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Darío Menor
Roma
Domingo, 4 de abril 2021, 12:45
La celebración esta mañana en el Vaticano del segundo Domingo de Resurrección desde que la pandemia sacudió al mundo estuvo marcada precisamente por el coronavirus, que obligó al papa Francisco a oficiar la misa en la basílica de San Pedro ante solo unos 200 fieles, ... que estaban colocados a distancia y tuvieron que cumplir con las medidas de seguridad para evitar los contagios. Las restricciones motivaron igualmente que el Pontífice renunciara a impartir su habitual bendición 'Urbi et Orbi' desde el balcón central de la basílica, como era habitual hasta la irrupción de la pandemia. La plaza de San Pedro, que bullía todos los años de fieles durante las celebraciones de Semana Santa, ha estado esta Pascua semidesierta, al igual que ocurrió en 2020.
En su mensaje pascual, el Papa volvió a pedir que la campaña de vacunación contra el Covid-19 llegue a todas las personas, sin olvidar a los más débiles. «En este momento en que todos estamos llamados a combatir la pandemia, las vacunas son una herramienta esencial en esta lucha», dijo, clamando por un «espíritu de internacionalismo de las vacunas». Por ello invitó a la comunidad internacional a establecer un «compromiso común» que permita superar los retrasos en la distribución y promover el reparto de estos sueros, de manera que también lleguen «a los países más pobres». El Vaticano ha tratado de dar ejemplo al suministrar de forma gratuita durante esta Semana Santa la vacuna contra el Covid-19 a 1.200 personas que sufren dificultades económicas, pues los pobres, como no se cansa de repetir Francisco, son los más afectados por las consecuencias de la pandemia.
Tras recordar que la emergencia sanitaria sigue «en pleno curso», como también la «crisis social y económica» que está provocando, el obispo de Roma lamentó que esta situación no haya acabado con los «escandalosos» conflictos bélicos ni con la compra de armamento. A continuación pasó revista a algunos de los lugares del mundo donde más patente se hace esta situación. Comenzó con Haití, a cuya población pidió que no quedara «abrumada por las dificultades» tras décadas de catástrofes.
Luego les dedicó unas palabras a los jóvenes de Myanmar (antigua Birmania), que mueren tiroteados por el Ejército durante las manifestaciones tras el golpe de Estado del pasado febrero. «Están comprometidos con la democracia, haciendo oír su voz de forma pacífica, sabiendo que el odio sólo puede disiparse con el amor», dijo Francisco. Finalmente pidió acabar con la violencia en Siria, Líbano, Yemen, Irak, África y Tierra Santa. «Que los pueblos devastados por la guerra vivan en paz y pongan en marcha la reconstrucción», reclamó, subrayando la necesidad de que se respete la libertad religiosa en todo el mundo.
Jorge Mario Bergoglio no se olvidó en su mensaje pascual de los niños y jóvenes que, en el último año, se han pasado más tiempo delante de una pantalla siguiendo las clases a distancia que compartiendo las aulas con sus compañeros. «Todos necesitamos experimentar relaciones humanas reales y no sólo virtuales, especialmente en la edad en que se forman el carácter y la personalidad», recordó. También deseó que no les falten «signos concretos de solidaridad y fraternidad humana» a los emigrantes y refugiados que huyen de la guerra y de la miseria.
En la parte con contenido más religioso de su alocución, el Papa deseó que la figura de Cristo resucitado sea una «esperanza» para todos los que sufren las consecuencias de la pandemia, en especial los enfermos o quienes han perdido a un ser querido. «Que el Señor dé consuelo y sostenga las fatigas de los médicos y enfermeros. Todas las personas, especialmente las más frágiles, precisan asistencia y tienen derecho a acceder a los tratamientos necesarios», remarcó Bergoglio. Recordó igualmente a quienes han perdido el trabajo a consecuencia de la pandemia, instando a las autoridades a brindarles «ayuda imprescindible» para su sustento.
Pese a todas las restricciones para evitar los contagios, las ceremonias de esta Semana Santa han sido «dignas y bellas», según agradeció el Papa a los responsables de la gestión de la basílica vaticana, el templo que supone el centro de la cristiandad.
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