Rosa Arranz | Agricultora y ganadera de porcino

SOMOS CAMPO 15 DE MAYO 2023

«Deberíamos ser más racionales y sensatos en el uso de los recursos»

Rosa Arranz tiene 58 años y lleva 32 viviendo en Olombrada, un pueblo de la provincia de Segovia de unos 500 habitantes. Desde entonces colaboraba con su marido en el campo y la ganadería, hasta hace unos 15 años, cuando comenzó su trabajo como colaborador necesario en la explotación. Cuentan con una granja pequeña, familiar, con unas 30 ó 40 madres, cifra que va oscilando, con las que crían cochinillo marca de garantía de Segovia. Además, cultivan unas 80 hectáreas de una explotación de trigo, cebada, girasol, alfalfa…

Cultivos que se están viendo afectados por la sequía «de forma exagerada», a lo que se suma que con la nueva PAC «este año tenemos menos margen de maniobra». Así, por ejemplo, el girasol, que tendría que estar sembrado a principios de mayo, «seguramente no va a nacer, es tirar la semilla y es tirar el dinero, pero la PAC nos obliga, no podemos decidir que para no perder dinero no sembrar, así que lo tenemos muy complicado y es muy angustioso», apunta, señalando que esta sequía puede que dé al traste con el 80% de la cosecha de cereales.

En su caso, están regando donde pueden, en dos tierras de trigo donde tienen pozos, después de que este mismo año han realizado una inversión en otro cañón de riego para ser más eficientes.

También se está viendo afectada toda la ganadería, por el incremento de los precios de los piensos, que ya venía siendo importante desde la crisis por la pandemia de la covid, por lo que ha habido muchas explotaciones, familiares sobre todo, que han ido cerrando «y eso ha supuesto tener menos huevos, menos leche, menos carne y el incremento de precios al consumidor. Ahora, en estos meses, vamos a ver cómo faltan productos», detalla Arranz, que explica que en su caso, el cochinillo se ha recuperado bien tras el bajón de la pandemia, gracias a que los turistas siguen acudiendo a Segovia a comerlo, ya que su sector depende mucho de la hostelería. También ellos han visto aumentados los costes tanto de la energía, que necesitan para calentar en invierno las salas, como de los piensos que hay que utilizar.

Arranz asegura que la guerra de Ucrania sigue generando cierta incertidumbre, no solo en el sector agrícola, y augura que las expectativas de mala cosecha no tendrán mucha repercusión en el trigo, que llegará de los países del este o del otro lado del Atlántico. Para ella, lo mejor en estos momentos es actuar «con mucha calma, mirando muchísimo los costes de producción, aunque no se puede ahorrar en gasóleo o en la comida que damos a las cerdas», pero sí analizando otros que pueden ser más prescindibles.

Respecto a la posibilidad de cultivos alternativos, apunta que en esta zona se ha experimentado con frutos secos y pistacho, pero al cabo de los años «se ve que todo depende también del agua» y reflexiona que agricultores y ganaderos tienen que asumir que el agua es un bien escaso, «que nos pertenece a todos», animando a conformarse con una granja o un campo suficiente «para mantenernos nosotros, a nuestra familia y tener unas expectativas dignas», ya que de lo contrario, las generaciones futuras «lo van a pasar muchísimo peor que nosotros».

«Son tiempos de reflexión por esta sequía, por el cambio climático, por la guerra, y lo son porque nos estamos jugando no ya nuestro presente, sino el futuro nuestro y de nuestros hijos e hijas». Para ella, habría que ser más serios con cómo se utilizan los recursos, siendo más racionales y sensatos en su uso. Además, «pediría al Ministerio de Agricultura que la Ley de Cadena Alimentaria se tomara en consideración real. Si se hiciera funcionar, nos beneficiaría a todos, no solo a los que producimos, sino también a los consumidores».

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