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sARA I. Belled / A. Azpiroz
Jueves, 25 de junio 2020
Los rebrotes son inevitables y del esfuerzo por tratar de mitigarlos depende ahora la evolución del coronavirus en España. El pasado 21 de junio terminó el estado de alarma y desde entonces todas las comunidades han dado parte a Sanidad de algún nuevo foco. Las residencias, el sector hortofrutícola asociado a los temporeros, el ocio nocturno, pero también el familiar han sido protagonistas en esta nueva fase de la epidemia en la que cada provincia, y cada región, dibuja una curva epidémica que ha de doblegar.
Con los datos que publica el Instituto de Salud Carlos III a través de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica y que actualiza cada semana (estos siguen siendo provisionales, pero revisados respecto a los de las notas diarias de Sanidad), se observa que es Madrid el territorio que más casos está detectando en este momento. Al principio de esta segunda fase de la pandemia, llamó la atención el gran incremento de contagios que desarrolló Aragón, con Zaragoza a la cabeza. Sin embargo, la región ha recuperado el control de la curva.
Las autoridades sanitarias se esfuerzan en la detección temprana de los rebrotes, que Sanidad considera como «cualquier agrupación de tres o más casos confirmados o probables con infección activa en los que se ha establecido un vínculo epidemiológico». Se cuentan por decenas o cientos dependiendo de la comunidad.
Con una menor presión del sistema sanitario, en muchas regiones se ha incrementado el número de test realizados. Es lo que se ha denominado 'rastreo'. Esto ha hecho crecer la curva de contagiados, que no de fallecidos. Incluso algunas zonas volvieron momentáneamente al confinamiento para intentar detener las infecciones, como ocurrió en la provincia de Lleida o en A Mariña, Lugo, o retrocedieron o de fase, como en Aranda de Duero, Burgos, o en Totana, Murcia.
De hecho, el confinamiento general ha terminado, pero podría volver, y con peores consecuencias seguro, en caso de que los rebrotes por el coronavirus se extiendan hasta el punto de provocar una segunda gran oleada de contagios, y muertes. Este escenario es la peor pesadilla, pero entra dentro de lo posible. Ya se han dado significativos conatos de rebrotes en otros países como China, Corea del Sur o Alemania. América, por contra, se ha convertido en el epicentro de la enfermedad.
Por ello, todos los esfuerzos por tratar de mitigar la propagación del virus son bienvenidos. Sobre todo a la espera de la vacuna o la todavía lejana inmunidad de grupo, aquella que los expertos cifran por encima del 50% de personas con anticuerpos y que en España se queda en un 5%, según el último estudio de seroprevalencia.
Por el momento, las mascarillas estarán presentes en el día a día de cada uno. Tras los titubeos iniciales, el Gobierno dictó la obligatoriedad de portarlas en los espacios cerrados. Si bien es necesario destacar que por si solas estas no pueden evitar el contagio en caso de mal uso o no respetar unas medidas de precaución, como el lavado de manos y respetar la distancia social.
El objetivo es evitar que el virus vuelva a circular libremente por el país. Preocupan los posibles contagios importados, pero lo que se advierte es que la principal responsabilidad es la personal. Es decir, la de cada conciencia individual para no contagiar a familiares y amigos, a los que se podría provocar la muerte. Hasta la fecha, el coronavirus se ha saldado con al menos 28.000 muertes en España, según el conteo de Sanidad.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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