álvaro soto
Domingo, 12 de diciembre 2021, 00:12
Pablo de Lora, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, reflexiona en sus libros sobre las implicaciones de la identidad de género en el armazón jurídico y cultural. Sus dos últimas obras, 'Lo sexual es político (y jurídico)' y la ... más reciente 'El laberinto del género: Sexo, identidad y feminismo', ambos publicados por Alianza Editorial, abordan esta cuestión, pero no han escapado de la polémica. En diciembre de 2019, una intervención de De Lora en la Universidad Pompeu Fabra derivó en un boicot alentado por activistas trans.
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-¿Qué ocurrió en Barcelona?
-Fui invitado a una ponencia en un seminario internacional que organiza la Universidad Pompeu Fabra porque yo había escrito el libro 'Lo sexual es político (y jurídico)'. En los días previos al seminario, alguien me informó de que circulaban algunos tuits de personas escandalizadas por mi presencia y porque yo fuera a hablar de cuestiones de género sin pertenecer al colectivo LGTBI. Al principio, pensé que no tenía demasiada importancia, pero cuando se acercaba el seminario, me di cuenta de que el asunto tomaba entidad. El día anterior, me contaron que un estudiante se había dirigido a la llamada Unidad de Igualdad de la universidad pidiendo mi desinvitación y que se le invitara a él como poneente porque sí es trans. Después de algunos tejemanejes y de que se aceptara que ellos pudieran protestar durante el seminario para después poder seguir con las ponencias, cuando llegó el momento de mi intervención, apareció un grupo de estudiantes a los que se le unió una profesora, que comenzó a repartir pasquines que decían: 'Fuera Pablo de Lora, fuera machistas de la universidad'. A partir de ahí, todo es lacerante, hostil, un ridículo escénico. Aquel evento académico su fue convirtiendo en una asamblea y yo decidí irme, entre otros motivos, porque perdía un tren. Lo que más me dolió, porque no hay precedentes en la democracia, es que un académico, en este caso, académica, impida que otro hable. En mi departamento yo no podría trabajar con un colega que se dedica a escrachar a otro por no compartir la misma opinión sobre un asunto. La Pompeu decidió abrir un expediente y en algún momento se planteó la posibilidad de una expulsión, pero todo quedó en una pantomima.
-¿Cómo se define usted políticamente?
-Ufff (silencio) Son un librepensador, con una sensibilidad igualitaria, por no decir socialdemócrata, que me ha acompañado siempre, pero que la experiencia vital ha matizado: nos hacemos mayores y comprobamos el alcance de los horizontes utópicos. Pero basicamente soy un liberal con gran sensibilidad por la igualdad y si algo me caracteriza es mi absoluto rechazo a los 'packs' ideológicos, a las listas de la compra, a las capillas ideológicas, algo propio del tardofranquismo. Si eras de izquierdas, tenías que odiar el cine americano y no podías ser del Real Madrid.
-¿Odia usted a los transexuales?
-¿Yooo? En absoluto, son personas que merecen el mismo respeto que cualquier otra, aunque creo que muchas de sus reivindicaciones están profundamente equivocadas.
-¿Es usted un radical?
-Yo he defendido a Vox en algunos asuntos porque considero que tienen razón, igual que digo que su posición contraria a la prostitución o los vientres de alquiler los acerca muchísimo a un sector importante del feminismo. No me parece que se me pueda encasillar fácilmente como radical. No creo en los derechos de grupos, colectivos y naciones y pienso que los individuos somos centros de imputación moral, en eso soy radical. Pero soy agnóstico, si no ateo, opino que en el espacio público las consideraciones basadas en la fe no tienen relevancia. Eso me hace incompatible con las personas de derecha. Ah, y también soy antitaurino y de hecho, hablé en el Parlamento catalán sobre los toros.
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-¿Por qué motivos cree usted que fue boicoteado?
-Esa gente tiene una sensibilidad exacerbadísima, equivocada, y una ignorancia enciclopédica. En el debate público hoy en España mis opiniones están canceladas porque enseguida la discrepancia se torna en otro tipo de argumento no académico. Me dicen: 'Con tu objeción estás vulnerando mis derechos básicos humanos y además, contribuyes a provocar un sufrimiento en las personas que tienen un problema de disforia de género o de canalización de su identidad de género autopercibida que les puede llevar al suicidio'. Eso es chantaje. Ellos creen que si yo digo que no hay un derecho humano a la identidad de género, que no me parece claro que se deban permitir los tratamientos hormonales en los adolescentes, que las personas que se reclaman mujeres y hombres trans son biológicamente lo que son y que otra cosa es la institucionalidad de esa condición o la concepción institucional que le queramos dar, todo eso es cancelable porque contribuye a la desazón de determinados individuos. Eso no puede ser, de la misma manera que cuando discutimos sobre los límites de la libertad de expresión sabemos que las víctimas de ETA pueden sentirse mal. Ya, pero es el juego democrático. Ni las víctimas ni las personas afectadas ni nadie que sienta de esa manera tan íntima las consecuencias de ese debate puede tener una carta de triunfo, basada en sus sarpullidos, que bloquee el debate. Eso no puede ser. Anda que no hay colectivos que soportan mofas, como los católicos...
