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Por qué EE UU adora sus símbolos políticos

Por qué EE UU adora sus símbolos políticos

Historia de un burro y un elefante: cuando un icono vale más que mil mítines

Lunes, 5 de octubre 2020

Si te comparan con un burro para reírse de tu torpeza, haz del burro tu bandera. Dale la vuelta al ataque y dobla la apuesta. Identifícate. Demuestra que tienes sentido del humor y gánate a quienes se han reído de ti para que en adelante ... lo hagan contigo. Esto que podría ser una lección de vida más para aprender a gestionar la crítica por muy feroz que esta sea, resume también el origen de los dos iconos políticos con más solera de la historia como lo son en Estados Unidos el burro y elefante del partido demócrata y republicano respectivamente.

De la particular forma de entender el humor que tienen los estadounidenses nacen estos símbolos, que abrazan los ciudadanos con fervor en cada campaña electoral. Son pilares de su cultura visual, tan relevantes como el Tío Sam o Santa Claus.

Todo empezó en el siglo XIX con el caricaturista Thomas Nast. De su pluma irreverente nacieron duras viñetas publicadas en la revista Harper's Weekly, entre los años 1862 y 1886, en las que analizaba ferozmente la actualidad. Caló de tal modo, que el joven neoyorkino llegó a convertirse en el caricaturista político más importante del país. 'Third Term Panic' (1874) está considerada la primera escena satírica en la que un elefante representa al Partido Republicano y un burro al espíritu demócrata. Fue publicada en los meses previos a las elecciones intermedias cuando el diario New York Herald (de corte demócrata) difundió el rumor de que el presidente republicano Ulysses Grant pensaba postularse para un tercer mandato en 1876, algo que permitía la ley pero que estaba mal visto.

Bestias al borde del caos

El caricaturista –republicano confeso– representó al diario como un burro envuelto en la piel de un león, asustando a los otros animales con historias sobre Grant. Entre estos animales se ve un enorme elefante llamado 'El voto republicano', que parece estar a punto de caer por un precipicio. Y a raíz de esta primera representación redefinió al Partido Republicano como una criatura asustada que avanzaba, pesada, en la dirección equivocada. Los asnos que fueron asociados a los demócratas fueron representado en otra famosa caricatura de 1879 como una bestia obstinada que está a punto de caer en un abismo del 'caos financiero'. Estas dos criaturas, los elefantes y los asnos, eran siempre dibujados por Nast al borde del caos. ¿Cómo es posible que los partidos abrazaran estos símbolos como suyos cuando en realidad los ridiculizaban?

Esto dice mucho del pueblo al que representan. Enrique Cocero, consultor político y experto en temas estadounidenses, recuerda que «demostrar que se tiene sentido del humor es muy importante en la cultura norteamericana» y asumir con naturalidad bromas o motes por parte de los políticos es una constante. «No han llegado a firmar con sus apodos, pero los presidentes norteamericanos suelen asumirlos y hasta hacer bromas con ello. Es una forma de mostrarse a la gente como uno más, de humanizarse», cree este experto. Pone como ejemplo la gorra de Donald Trump. «Al principio se mofaron de ella y cuanto más se reían, más se la ponía. Era su forma de reivindicarse», recuerda. Hoy es más que un símbolo. «La gorra de Trump es el 'souvenir' más codiciado en Washington», afirma.

La tradición no se toca

De dónde nace esa facilidad para generar iconos es otra de las incógnitas que suscita el carácter norteamericano. Y una de las explicaciones está en que son un país joven, aunque lleven a gala ser la democracia más longeva. «Su cultura hace que valoren muchísimo las tradiciones; cualquier elemento que pueda convertirse en un referente histórico se aquilata con fuerza para reforzar su identidad; es un pueblo cuya historia se está en continua formación», reflexiona el consultor de 7-50 Strategy.

Tradición e identidad son, de hecho, claves para cualquier partido político. Fernando de Córdoba, estratega de marcas y autor de Marcaporhombro.com, destaca que «los partidos políticos también son marcas, pero no pertenecen del todo al equipo que los gestionan, sino que se deben a su público». Sucede algo parecido con el fútbol o los medios de comunicación. «No se construye un logo ad hoc, sino que a la larga son el símbolo que le otorga la gente», cree este experto en Comunicación. Y eso hizo el pueblo norteamericano. Las viñetas de Nast calaron de tal forma en el imaginario de un pueblo aún joven que fueron elevadas a tradición, posteriormente fue asumida por los partidos. «Este gesto es también otra forma de ponerse del lado de la gente» –interpreta De Córdoba–, de ser vistos como uno más que asume lo que se vive y siente en la calle.

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