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Las expresiones y palabras que usamos, como los seres vivos, nacen, crecen, se reproducen y mueren. Tal cual: en algún momento de la historia surgen, luego el uso las va modelando y les salen 'hermanas' más o menos parecidas, pero, cuando ya nadie las usa, ... acaban olvidándose o, lo que es lo mismo, desapareciendo de nuestro lenguaje. Y uno de los momentos peor documentados de su existencia es el de su aparición, que suele quedar envuelto en conjeturas (o directamente mentiras) y, a menudo, sin datar en una fecha exacta.
Para aclarar su origen y evolución, Shayma Filali, Israel Villalba y Peru Amorrortu han escrito 'La vida secreta de las palabras' (editorial @EtimosDirectos). «A menudo, los dichos, las frases hechas o refranes que empleamos en nuestra vida diaria o hemos escuchado alguna vez suelen tener un origen ignoto o inesperado», indican los autores, que también alertan sobre los bulos que circulan (y calan) sobre el origen de ciertos vocablos y frases hechas.Según apuntan, se inventan «historias de lo más diversas, desde las más creíbles hasta algunas totalmente delirantes» para explicarlas. Y claro, como siempre ocurre, estas fantasías «son especialmente exitosas», igual que tantos otros bulos y 'fake news'.
Ahí va una selección que nos ilustra y nos permite quedar bien en cualquier duelo de 'cuñadismo'. Saber de etimología siempre ha sido un plus.
El famoso militar y dictador romano Julio César nació por este método, ¿no? ¡Cuántas veces nos hemos hecho los listos con esta explicación! Tanto que hasta se abrió paso en publicaciones académicas muy serias, como el 'Oxford English Dictionary'. Lo cierto es que es muy improbable, por no decir imposible, que Julio César y su madre, Aurelia, hubiesen sobrevivido en esa época a una cesárea, que todavía en el siglo XIX acababa en muerte en el 90% de los casos. Entonces, ¿de dónde viene lo de la cesárea? Proviene del latín 'caesus', que significa 'cortado', y hace referencia a la incisión en el abdomen para dar a luz así.
Vamos con la explicación popularmente aceptada y más extendida. 'Gringo', que es como llaman en algunos lugares de Latinoamérica a los extranjeros, especialmente a los anglosajones del norte, nació en las guerras del actual México en el siglo XIX. Los europeos que luchaban con los estadounidenses vestían un uniforme verde y cuando llegaban a un pueblo, los lugareños les decían 'green, go!' ('¡verdes, fuera!'). Y de ese 'green go' se habría pasado al 'gringo'. Suena bien, ¿no? Pues resulta que este vocablo es bastante anterior, ya aparece documentado como dos siglos antes de estas guerras. ¿Cuál es entonces su origen? Según la teoría más plausible, aunque existe debate sobre ello, 'gringo' es una deformación de la palabra 'griego', que en las clases populares era la usada para designar a los extranjeros. ¿Por qué griegos? Pues porque su idioma parecía ininteligible.
Se dice que es porque los marineros suecos que llegaban a puertos andaluces iban con prostitutas y luego no les pagaban y simulaban que no entendían su lengua para escaquearse. Una buena historia, ¿verdad? Pues, aunque hay discusión sobre ello, la explicación, tiene, una vez más, un origen en el latín, en 'soccus', una especie de zueco asociado a unos personajes tontos de las comedias romanas de género popular.De la misma raíz vendría 'zoquete'.
Deriva del término inglés 'snob' y se trata de una persona que imita con afectación las maneras y opiniones de quienes considera distinguidos. Se popularizó la teoría de que provenía de la expresión latina 'sine nobilitate' ('sin nobleza'), aplicada a los pobres que copiaban a los ricos.Pero no es así. 'Snob', en varios dialectos del inglés, significa 'zapatero', que eran gente muy humilde. Así, la palabra pasó a designar a gente de baja cuna y, posteriormente, a gente de baja cuna con ínfulas.
Todos nos imaginamos a un pollo liándola, aleteando y cacareando sin freno. Pobres animales, son inocentes.Esta expresión se refiere al 'poyo', una tarima que llevaban los oradores en los siglos XIXy XX. Como la época era muy convulsa, solían perder los estribos y enervar a la audiencia, por lo que sus discursos solían terminar en batalla campal. De ahí 'montar el pollo', con 'll' y no con 'y', porque el 'yeísmo' es una constante en la evolución de muchas palabras.
Se ha extendido –y, según las malas lenguas, fomentado–, la teoría de que 'chumino' proviene de la frase de los marineros anglosajones a las prostitutas de los puertos andaluces, que enseñaban sus genitales a modo de reclamo cuando les decían: 'show me now' ('enséñamelo ahora'). Otra curiosa historia sin mucha base. «Todo apunta a que la palabra es parte de un grupo numeroso de apelativos de origen expresivo (como 'chocho', 'chichi', 'chirla', 'chiribiqui', 'chivo', 'chuqui'...) que hacen referencia a los genitales femeninos», explican los autores de 'La vida secreta de las palabras', quienes revelan que en el imaginario castellanoparlante la 'ch' habría acabado por relacionarse con la vulva
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