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La Iglesia católica cuenta desde este sábado con 21 nuevos cardenales, que recibieron la birreta y el anillo que identifica a los purpurados en el consistorio presidido por el Papa Francisco en la plaza de San Pedro del Vaticano. Entre los nuevos miembros del Colegio ... Cardenalicio, que tiene ahora 242 miembros, de los que 137 no han cumplido aún los 80 años, por lo que podrían participar en un eventual cónclave, hay tres españoles.
Se trata de José Cobo, arzobispo de Madrid; Ángel Fernández Artime, rector mayor de los salesianos, y Francisco Javier Bustillo, obispo de la diócesis corsa de Ajaccio. El Gobierno de nuestro país estuvo representado por Félix Bolaños, ministro de la Presidencia en funciones y responsable de las relaciones con la Iglesia católica.
Con la ceremonia de este sábado, el Papa sigue aumentando la internacionalidad del Colegio Cardenalicio, a cuyos miembros les tocará elegir a su sucesor en caso de fallecimiento o de renuncia. En estos 10 años de pontificado, en los que ha presidido nueve consistorios para la creación de nuevos cardenales, Francisco ha desarrollado una profunda reforma de este peculiar organismo, al aumentar la presencia de purpurados provenientes de comunidades católicas minoritarias o periféricas, en detrimento de diócesis europeas y norteamericanas que históricamente estuvieron lideradas por uno de los llamados 'príncipes de la Iglesia'.
España, en cualquier caso, se mantiene como uno de los países más influyentes en el Colegio Cardenalicio: es el tercer país con mayor número de purpurados (14, de los que 8 son electores), por detrás de Italia (49) y Estados Unidos (17).
En la homilía que ofreció a las alrededor de 12.000 personas congregadas en la plaza de San Pedro del Vaticano, Francisco celebró primero la fortuna de que los neocardenales provengan de «las naciones más diversas», pues algunos tienen su origen en Sudán del Sur, Sudáfrica, Tanzania, Malasia, Hong Kong y Tierra Santa. Luego se refirió a la necesidad de que la Iglesia cuente con diversas voces, aunque siempre dentro de una sinfonía. Utilizando la imagen de «la orquesta sinfónica», pidió a todos los presentes que «contribuyan al proyecto común», para lo que resulta «fundamental la escucha recíproca».
«Si uno sólo se escuchase a sí mismo, por más sublime que pudiera ser su sonido, no beneficiará a la sinfonía; y lo mismo sucedería si una sección de la orquesta no escuchase a las otras, sino que sonará como si estuviera sola, como si fuera el todo», insistió el Papa, que había recordado previamente la importancia de que impere esta idea en el Sínodo sobre la Sinodalidad que comienza el miércoles.
También se puso deberes para sí mismo, al afirmar que «el director de orquesta» debe «escuchar más que todos los demás», al tiempo que ayuda «a toda la orquesta a desarrollar al máximo su fidelidad creativa, fidelidad a la obra que se está ejecutando». Con estas palabras dejó claro el marco en el que desea que se desarrolle la asamblea sinodal, con la que la Iglesia católica tratará de diseñar su futuro dando más voz a todos los bautizados.
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