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José Antonio Guerrero, Ñito Salas y Leticia Aróstegui (gráficos)
Madrid
Sábado, 21 de octubre 2023, 13:01
La mano incorrupta de santa Teresa de Jesús conduce cada día a decenas de peregrinos hasta un pequeño monasterio de las carmelitas descalzas en Ronda atraídos por la legendaria reliquia de la mística de Ávila. Es la misma mano izquierda (a la que le falta el dedo meñique) junto a la que dormía Franco en El Pardo y que, a la muerte del dictador, fue devuelta al convento malagueño de donde la habían robado milicianos de la CNT al estallar la Guerra Civil.
Enfundada en un guante de plata, a la joya de la abadía rondeña se le atribuyen poderes sobrenaturales. Y en los últimos años es especialmente venerada por mujeres con problemas de fertilidad que desean quedarse encinta.
«Tenemos un álbum lleno de fotos de niños y algunos muy milagrosos, como el bebé de una mujer de 46 años que llevaba 25 de matrimonio sin quedarse encinta», cuenta orgullosa sor Jennifer, la priora, una dicharachera gibraltareña que reza para que la santa les eche ahora una mano y obre otro milagro, la 'fertilidad' del propio monasterio, que pueda seguir vivo con sus monjas de clausura pero no clausuradas, con sus puertas abiertas de par en par en vez de engrosar la lista negra de cenobios que echan el cerrojo para siempre, una veintena cada año, según la Conferencia Episcopal.
La pequeña comunidad contemplativa que habita este convento fundado en 1924 la conforman cuatro monjas de otras cuatro nacionalidades distintas: la hermana Isabel, malagueña de 83 años; sor María José, vietnamita de 43; la hermana Teresa, keniata de 60; y la británica sor Jennifer, de 62, al frente de la tropa desde que la covid empezara a hacer estragos y la 'familia' quedara reducida a las cuatro 'descalzas', una de ellas con problemas de senilidad.
«Llegamos a estar 16», recuerda la superiora, muy consciente de que sobre las viejas piedras del inmueble del siglo XVI planea la directriz de Roma de clausurar las abadías con menos de seis religiosas.
Número de monjes y monjas por cada monasterio
Cuando hay menos de 6, el monasterio tiene que cerrar
2013
12,6
2014
11,2
2015
11,1
2016
11,5
2017
11,5
2018
11,7
2019
11,6
2020
11,5
2021
11,5
2022
11,1
Número de monjes y monjas por cada monasterio
Cuando hay menos de 6, el monasterio tiene que cerrar
2013
12,6
2014
11,2
2015
11,1
2016
11,5
2017
11,5
2018
11,7
2019
11,6
2020
11,5
2021
11,5
2022
11,1
Número de monjes y monjas por cada monasterio
Cuando hay menos de 6, el monasterio tiene que cerrar
2013
12,6
2014
11,2
2015
11,1
2016
11,5
2017
11,5
2018
11,7
2019
11,6
2020
11,5
2021
11,5
2022
11,1
Número de monjes y monjas por cada monasterio
Cuando hay menos de 6, el monasterio tiene que cerrar
2013
12,6
2014
11,2
2015
11,1
2016
11,5
2017
11,5
2018
11,7
2019
11,6
2020
11,5
2021
11,5
2022
11,1
«Es verdad que en solo unos meses hemos bajado a cuatro, pero un convento no se puede cerrar de la noche a la mañana. Estamos en un proceso indefinido, pero no permanente. Nos van a dejar un tiempo prudencial a ver si esto remonta», confía sor Jennifer, que se multiplica en sus mil quehaceres para compaginar la vida espiritual (misa, rezos, lectura, adoración al Santísimo, meditación...) con la real (administración, compras, pago de las facturas, atender el teléfono, ayudar en el torno, elaborar sus famosos dulces y hasta hacer de enfermera). Todo para tratar de que no se note que allí hay más oficios que manos. «A las doce tendríamos que estar en la cama, ¡pero siempre hay cosas que hacer!».
