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Ilustración: Laura Rico
Cervantes en cuarentena

Cervantes en cuarentena

Este confinamiento brinda tiempo de sobra para la creación, pero el estado de ánimo no siempre ayuda: los «pensamientos intrusos que generan estrés» pueden cerrar el paso a la inspiración

CARLOS BENITO

Sábado, 11 de abril 2020

Hay quienes se muestran convencidos de que esta cuarentena propiciará un nuevo 'baby boom' dentro de nueve meses, como consecuencia del superávit de tiempo libre que nos permite entregarnos a actividades placenteras sin la presión del reloj y las obligaciones. Pero también hay voces que discrepan y hacen hincapié en que el ambiente que rodea e impregna nuestro confinamiento, esta suma casi insoportable de sufrimiento y miedo, no funciona precisamente como el mejor afrodisiaco. Un debate similar existe con respecto a otras labores creativas: podría parecer que este paréntesis de encierro forzoso, como una burbuja sin tentaciones exteriores, constituye el entorno más propicio para entregarse a actividades intelectuales y artísticas. ¿Cuándo vamos a tener más tiempo y menos distracciones para ponernos por fin a escribir esa novela que siempre nos ha rondado la cabeza, por poner el ejemplo más obvio?

La historia nos demuestra que, muchas veces, el aislamiento ha sido el mejor amigo de la creatividad. De los cientos de figuras ilustres que se han pronunciado al respecto, citaremos al científico Nikola Tesla: «La mente se vuelve más aguda y más diligente en reclusión y soledad ininterrumpidas. La originalidad prospera durante el aislamiento, libre de influencias externas que mutilan la mente creativa. Estar solo es el secreto de la invención. En soledad es cuando nacen las ideas», escribió. Pero, igual que ocurría con el esparcimiento sexual, el coronavirus también puede devorar la inspiración y convertir estas semanas en un periodo estéril. La tragedia que sacude la sociedad es de tal calibre que llega a monopolizar nuestros pensamientos, incapaces de evadirse hacia mundos de ficción, y la sensación de vida suspendida contribuye a implantar en nuestras costumbres cierta desidia: adormecidos por la monotonía, nos da la sensación de que no tiene sentido esforzarse por sacar adelante nuevos proyectos en un mundo paralizado.

«La soledad es la compañera del genio, a menudo, en especial, en la creación artística y literaria. Hace falta concentración extrema en la tarea, estar en ese espacio favorecedor de tu despacho, la sala con tu piano o tu guitarra o tu estudio de artista para que las musas te encuentren trabajando, como decía Picasso. Ahora bien, lo que acabo de decir se produce normalmente en forma de aislamiento voluntario, decidido por la persona creadora, como el caso de Van Gogh o el de Darwin y el de Ramón y Cajal, que tenían 'prohibido' el acceso a su despacho cuando se encerraban allí», plantea Manuela Romo, directora del título de Experto en Creatividad Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid y autora del libro 'Psicología de la creatividad: perspectivas contemporáneas'. Los ejemplos de obras valiosas creadas durante un encierro se le ocurren en tropel: «Gracias a que Newton tuvo que abandonar en 1665 la universidad de Cambridge por la peste y estar confinado dos años en su pueblo, pudo llegar a concebir la idea de atracción de los cuerpos. Cuando se trata de un aislamiento impuesto, con frecuencia la persona creativa pone en marcha sus procesos mentales como forma de resiliencia, de resistencia ante la adversidad. Qué decir de las 'Nanas de la cebolla' de Miguel Hernández, escritas en la prisión de Alicante, o de Cervantes, que escribió la primera parte del Quijote en la cárcel de Sevilla», propone.

Pero, en condiciones tan anómalas, no cabe generalizar: habrá quien se refugie en su disciplina creativa y quien se vea radicalmente incapaz de avanzar en la tarea. «Las diferencias individuales tienen que ver con el nivel de ansiedad que pueda generar esta situación: hay gente más casera a quien le cuesta menos estar confinada, como vemos a nuestro alrededor. Es necesario un nivel de activación para espolear esa motivación, ese amor a su trabajo que es la característica que mejor define a las personas creativas, pero, si lo sobrepasa un gran estado de ansiedad, entonces se dificulta la creación. Los pensamientos intrusos pueden generar un estrés que impide el flujo creativo», concluye Romo.

