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Cuenta que desde pequeña se sintió atraída por el mundo del campo y recuerda cómo acompañaba a su abuelo en las labores de agricultor. Después, dejó el pueblo para trasladarse a Madrid, donde cursó sus estudios de Administración y Dirección de Empresas. «Por avatares de la vida, volví al campo. Cuando retorné, empecé a estudiar el Grado de Enología, ahí vi una oportunidad y planté 15 hectáreas de viñedo», detalla María Burgos, viticultora de 34 años, que lleva al frente de su explotación desde 2016, con viñedos de la Denominación de Origen Ribera del Duero situados en las provincias de Burgos y Soria.
Concretamente, en la zona entre el municipio burgalés de Santa Cruz de la Salceda y el soriano Castillejo de Robledo. «Mi explotación vitícola está compuesta por 20 hectáreas propias, más diez que gestiono y otras quince a las que hago los trabajos», desvela. Un viñedo que se mueve en una horquilla de un siglo de vida. «Tengo viñas que van desde 1919 hasta 2019, cien años de viñedo», detalla esta viticultora. «Hay algo más de altitud que otros lugares de la Ribera, luego tenemos casi todo en valle, microclimas más específicos y suelos de muchas arcillas con altos porcentajes de cal. Todo ello favorece a otro tipo de aromas y de maduraciones».
Respecto a su filosofía en el trabajo en la viña, defiende que le gusta «dejar que el viñedo se exprese como es, intervenir lo que es necesario, nada más, que la planta me pida lo que hay que hacer en cada momento». De cara al futuro, confiesa que en su mente está dar el paso hacía la elaboración. «Me gustaría hacer mi vino antes de los 40 años», anuncia. «lo tengo estudiadísimo, pero como todo, poco a poco, la intención la tengo».
Sobre la situación actual de la viticultura, María Burgos cree que está en un proceso «de cambio», donde se está apostando por la agricultura 4.0, por la formación y la profesionalización, algo que se «nota en la viticultura y en los vinos». A pesar de ello, lamenta que «todavía queda mucho por hacer» y se perciben notables desigualdades ya que el proceso no es generalizado. «Se necesita más formación continua, más cursos, más cercanía, más ayuda a la restructuración de viñedo, a los cambios de maquinaria, a la implantación de nuevas tecnologías que es el talón de Aquiles…», insiste.
Pone como ejemplo las dificultades para encontrar personal tanto por la escasez como por la falta de profesionales formados. Otro de los problemas actuales, como en la globalidad del sector, se fija en la subida de los insumos. «Poner una espaldera ha subido casi un 60%. A la subida se une falta de ese material, pagas más y no te aseguran que llegue, y lo necesitas porque el campo no para» y lamenta el olvido que a su entender tiene el Consejo Regulador de la Ribera del Duero hacia los viticultores: «Parece que no existimos, que el vino sale directamente de la bodega».
En lo que se refiere a la presencia de las mujeres en el mundo de la viticultura, María defiende «que todavía seguimos siendo minoría». Ampliando el espectro al sector primario en general, lamenta que el papel «de la persona en el campo está denostado y el de la mujer, denostadísimo». A pesar de ello, considera que en sectores más especializados, como en la viticultura, se nota «más aprecio a la mano y la intervención de la mujer». En cualquier caso, desde su experiencia personal de apostar por el sector primario revela: «No me he arrepentido nunca, el campo sujeta la economía y eso hay que entenderlo».
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