La avanzada edad de las religiosas y la falta de nuevas vocaciones empujan al cierre de decenas de conventos en España, una 'potencia' en monjas de clausura que va a menos. Aquí se levanta uno de cada cuatro monasterios femeninos del mundo, pero en apenas una década han desaparecido 153. Aunque aún quedan 712 santuarios activos, la España de la iglesia vacía se extiende como una sombra ante el envejecimiento de sus comunidades y la ausencia de relevo generacional.
Número de monasterios en 2022, según sexo
677
35
monasterios masculinos
monasterios femeninos
7.440
454
religiosas
religiosos
11 monjas por cada monasterio
13 monjes por cada monasterio
Número de monasterios en 2022, según sexo
677
35
monasterios masculinos
monasterios femeninos
7.440
454
religiosas
religiosos
11 monjas por cada monasterio
13 monjes por cada monasterio
Número de monasterios en 2022, según sexo
35
677
monasterios masculinos
monasterios femeninos
454
religiosos
7.440
religiosas
11 monjas por cada monasterio
13 monjes por cada monasterio
Número de monasterios en 2022, según sexo
677
35
monasterios masculinos
monasterios femeninos
454
religiosos
7.440
religiosas
11 monjas por cada monasterio
13 monjes por cada monasterio
Algunas de estas cápsulas del tiempo tan ricas en historia y arte resisten con comunidades minúsculas y otras han tirado la toalla. Por ejemplo, el monasterio de San Plácido, en el barrio madrileño de Malasaña, colgó los hábitos el pasado mayo tras cuatro siglos de vida monástica. En él moraban diez benedictinas antes de la pandemia, que pasaron a cinco en 2022, –casi todas nonagenarias–, sin suplentes a la vista y con un problema añadido: no aceptaban a religiosas que no hubiesen nacido en España.
Evolución desde 2013
Fuente: Conferencia Episcopal Española
No es el caso de la comunidad de sor Jennifer, que existe gracias a extranjeras como ella. El trío guiri hace de todo y lleva el peso del obrador, donde elaboran los dulces caseros que venden para sufragar los gastos. La carta es de las que hacen la boca agua: magdalenas, pastas, roscos de San José, cortadillos, coquitos, mantecados, bizcochos, tortas, hojaldrinas, pestiños... y las yemas de Santa Teresa, que compiten en el paladar con las famosas yemas del Tajo, las típicas de Ronda.
De la artillería repostera, sor Jennifer escoge sus deliciosas lenguas de gato, pero a 2 euros y pico la docena no parece que les salga muy a cuenta, aunque no planea subir el precio. «Todo está muy caro, el aceite, la harina, los huevos... pero la gente merece poder comerse un dulce ¿no?».
–¿Y cómo van tirando?
–Ni idea, por una misericordia que alucino. No debemos nada a nadie. No me digas cómo lo hacemos, porque no estoy muy segura. Pero el Señor tiene la mano puesta. La gente es generosa. Si algo vale 5,50, te dan 6 euros y te dicen que te quedes con el cambio. Son 50 céntimos y así vamos tirando. Los de Ronda y los de fuera, todos son muy buenos y tienen miramiento por las monjas».
Por si le faltaba algo, la afanosa priora se ha metido ahora a confeccionar collares con crucecitas y pulseras con nudos de San Francisco. «Si es un euro, un euro que entra. Si no se hace, no entraría», dice resuelta.
Últimamente el convento no deja de recibir visitantes extranjeros. Recientemente estuvo el exministro de Defensa británico, Michael Portillo, una celebridad por sus documentales de televisión que combinan turismo y viajes en tren. Portillo, hijo de un republicano español exiliado en Inglaterra y con residencia en Carmona (Sevilla), llegó al monasterio atraído por la mano de la santa andariega y con idea de contar su historia en una serie de reportajes sobre España. «La gente llega preguntando por el brazo de Santa Teresa. Yo ya no les corrijo. Aquí tenemos la mano de la santa, ¡la-ma-no! Su brazo con el resto del cuerpo incorrupto se conserva en el monasterio de Alba de Tormes», explica Jen, como la llaman sus amigas de su Peñón natal, donde era una joven y despreocupada 'llanita' que nunca imaginó que la fundadora de las carmelitas descalzas se iba a cruzar algún día en su camino.
