Variedades de cereal desarrolladas en el Itacyl. Miriam Chacón

El campo de León no cuenta con explotaciones ni laboratorios que cultiven alimentos transgénicos

La Comisión Europea prohibe su producción y comercialización interna, pero permite su importación | Los agricultores locales piensan que pueden ser la solución ante años tan secos como el actual

Martes, 30 de agosto 2022, 08:19

El campo europeo sigue viviendo de espaldas a la tecnología. Un total de 17 países de la Unión Europea prohiben el cultivo de transgénicos, mientras que los países que sí que los permiten se encuentran con una regulación asfixiante por parte de la Comisión ... Europea, que si bien es cierto que permite la importación de multitud de productos modificados genéticamente, especialmente piensos para alimentar al ganado, no son tan laxos a la hora de su siembra en territorio europeo.

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Los transgénicos gozan de una concepción social muy negativa. La desinformación ha creado una imagen de estos alimentos modificados mediante ingeniería genética que se aleja de la realidad y que los muestra como una especie de mazorca con superpoderes. La verdad es que en el día a día el uso de transgénicos es una constante, aunque no nos demos cuenta: el algodón, la ropa y los jabones incluyen productos transgénicos; asimismo, mucha de la carne que consumimos procede de animales alimentados a base de productos transgénicos como la soja o el maíz.

Ya no hay laboratorios que investiguen

En León no hay una sola explotación agrícola que destine su terreno al cultivo de este tipo de alimentos. Para qué, si no van a poder comercializarlos en el mercado o deberán hacerlo bajo una serie de prejuicios instaurados en el imaginario social que impedirán venta de forma normalizada. «Solo algunas variedades de maíz modificado genéticamente para resistir la enfermedad del taladro se permiten dentro del campo de Castilla y León», explica José Antonio Turrado, secretario general de Asaja en la comunidad. Una plaga que no afecta al territorio leonés, por lo que su producción es innecesaria.

Los únicos transgénicos que han germinado en la tierra leonesa han sido en laboratorios de semillas y con carácter experimental. Unos campos al estar regulados públicamente se conocía su ubicación y llegaron a recibir actos vandálicos por parte de algunos grupos ecologistas, según indican desde el sindicato agrario Asaja. «La Unión Europea se ha posicionado claramente en contra de este tipo de cultivos, por lo que los laboratorios han perdido el interés en seguir investigando si no van a poder comercializar sus variantes para la producción agrícola», explica Turrado.

Seguros, pero resistentes a los herbicidas

El término provincial de León se ha convertido, por tanto, en territorio libre de transgénicos. Algo celebrado por ciertas asociaciones ecologistas, que muestran una posición frontal en contra de la manipulación genética en alimentos destinados para el consumo humano o animal. Como es costumbre, Greenpeace es uno de los prebostes dentro de la oposición a los transgénicos. La agrupación consideran que este modelo de producción «son el máximo exponente del modelo de agricultura industrial» y «agravan problemas como el uso masivo de herbicidas como el glifosato y la consecuente resistencia de las plantas adventicias a estos productos».

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No lo ven de la misma manera la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos, que publicó en 2016 un informe sobre el impacto de los transgénicos durante los últimos 30 años. El informe reflejaba dos aspectos importantes: primero, los alimentos modificados genéticamente son tan seguros como los producidos convencionalmente y segundo, la resistencia de los transgénicos a ciertos herbicidas supone un «grave problema agronómico». En julio de ese mismo año hasta 110 premios Nobel de Física, Medicina, y Química pidieron a Greenpeace y a los gobiernos de todo el globo que abandonen su posición en contra de los organismos modificados con ingeniería genética.

Una desventaja competitiva

La gran incoherencia con la cuestión de los transgénicos es que la UE prohibe su cultivo y venta dentro de sus fronteras, pero a la par permite su importación, provocando así una gran desventaja competitiva entre los productores europeos y sus competidores de otros continentes. Sin ir más lejos, esta pasada primavera la Comisión Europea dio luz verde a algunas variantes de soja, algodón y colza ante la falta de suministros derivada de la guerra de Ucrania.

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«En agricultura los márgenes de beneficios son cada vez más estrechos en todo el mundo; competimos en un libre mercado y contra zonas con grandes extensiones de terreno y energía barata. Nosotros no tenemos ninguna de esas dos cosas, si además ellos tienen la tecnología para reducir los costes, como son los transgénicos, y nosotros no pues la desventaja es tremenda», abunda el secretario general de Asaja Castilla y León.

En este mismo sentido, Turrado apunta a que los mayores beneficiados serían los agricultores de secano: «Si a un productor de cereal le ofreces una semilla que aguanta mejor el estrés hídrico y que le va a permitir conseguir entre 500 y 1.000 kilos más de producción, ninguno se va a negar a ello».

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Competir en igualdad de condiciones

Y es que en León no hay grandes problemas de plagas o resistencia a malas hierbas, los dos grandes enemigos, junto a la sequía, que tiene el agricultor. No obstante, la llegada de la siembra de alimentos modificados genéticamente no solo pondría a los productores locales al mismo nivel que sus homólogos americanos o asiáticos, si no que, a juicio de Asaja, «serían necesarios menos herbicidas, menos abonados y menos uso de agua para el regadío».

A pesar de las muchas ventajas que las organizaciones agrarias y productores locales dicen que tendría la entrada del mundo transgénico al campo leonés, estos mismos organismos no se muestran muy esperanzados de que la Unión Europea dé su brazo a torcer en un corto periodo de tiempo: «La sociedad ha sido convencida de que la modificación genética de las plantas es mala, y la Unión Europea atiende esa demanda ciudadana», comenta José Antonio Turrado.

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Los agricultores leoneses y los sindicatos que les representan defienden que se permita el avance tecnológico bajo «un marco de seguridad sanitaria y medioambiental».

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