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Dejó Madrid hace doce años para instalarse en Atlanta, luego en Singapur, y coger las riendas de la dirección mundial de Márketing de Coca-Cola. Desde hace año y medio las tensa y las afloja para Hewlett-Packard, HP, la compañía tecnológica que hace ocho ... décadas fundó Silicon Valley. Mitad española, mitad danesa, las instrucciones de Cristina Bondolowoski (1971) viajan a diario a todos los rincones del mundo a través de routers, repetidores y cables transoceánicos desde su casa de Palo Alto, el cotizado pero informal barrio al norte de la bahía de San Francisco donde residen los cerebros planetarios de la telemática. El maldito coronavirus tiene bastante que ver.
Hace ya casi tres semanas la compañía nos dijo «si no estáis a gusto viniendo a la oficina y estáis más tranquilos en casa, quedaos allí».Yo decidí hacer lo segundo. Me parece más seguro y estoy habituada a trabajar en remoto.
6.30 horas. Aquí el día empieza muy pronto. Lo habitual es tener la primera reunión a las 8.00, aunque con el confinamiento ha habido tentativas de empezar a las 6.30. He dicho que ni hablar.
7.00 horas. Me visto. Nada de arreglarse. Una camiseta marinera y listo. En California la gente es súper informal. Mark Zuckerberg y todos los fundadores de las compañías aquí van con una sudadera con cremallera y vaqueros. Como mucho se ponen el chalequito de guateado de Patagonia. Aquí nadie te juzga por cómo te vistes. Te valoran por tus ideas.
8.00 horas. Hoy tengo la reunión trimestral con mi equipo. 300 personas. Lo hacemos vía Zoom en dos sesiones. Por la mañana, con 200 y con el resto por la tarde, por las diferencias horarias y para respetar los tiempos de la familia. Son de India, Alemania, Perú, Canadá, África, Turquía, los Países Nórdicos... Todos tiene que tener claro que hay que adaptar la comunicación al panorama de crisis y transmitir a la sociedad el mensaje de que entendemos su situación y que estamos para hacerles la vida más fácil.
6.30 horas. Me levanto en silencio. Todos duermen. Mi marido, Carlos, y mis hijos Daniel, de 15 años, y Helena, de 13. Nicolás, el mayor, se quedó en Atlanta, donde vivíamos hasta el verano, para terminar allí su high school. Desayuno con Cooper, mi perro, una mezcla de caniche y golden retriever. Le adoro.
7.20 horas. Enciendo el portátil. Empieza lo que aquí llamamos un 'back to back': una reunión de una hora, otra de media hora, media hora, media hora... Todas ocurren extremadamente puntuales. Si llegas 3 minutos tarde te tienes que justificar. Hay días que encadeno fácilmente dieciséis. Muchas son internas, pero también con los partners, Microsoft, Google, Windows, Intell...
18.00 horas. Salgo a correr. Aquí todavía está permitido, pero hay que guardar la distancia de seguridad. Paso por la casa de Larry Page. Enfrente vive la viuda de Steve Jobs. Nadie diría que ahí vivió uno de los grandes genios de este siglo. Es muy sencilla. Nada pretenciosa.
18.40 horas. Mi Apple watch me indica que he hecho seis kilómetros. Suficiente. Me voy a casa y abro mi Coca Cola cero. Es mi momento de relajación.
6.00 horas. Llamo a mi madre, Josefina, y a mi padrasto, al que considero como mi padre. Viven en Madrid y no paran. Ahora están en su casa de Marbella. También llamo a Katia, mi hermana. Vive en Ibiza. Tiene una cadena de tiendas de ropa. Las ha tenido que cerrar. Está preocupada...
7.10 horas. Un poco de yogur con granola y a trabajar.
9.00 horas. Me conecto con mi presidente. Es español. Enrique Lores. Lleva cinco meses en el cargo. Es un fenómeno. Empezó de becario en España.
19.30 horas. Mi marido y yo nos turnamos para preparar la cena. Era director financiero en España. Ahora lleva desde aquí un negocio que emprendió en Singapur. Hoy me toca. Preparo salmón, patatas al horno y coles de Bruselas.
21.00 horas. Jugamos en familia al Rummikub, un juego de mesa de números y vemos las noticias en la CNN o la NBC. En hora y media estamos todos durmiendo.
12.00 horas. Tomo una ensalada rápida. Me salta una alerta en Twitter. Trump. Está muy asustado. Se está dando cuenta de que la pandemia va a tener un impacto brutal en la economía. Sobre todo, en los puestos de trabajo. Aquí el desempleo no llega al 5% y temen que ahora pueda dispararse al 20%, algo con lo que este país no saben cómo vivir.
12.30 horas. Videoconferencia con Barcelona. Allí tenemos un gran centro de impresoras y de innovación en 3D. Estamos trabajando en la impresión de ventiladores y pronto empezaremos con las mascarillas. En vez de preocuparse hay que ocuparse.
18.15 horas. Disfruto de nuestro pequeño jardín. Los de aquí dicen que tienen un clima mediterráneo. He plantado un limonero, un cerezo, un naranjo y una higuera.
6.45 horas. Veo en Twitter a la gente en España aplaudir en los balcones. Es lo más bonito. No se ve todos los días al ser humano mostrando su mejor parte.
17.40 horas. Salgo a andar en bicicleta por el barrio. Cada día cumplo religiosamente con 30 o 45 minutos de deporte. También practico tenis, pero han cerrado las pistas de Palo Alto.
18.15 horas. Paso por el súper. No hay huevos. El arroz blanco falta desde hace tres semanas. Los pocos clientes que hay nos miramos como sospechosos.
20.30 horas. Ojeo revistas de decoración y arquitectura. Soy una arquitecta frustrada. Me dijeron que era una profesión extremadamente dura para una mujer. Jamás le diré algo así a mi hija. El marketing es lo más parecido que encontré. Ambos son una mezcla de arte y ciencia. Hay que saber de emociones y de números.
21.00 horas. No salimos a cenar. El fin de semana no iremos a ver a Daniel jugar al fútbol ni a Helena a montar a caballo... Tal vez haga arroz con leche. La última vez me quedó bueno.
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