuesta corta es no porque el más cercano está demasiado lejos. «Cualquier masa que atrae, que produce gravedad, y tenga forma esférica, funciona como si toda su masa estuviera concentrada en su centro, como si tuviera un agujero negro en su centro. Y no nos vemos destrozados ni aplastados ni por la Tierra, ni por la Luna, ni por Marte, ni por el Sol porque estamos a mucha distancia de esos puntos». ¿Qué distancia sería peligrosa? «Su efecto monstruoso se encuentra entre los 700 y 1.000 kilómetros. Si el Sol se convirtiera en un agujero negro, su horizonte de sucesos tendría unos 3 kilómetros de radio. No notaríamos ninguna diferencia».
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