La cara y la cruz de la desescalada: ¿Te cuesta salir o ya no ves el riesgo?
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La incertidumbre es común a los ciudadanos en este desconfinamiento... Pero todos sobrellevan esta sensación de la misma manera. De hecho, ya se han definido dos polos opuestos: los miedosos y los 'temerarios'
A las personas se nos ve de qué pasta estamos hechas, sobre todo, cuando vienen mal dadas. Por eso, los últimos dos meses nos han servido para conocer mejor a la gente que nos rodea. ¡Y cuántas sorpresas (agradables y no tanto) nos hemos llevado! Hagamos un repaso. Posiblemente, unos nos hayan decepcionado al verles mostrar un egoísmo, una debilidad o una falta de empatía que nunca hubiésemos imaginado 'en la vida de antes'. Y también al contrario: habremos descubierto la fortaleza, la solidaridad y el cariño de otras personas.
¿La crisis de la COVID-19 ha causado mutaciones de personalidad? No. Esos rasgos ya estaban ahí, aunque no 'brillaban' tanto. Salvo en individuos muy primarios, todos somos un cóctel complejo de virtudes y defectos. Lo que ocurre es que, sometidos a la presión de la pandemia, estos rasgos se han acentuado. Por eso ahora, en una desescalada llena de incertidumbres, se están viendo dos tipos humanos antagónicos: unos sienten ansiedad al salir de casa y otros actúan como si el coronavirus hubiese sido un mal sueño y hasta ignoran las medidas de seguridad. Un psicólogo y una psicoanalista nos explican que casi todos estamos en un discreto término medio y el porqué de estas posturas extremas.
Llegan las primeras fases de la desescalada y muchas personas que soñaban con salir a la calle y recuperar, aunque fuese en mínimas cuotas, su libertad perdida... ¡ahora no quieren abandonar la seguridad de su domicilio! Se ven protegidas entre las paredes de su hogar – lo que se llama 'síndrome de la cabaña'– y, si es que salen, regresan rápido y con agobio. Ven en sus apresuradas 'expediciones' a gente que no cumple las medidas de seguridad y vaticinan un regreso inminente a los peores momentos de la pandemia. «Algunas personas son incapaces de salir, por miedo. Y esto puede derivar en una agorafobia», advierte Enrique García Huete, director de Quality Psicólogos y profesor de Psicología de la Salud en la Universidad Cisneros.
Estas conductas irán variando en función de «cómo evolucione la pandemia».No es lo mismo sufrir este tipo de estrés durante un mes a que se prolongue en el tiempo. La 'factura' va a ser distinta. Además, el temor a salir ahora, a diferencia de otras conductas parecidas a las fobias, «tiene una base real», con lo cual es difícil de combatir. ¿Cómo decirle a una persona que salga tranquila a la calle si los muertos en España superan los 26.000?
Hay personas que ya biológicamente, por las características de su sistema límbico, están más predispuestas que otras a ser emocionables y excitables. Por tanto, serán más proclives a sentir miedo. «Sin embargo hay otros en la misma situación que ni se les nota», asegura el especialista.
Para Huete, la incertidumbre es la bestia negra de los 'miedosos'. Y habla desde la experiencia. Cuando el VIH empezó a hacer estragos en los 80 y no se conocían bien las vías de transmisión, la gente entró en pánico. «A medida que hubo información, el miedo disminuyó. Porque la incertidumbre –asegura– es peor que una mala noticia. Y ahora mismo estamos en un momento de pocas certezas».
'Nueva normalidad'
La psicoanalista Susana Brignoni también incide en el binomio miedo-incertidumbre. «No hay que olvidar que la salida es hacia una 'nueva normalidad'. La palabra 'nueva' es muy importante, ya que está teñida de una profunda incertidumbre y de desconocimiento –explica–. Y, frente al desconocimiento de lo que será esta 'nueva normalidad', el miedo, que es una de las versiones de la prudencia, puede ser protector».
Según Brignoni, las distintas actitudes con que la gente está afrontando la desescalada tienen que ver con el modo en que vivieron el confinamiento. «Aquellos que descubrieron que podían frenar su ritmo de vida, que incluso podían inventar cómo pasar el tiempo y que además sentían una satisfacción en no consumir posiblemente tengan más dificultad en abandonarlo. Algunos de ellos afirman 'no querer volver a su vida anterior'», indica. Y, ahora, regresar a la calle no les parece ya tan apetecible... ni del todo seguro.
El 'temerario': baja percepción del riesgo y «prisa» por pasar página
Los reconocemos porque van al súper sin mascarilla, a lo torero. Se ríen de los guantes y de los geles hidroalcohólicos. Caminan por el centro de las aceras en plan 'ya se apartará el resto' y hasta miran con cara de suficiencia/pena/desprecio a quienes respetan las distancias de seguridad y el resto de las normas. A algunos solo les falta ponerse a lamer barandillas para demostrar al mundo que ya no temen al coronavirus.
Hay personas que no han entendido el carácter paulatino de la desescalada y, ansiosas por pasar página, actúan como si todo hubiese terminado ya. ¿Se puede saber qué les pasa? Ahí va una explicación científica. Hay algo que los expertos llaman 'desviación psicopática'.Y algunos individuos puntúan alto en este baremo y otros, bajo, aunque la mayoría estamos a medio camino. «Quienes puntúan alto experimentan menos sensación de dolor físico, no anticipan el castigo ni el riesgo... La amenaza les 'pone'», explica García Huete. Claro, nos referimos a los psicópatas de manual, los de los 'thrillers', ¿no? «Para nada», aclara el psicólogo, quien subraya que no tienen por qué ser malas personas ni, por supuesto, criminales. Y pone un ejemplo: la gente que hace 'puenting' puede tener un perfil positivo y una alta desviación psicopática, o la persona que entra en una casa en llamas a rescatar a alguien. Todos ellos tienen una baja percepción del riesgo. Y aquí se podría encuadrar a los 'temerarios' de la pandemia. La diferencia es que su actitud también pone en peligro a terceros y esto es recriminable. «Hay estudios que señalan que el comportamiento de la gente no cambia si la percepción del riesgo es baja», apunta Huete.
«Vivir es arriesgarse»
Susana Brignoni cree que «los que han visto en la cuarentena una interrupción, un freno a su desarrollo e incluso una situación de precarización tienen sin duda más prisa en salir». Y ahí están los 'temerarios', queriendo acelerar el proceso a toda costa. Tal y como explica la psicoanalista, «la conciencia de miedo es un factor de protección frente a lo amenazante. Cuando no está, a veces nos precipitamos a situaciones que pueden hacernos daño. Sin embargo un exceso del miedo puede volverse patológico...». Es decir, el miedo sólo es bueno en su justa medida. ¿Y los riesgos? ¿Es positivo asumirlos? «Vivir es arriesgarse», sentencia Brignoni, quien, no obstante, puntualiza que «arriesgarse sin que se haya hecho algún cálculo sobre el riesgo que asumimos puede ser un factor que vaya en contra de la vida».
¿Cómo hacer para no quedar atrapados en el miedo y a la vez no arrojarnos a la calle sin ninguna protección? «No se trata ni de empujar al que tiene miedo ni de denunciar al que se arriesga en exceso –aconseja–. Se trata de ir entendiendo las distintas versiones en las que entre todos y cada uno vamos construyendo la salida».
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