-Usted ha defendido que el autobús de Hazte Oír tiene derecho a circular.
-Es un ejercicio de libertad de expresión que sólo puede ofender a quien equivocadamente piensa que el dimorfismo sexual no existe. Es una proclama que objetivamente no es ofensiva. Alguien puede pensar que teniendo pene se siente una niña, pero la reaidad es que tener pene es una de las circunstancias que te hacen varón. No hay en ese mensaje nada objetivamente ofensivo y no podemos tasar las ofensas en que alguien se sienta ofendido. Aquí el chantaje es que los niños o niñas se pueden suicidar. Pues si se pueden suicidar, lo que necesitamos es un mejor tratamiento psicológico.
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-¿Qué opina de la autodeterminación de género?
-La autodeterminación de género quiere decir que uno figura en la vida civil identificado con el sexo al que siente que pertenece, independientemente de su condición biológica. Pero el sexo biológico es determinante. Los hombres producimos más testosterona, lo que incide en nuestra masa muscular, vigor, y eso es determinante ante una competición deportiva o una prueba física para ser policia o bombero. Inscribimos el sexo en el registro civil porque la segregación de sexos importa, todavía hoy, y más en el pasado: ha sido una condición para la distribución de roles. Ser mujer ha importado, para ser discriminada, para no poder votar, para pedir una licencia marital. ¿Sigue siendo igual de determinante? Mucho menos, pero esa odiosa discriminación basada en el sexo solo se corrige realizando algún tipo de discriminación positiva, teniendo eso en cuenta para el beneficio de las mujeres. Si uno dice a pura voluntad en el registro civil que es hombre o mujer, esas medidas de discriminación positiva, que en todo caso deberían ser temporales, se evaporan. Cualquier estadística que enarbola la lucha feminista está basada en el registro civil, y no en que uno se sienta hombre o mujer. La brecha salarial, las mujeres que mueren a manos de sus parejas... A esa víctimas no se les pregunta si se sentían hombre o mujer o si se habían autodeterminado. Ya empiezan a aparecer casos llamativos. En Argentina, un varón llamado Sergio Lazarovich se cambió en 2018 de nombre y de identidad de género y poco después solicitó la pensión de jubilación, que en los hombres está marcada a los 65 años y en las mujeres, a los 60. Así, él se jubiló a los 60. Es uno de los muchos fraudes posibles.
-¿Cómo se debe tratar la autodeterminación de género?
-De la misma manera que existen canales de distribución de información peligrosa sobre los trastornos de la conducta alimentaria, y que el poder público hace bien en impedir (no es tolerable que youtubers anoréxicas influyan sobre pautas alimentarias), lo mismo debe ocurrir en la autodeterminación de género. Normalmente, el imaginario cultural y mediático solo expone las historias bonitas, pero tenemos que conocer el otro lado. Ya hay recorrido histórico para saber que una parte de las personas que se han sometido a hormonación y cirugía después se han arrepentido y han querido 'detransicionar'. Yo creo que es un desastre, en términos de salud pública, que una niña de 13 años empiece a tomar bloqueadores puberales y es un desastre también que la nueva ley que se nos viene encima imponga a los padres reticentes cargas absolutamente inaceptables. Yo creo que eso hay que desmontarlo
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-Pero hay personas que de verdad sufren en un sexo biológico con el que no se sienten identificados. ¿Qué se debería hacer?
-A partir de los 18 años, una persona puede hacer lo que quiera y a mí, como liberal, me parece perfecto. Pero que a niños y niñas de 10 y 11 años se les meta en el carril de la farmacopea y luego, de la cirugía, me parece completamente desnortado. ¿Hay casos de adolescentes con disforia de género? Los hay. ¿Cómo deben ser tratados? Con los mejores profesionales, endocrinos, psicólogos y psiquiatras, pero no por activistas. La 'ley trans' expulsa la mejor evidencia médica. Además, es absolutamente incompatible predicar la despatologización de la transexualidad y al tiempo, reclamar que la sanidad pública cubra estos tratamientos porque precisamente la sanidad pública se dedica a las patologías. Si usted me dice que su condición trans no es una patología, no entiendo que en la carpeta de servicios sanitarios existan provisiones para cubrir esos tratamientos farmacológicos o quirúrgicos.
-¿Qué le parece el movimiento #MeToo?
-Creo que en algunos de los casos el movimiento se ha revelado como un importante aldabonazo frente a prácticas abusivas. Pero en otros muchos se destila hipocresía -personas que, sin mantener relación alguna de dependencia, pudieron perfectamente haberse resistido a las «ofertas» y no lo hicieron y por ello escalaron o triunfaron- y también un escaso apego al principio de presunción de inocencia pues muchas de los presuntos culpables han sido juzgados y condenados sin haber tenido apenas ocasión de ser tenidas en cuenta sus explicaciones o razones.
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-¿Cuál es la razón profunda de defender sus postulados, sabiendo que le pueden crear problemas?
-Es una inquietud filosófica y académica. A la luz de los cambios normativos que se proponen, de las nuevas corrientes filosóficas, trato de ver cuáles son sus consecuencias institucionales, cuál es la coherencia de esas reivindicaciones y cómo casan con otras creencias. A mí no me mueve la lucha política.
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