Los ganaderos se reivindican con su trabajo

El ganadero de Ciudad Rodrigo Miguel Ángel Flores explica el proceso de cebo en su explotación, que comienza una vez que se desteta a los animales y pierden la querencia de la madre. «El siguiente paso es adaptarlos al pienso y una vez desparasitados los soltamos a un cercado hasta que tienen 12 meses y unos 450-500 kilos. Después los introducimos en las naves los tres o cuatro últimos meses de cebo». Tras estar en el campo en un régimen que se podría considerar como semi extensivo «en las naves se les da su espacio, donde nunca les falta paja, pienso y buena cama».

Flores piensa que la sociedad, en general, «está concienciada de que los animales se crían en buenas condiciones, y más en la Unión Europea». Aprecia que España «es el país donde más normativas hay, en el caso de las materias primas está muy claro lo que puede llevar el pienso y de hecho, ha habido algunos aditivos que con el paso de los años se fueron prohibiendo». El ganadero se refiere a aquellos que hacían que el ganado asimilara mejor la comida, «ahora es un pienso prácticamente natural, tardan un par de meses más en cebarse, por lo que se incrementa el coste de la ceba».

Este tipo de vacuno de carne, principalmente el macho, se destina en un 70% a la exportación. «Estamos siempre en el punto de mira y solo hace falta que vaya el ministro a un periódico inglés a decir mentiras. En todas las granjas españolas se cumplen todo tipo de normativas, que van desde la alimentación al bienestar animal».

Otra parte muy importante de su explotación es totalmente en extensivo y muestra en la finca Melimbrazo, en el término de El Bodón, un lote de vacas paridas de raza limousin. «Les damos una ración diaria de pienso de unos tres kilos por vaca y 10 kilos de forraje», añade. «Hay que suplementarles con más pienso por la cría, por eso están separadas de otros lotes».

Su explotación tiene carácter mixto y también siembran algunos cultivos para que las vacas pasten a diente durante muchas más épocas del año, algo que «antes era impensable, ahora han evolucionado las semillas y hay otras que vienen de fuera, trabajamos bastante con el ray-grass (forraje) que ya han estado comiendo». Solo este grupo de vacas paridas suma 50 cabezas repartidas en 60 hectáreas.

Porcino en aumento

El aumento del número de granjas de porcino ha puesto de moda el término macrogranja, una figura que, realmente, no está recogida en la legislación. «No puedes meter todas las cerdas que quieras, eso está legislado, y dependiendo del volumen se precisan mayores requisitos, entre ellos, los de impacto ambiental», aclara Jesús García, propietario de una explotación de porcino en Muñoz, en la provincia de Salamanca, en la que conviven una granja de reproductoras y cerdos en extensivo.

«El agua y las contaminaciones están legisladas, se calculan los residuos en función del número de animales y en base a eso, tienes una balsa. Nosotros utilizamos el purín para nosotros y para otros agricultores de la zona como abono», asegura.

El proceso de las granjas es cíclico. Cuando se desteta un lote de cerdas a la semana salen a celo y se las insemina, a los 28 días se las hace una ecografía para confirmar que están preñadas y si es así, unos 114 días después paren. Hasta que se confirma la gestación están en jaulas y luego se las saca a unos parques hasta una semana antes de parir que van a la zona de partos. Los lechones se trasladan a la sala de destete, donde permanecen seis semanas y con unos 23 kilos van a los cebaderos o al centro de recría».