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El conflicto vecinal que ha dejado a Algadefe sin bar del pueblo

El conflicto vecinal que ha dejado a Algadefe sin bar del pueblo

El Ayuntamiento y la actual inquilina del bar de la Casa de la Cultura no han conseguido llegar a una acuerdo y han cruzado versiones contradictorias sobre los hechos ocurridos en el local en el último año

Lunes, 13 de mayo 2024, 08:20

El bar del pueblo sigue siendo una de las grandes preocupaciones para los vecinos de Algadefe. Tardes en las que reunirse después de comer para jugar la partida, el vino después de la misa o un simple café entre amigos después de tiempo sin verse.

Pero los vecinos de Algadefe se han quedado sin el único bar que quedaba en el pueblo, o por lo menos, de momento.

La actual inquilina del establecimiento, Patricia Avellaneda, que regenta el bar desde el 28 de abril de 2023 ha denunciado un trato «injusto» y «vejatorio» por parte del Ayuntamiento de la localidad. Algo que, desde la propia institución, niegan totalmente.

El inicio del fin

El conflicto entre ambas partes surgió tras el mes de julio. Aunque Avellaneda hace referencia al inicio de apertura del bar. «El día que plasmaba en el contrato que podía abrir había una plaga de cucarachas y no pude hacerlo», confiesa. Una situación a la que se le puso «rápidamente» remedio y por la que el establecimiento tuvo que posponer su apertura. Cuatro días que «me pertenecían», según indica la mujer. El ayuntamiento ha declarado una situación que «no dependía de nosotros».

Tras este suceso las cosas siguieron funcionando con normalidad. El bar abría diariamente y cumplía unos horarios que con el paso del tiempo, fueron incumpliéndose por parte de la propietaria. «Los vecinos se quejaban todo el rato de que hiciéramos algo», indica Ubaldo Freire, alcalde en aquel momento de Algadefe. El exalcalde asegura que «era una tortura» explicar a todos los vecinos los horarios de apertura y esto generó la primera «brecha» entre ambos. Una reunión «fijó nuevas condiciones» en las que, según las declaraciones del portavoz de la institución se llegó a un acuerdo para que ambas partes generarán un nuevo «compromiso» de apertura. «El pacto se rompió al día siguiente», indica. Una versión que desmiente Avellaneda. «Los horarios cambiaron pero todos los días abría», indica.

Conflictos y discusiones constantes

La situación comenzó a «fracturar» la relación. Facturas que no llegaban, clientes que «se quejaban» de los horarios de apertura y una inquilina disconforme. Las fechas clave de celebración en el pueblo llegaron y San Isidro, celebrado el 12 de mayo del 2023, hizo notable su presencia convirtiéndose en una celebración en la que todos los vecinos participaron. Bebida para todos los habitantes de Algadefe que, según indica Avellaneda, el Ayuntamiento nunca pagó al bar.

«Le pedimos en varias ocasiones que nos entregase las facturas para poder hacer el cargo», explica Jose Manuel Martínez, actual alcalde de la localidad. Martínez denuncia la necesidad de presentar una factura para poder pagar una deuda del pueblo.»En el Ayuntamiento hay que justificar todo tipo de cargo», indica. Algo a lo que, la ex propietaria del bar, asegura no haberse negado a hacer.

El tiempo fue transcurriendo y los horarios siguieron sin mantener unos tiempos de apertura determinados. La notificación de finalización del contrato llegó a las puertas del bar. «Muchos vecinos comenzaron a recibir la notificación de que el bar estaba en busca de nueva persona que lo explotase sin ni siquiera yo haber abandonado el local», indica la expropietaria. Una situación de «humillación» a la que considera no tener necesidad de exponerse. Con anuncios en los que «mal vendía» el establecimiento, cosa que desde la institución niegan totalmente, el alcalde, según la inquilina del establecimiento, esta decidió dejar de pagar el alquiler para «compensar» la deuda de San Isidro.

Deudas enfrentadas

«En ningún momento me negué a pagar», asegura. «Simplemente recalculé la deuda que no me habían abonado y salía perdiendo», concluye. Gastos de luz, agua y recibos del alquiler que se sumaron a una deuda que se le notificó meses más tarde en conjunto a la gerente del establecimiento. Una suma que alcanzaba la cantidad de cinco mil euros y que, esta, vio «injustificable». «Pedí las facturas en reiteradas ocasiones y en ningún momento quise dejar de pagar», indica. Algo que la institución ha asegurado no ser una «problemática» ya que «quien quiere pagar puede hacerlo».

Tras la notificación del fin del contrato estipulado el bar siguió en funcionamiento. «Yo no incumplía ninguna cláusula y por lo tanto, nadie podía obligarme a cerrar», indica Avellaneda.

El bar permaneció abierto hasta el pasado 8 de mayo, 10 días más que lo estipulado entre ambos. «La apertura del establecimiento no pude efectuarla el día que tenía previsto por una plaga que no era culpa mía», indica. Por lo que su cierre se alargó los días que esta no pudo explotar el local.

La relación terminó por fracturarse totalmente y ambas partes no llegaron a ningún tipo de acuerdo. Juicios de valor, que la institución ha negado haber tenido en todo caso, deudas sin pagar, que la expropietaria indica, no negarse a pagar y un bar, que tras su cierre, se encuentra cerrado y sin nuevo propietario a la espera de que finalice una situación que, para ambas partes, es un «infierno».

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