El escritor vasco Galder Reguera, autor de 'Libro de familia', recuerda una frase de Duke Ellington («yo no necesito tiempo, sino plazos de entrega») para subrayar que este horizonte sin compromisos puede resultar contraproducente. Reguera ha participado en una de las iniciativas más originales de esta cuarentena: el 'Dekomerón', los relatos que va publicando en internet la editorial Libros del K.O. a modo de remedo del planteamiento 'epidémico' del 'Decamerón' de Boccaccio, pero aprovechó para la ocasión un texto que ya tenía escrito: «La disponibilidad de tiempo no necesariamente se traduce en una mayor productividad, a no ser que esté todo ordenado en tu vida para poder afrontar el reto de escribir –expone–. Yo tenía una idea de una novela que llevaba tiempo rondándome y los primeros días del confinamiento empecé a trabajar en ella. Me dije: si vas a estar dos meses en casa, aprovéchalos. Pero con el pasar de los días mis miedos por lo que está pasando fueron creciendo y eclipsando todo lo demás. No podía sacar de mi mente las noticias de los fallecimientos, el miedo a que amigos y familiares y personas queridas cayeran, todo eso que nos afecta ahora a todos. En esas circunstancias, no podía escribir. ¿Cómo afrontar una ficción cuando el mundo se está viniendo abajo? He pasado diez días sin abrir el procesador de textos. Ahora estoy intentándolo de nuevo».

Diario del encierro

Tampoco el escritor Lorenzo Silva ve muy claro que esta vasta extensión de horas vacías sea el terreno ideal para 'cultivar' una novela. «Puede serlo si uno ya tiene la novela pensada. Si no la tienes, no estaría yo tan seguro. Quizá sea más propicia la coyuntura a otro tipo de escritura, por ejemplo la de un diario del encierro, que además es una forma de soportarlo y evadirse de él. Yo he tirado por ahí, y no estoy seguro de que tenga algún valor el resultado —tampoco me toca a mí decirlo—, pero por lo menos no me aburro mortalmente, como las otras cuatro veces que intenté llevar un diario». Silva (que está ofreciendo gratuitamente en la web de 'XLSemanal' su libro 'Y te irás de aquí', firmado con el seudónimo de Patricia Kal) no ha reducido en absoluto su dedicación a la literatura: «Yo escribo todos los días, y bastante. No sé no hacerlo, para mí es como respirar. Escribo el diario, escribo artículos y he corregido las pruebas de dos novelas. Ahora que ese último trabajo ya está hecho, empiezo a pensar en meterme en la siguiente, que por suerte tenía pensada de antes. Así me ofrece además una realidad alternativa, que es una utilidad nada desdeñable de la escritura de ficción».

Estas alturas de la cuarentena no son un mal periodo para acometer empresas nuevas y ambiciosas, al menos según la psicóloga Manuela Romo: «Ahora que ya casi se ve la luz al final del túnel, quizá sería el momento, para quien se ha podido ver desbordado por la situación, de pararse a pensar en ese proyecto que tenía aparcado y abordarlo sin excusas. Esperemos que, cuando esto acabe, nos podamos llenar de experiencias estéticas de toda esa gente que ha sabido aprovechar el aislamiento para crear. ¡Qué mejor posguerra que esa!».

«Las historias de estos días son un material extraordinario»

La conversación con dos escritores brinda la posibilidad de plantearles un par de inquietudes relacionadas con la literatura en tiempos de coronavirus. La primera tiene que ver también con el aprovechamiento provechoso de todo este tiempo libre: ¿realmente la gente está leyendo tanto como podría parecer al repasar las redes sociales, repletas de recomendaciones, como si el papel impreso nos resultase tan imprescindible como el higiénico? «Yo estoy leyendo muchísimo menos que de costumbre –admite Galder Reguera–. Me pasaba como escribiendo: no podía quitarme el mundo de la cabeza. Leía una escena donde el protagonista entraba en el bar y se daba un abrazo con un amigo e inmediatamente mi mente me hacía pensar en si algún día podremos vivir de nuevo con normalidad. Dejé dos libros a las primeras páginas. Por suerte, encontré 'Flores fuera de estación', de Margarita Leoz, que es una escritora fantástica. Son cuentos y creo que el formato breve me ha permitido tomar de nuevo el pulso a la lectura. Por otro lado, yo no creo que la gente no lea por falta de tiempo. A veces, cuando alguien me dice eso, le pregunto si sabe quién es Belén Esteban. Si responde afirmativamente, le digo: '¡Entonces, tienes tiempo!'. Tampoco creo que la gente no lea por falta de libros. En general es por falta de estímulos, por falta de costumbre, por falta de disciplina... ¿Estamos poniendo todo eso en el confinamiento? Ojalá, pero lo dudo».

La otra cuestión tiene que ver con las propias experiencias de estos días: existe cierta curiosidad, a menudo irónica, por ver quién publica la primera 'gran novela sobre la pandemia'. ¿Hasta qué punto la crisis del coronavirus y todo lo que la rodea es buen material para la literatura? Lorenzo Silva no tiene dudas: «Es un material extraordinario. Las historias que voy recogiendo estos días de mis amigos en primera línea (sanitarios, policías...) así me lo demuestran. Eso sí, para hacer algo de cierto peso y valor, habrá que dejarlo sedimentar. En la urgencia puede salir quizá algún buen poema, algún apunte narrativo inspirado o pertinente. No la novela de todo esto».

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