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Jean-Pierre Robinet, actual dueño de 'The Old Forge', que ha puesto a la venta este remoto pub de Inverie, a donde no se puede llegar por carretera. AFP
Una pinta en el pub más remoto

Una pinta en el pub más remoto

Para llegar a este bar de Inverie (Escocia) hay que navegar 30 minutos o caminar 28 kilómetros por el bosque; ahora sus 90 vecinos buscan dinero para comprarlo

stuart graham

Jueves, 3 de junio 2021, 00:08

No hay carretera para llegar al pub más recóndito del Reino Unido (y posiblemente del mundo) en la minúscula aldea de Inverie, en las Highlands escocesas. Los forasteros que quieran tomarse una pinta de cerveza en 'The Old Forge' (la vieja fragua) han de gastar ... una voluntad de hierro: acercarse a su vieja barra de madera requiere navegar 30 minutos o recorrer a pie 28 kilómetros a través de bosques y valles. Eso sí, al margen de saciar su sed con ese feliz trago de cerveza, se llevan el premio adicional de disfrutar de una vista espectacular del lago Nevis, que se abre paso hacia la majestuosa isla de Skye.

Los apenas 90 pobladores de Inverie quieren recuperar este lugar de convivencia vecinal, que ha acabado transformado en un reclamo turístico estacional. «Es más que un simple pub para ir a comer y beber», dice a AFP Stephanie Harris, una vecina de 31 años. «Es un punto de encuentro para la comunidad, un sitio donde los lugareños y los visitantes pueden reunirse».

Stephanie, que vive en la aldea desde que tenía dos años, recuerda lo importante que fue 'The Old Forge' en su vida: «Solíamos hacer allí las fiestas de cumpleaños y de Halloween».

Con una vista panorámica de la bahía e incluso un helipuerto, la taberna de paredes blancas construida en 1880 y con capacidad para 65 comensales, fue adquirida hace casi diez años por un belga, Jean-Pierre Robinet, de 51 años, que lo ha puesto en venta por 500.000 euros, una suma que los residentes intentan recaudar mediante microfinanciaciones. Robinet vende el local por motivos familiares, además de por la salida del Reino Unido de la UE, lo que, teme, le deje sin turistas.

Las relaciones entre el dueño y los habitantes se han deteriorado hasta el punto de que estos últimos optan por reunirse en una choza de madera habilitada como bar rival y comprar sus bebidas en una tienda local. Acusan a Robinet de negarse a servirles y dicen que prefiere atraer a turistas pudientes a su restaurante de precios «más propios de Londres» que de un perdido pueblo de pescadores. Lamentan, además, que 'The Old Forge' cierre sus puertas en invierno, cuando los vecinos necesitan un lugar cálido para pasar el rato. Y sin carretera a Inverie, no tienen alternativa.

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