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Su vida ha cambiado radicalmente en solo dos años. Antes de 2022, Pablo Álvarez era un alumno más, un chaval que podía pasear por el campus de Vegazana y se acercaba a su facultad sin que nadie le reconociera más allá de su grupo de amigos. Ahora, su vuelta a casa es muy diferente. En furgoneta negra con cristales tintados, acompañado de un séquito de colaboradores de la Agencia Espacial Europea y con una nube de periodistas arremolinándose para captar su mejor imagen. También le esperan cargos políticos y la dirección de la Universidad de León, la misma con la que no hace mucho trataba de arañar las últimas décimas en las asignaturas.
El astronauta leonés ha vuelto a casa por Navidad. Pablo ha dejado las alas plateadas a un lado para volver a ser el Pablo que paseaba por los pasillos de la ULE. «Es un gusto volver a casa», reconocía en el hangar de los proyectos aeroespaciales.
La rectora de la ULE ha recibido a su alumno más ilustre, uno de los cien astronautas que existen en toda la tierra y a pocos años de partir al espacio en una misión. «Es un modelo de esfuerzo, dedicación y pasión por el conocimiento; y fuente de inspiración para los estudiantes», clamba Nuria González. «A veces, las metas inalcanzables se consiguen. Pablo es referente internacional y lleva el nombre de la Universidad de León más allá del planeta».
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Tanto él como su compañera Sara García -que ya se prepara en el centro de la ESA en Colonia- han logrado colarse en la élite mundial a la que han llegado «por la formación de primer nivel que aquí recibimos», unos mimbres que aún llevan en su base de enseñanza.
Tras seis meses sin venir «a casa», a León, y tras una exhaustiva preparación en Houston -Estados Unidos-, Pablo podrá pasar la Navidad con sus amigos y familia. «Volver a casa y a León es un refugio para mí, es donde más a gusto estoy», explicaba. Muchas cosas no han cambiado en estos dos años, pero sí lo ha hecho su popularidad: «Soy más conocido y la gente se acerca, pero conoces a un montón de niños y eso es la mejor parte. Las cosas han cambiado para bien».
Una revolución en su vida que le ha llevado a cumplir el sueño de un niño que con siete años ya miraba al cielo y aspiraba a volar más allá del firmamento. «Ser astronauta no es una opción realista. Solo somos 100 y en España solo Pedro Duque. Soñando despierto puedes imaginarlo, pero no se me pasaba por la cabeza», reflexiona aún sin creer muy bien cómo ese sueño se convirtió en realidad.
El último año ha sido de ensayos en la Estación Espacial Internacional de Houston donde se ha formado en emergencias y en el día a día, además de aprender a manejar el traje espacial para viajes extravehiculares. «Tienes que conocer el fallo par corregirlo», explicaba. Lo más complicado han sido los entrenamientos en una de las piscinas más grandes del mundo, que contiene una réplica de la estación espacial, y donde se simulan esos paseos. El propio Pablo Álvarez ha explicado cómo es este traje, una especie de «ave espacial con forma humana» formado por siete capas diferentes y una última que protege al astronauta de posibles impactos de micrometeoritos. «Cuando sales, la sensación en las manos es de haber estado apretando una pelota de tenis durante seis horas. Están preparados para sobrevivir en el espacio, no para ser cómodos».
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Y de cara al 2025 su entrenamiento será con brazo robótico en Canadá y una formación en control de misiones para hablar con astronautas desde la Tierra. También aprenderá a pilotar aviones. Todo en marcado a ser uno de los tripulantes de las misiones de la Agencia Espacial Europea que están previstas para los años 2027, 2028 y 2029, momento en el que participará en alguna de ellas. «El objetivo será una misión de larga duración de seis meses y estar preparado para vivir en un entorno pequeño, sin privacidad, en las que trabajar durante ocho horas con experimientos y mantenimientos. Y donde esperan que rindas». A esa misión, Pablo podrá llevar una pequeña mochila con objetos personales en la que incluirá recuerdos de sus amigos y un pin de la Universidad de León.
El astronauta ha compartido charla con alumnos de la ULE a los que recordará que «todos hemos soñado con ser astronautas», y él lo ha logrado, y vivirá la jornada con el «orgullo» de que las nuevas generaciones se fijan en gente como él. «Me gustaría inspirarles en una carrera científico o ingeniería porque es lo que vamos a necesitar en el futuro».
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