Nacida en una familia gibraltareña de origen griego por línea materna (su segundo apellido es Licudis), la actual sor Jennifer del Corazón de Jesús era una adolescente a la que le encantaba la pesca submarina, que no se perdía una fiesta de las que montaban en plan 'british' los clubes sociales de La Roca y que había abandonado el colegio a los quince años «porque no soportaba» ni la escuela ni los maestros. «Quería la independencia, y mira qué bien ¡me metí tras las rejas, más independiente imposible!, jajaja».
Recuerda también que aunque practicante, no era nada devota. «Yo pasaba por la misa pero la misa no pasaba por mí». Hasta que la invitaron a un retiro espiritual al que acudió un fin de semana para dar plantón a un candidato a noviete. «Era un muchacho que me gustaba y me fui al retiro solo para que me echara de menos, jajaja». Aquella escapada «sin vocación» cambió su rumbo vital. «Encontré lo que estaba buscando, la verdad de Dios».
Tras unos años que ella califica de «rodaje» en los que la fe, como un bumerán, iba y volvía, Jen se fue empapando de la espiritualidad de Santa Teresa y de su alma gemela, San Juan de la Cruz, hasta decidirse a tomar los hábitos. «Me iba para Londres, a las Carmelitas Descalzas de Notting Hill (el popular barrio que da nombre a la película que inmortalizaron Hugh Grant y Julia Roberts), pero un sacerdote me habló de la comunidad de Ronda. Mi idea era marcharme a Inglaterra porque me manejaba mejor en inglés y pensaba que, como tuviera que estudiar en español, me iba a morir, pero no fue así».
Jennifer, que no ha cambiado de nombre al hacerse monja, aterrizó en Ronda con 24 años y lleva 38 en el convento, los últimos tres como jefa. «Cuando me eligieron pensé que era un disparate. Yo me reía, pero me decía 'el Señor sabrá lo que hace». ¿Y qué pasó con aquel chaval al que dejó plantado en aquel club social? «Mis amigas me escribían que todavía estaba soltero, jajaja».
La superiora tiene ahora tarea por delante para mantener abierto el que ha sido su único 'hogar' desde 1985. No pierde la esperanza de llegar al menos al 15 de octubre del año que viene, cuando el convento cumplirá su centenario desde su fundación, el día de Santa Teresa de 1924.
«Ya suplicaré para que me dejen abierta un tiempo larguito», anhela sor Jennifer, que también alega razones humanitarias por la memoria líquida de sor Isabel, la monja octogenaria. «Lleva aquí más de 60 años y sabe dónde está su celda, dónde rezamos, dónde está la misa, dónde se come... este es un convento chiquitito, si la cambias a otro más grande, me la pierdes». Por sor Isabel la abadesa está dispuesta a sacrificarse, a buscar dinero y vocaciones de debajo de las piedras, aunque admite que la decisión no es suya. «El Señor nos ha ayudado y espero que nos siga ayudando porque este convento está muy vivo».
Tan vivo que reciben un goteo diario de 300 peregrinos queriendo ver la mano de Santa Teresa, y con el abrazo de Ronda, cuya población se sigue volcando con sus 'descalzas' (hay otros dos conventos de clausura) al igual que ocurre en Gibraltar, donde venden los dulces monacales. Cuando algún llanito se deja caer por allí, Jennifer afila le lengua de Shakespeare, que la habla con el acento de una lady de Chelsea, y se pone al día o comparte preocupaciones derivadas de su reciente operación de hernia... ¡y del Brexit!. «Ay el Brexit, madre mía. Lo paso mal. Después de 28 años en Ronda, me dieron la residencia permanente en España y ahora me la han quitado y tengo que volver a hacer los papeles, ¡un engorro esto del Brexit!», ríe.
La priora ha tenido que responder muchas veces a si se siente española o británica, si es más de Felipe VI o de Carlos III. «Sin ánimo de ofender, me siento gibraltareña. Pero tengo que decir que Ronda me ha acogido con un cariño increíble y eso que seguimos bromeando con que si Gibraltar español y todas esas cosas... Nos reímos mucho, pero no me meto en política», dice con mano izquierda, la misma de Santa Teresa que sor Jennifer custodia, la misma sacará a relucir para mantener su convento 'open'.
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