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Los fuegos artificiales iluminaron el cielo de Gijón en la Semana Grande

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Un momento del espectáculo visto desde el puerto deportivo. Daniel Mora

Noche por todo lo alto en Gijón

Después de los Fuegos, la fiesta siguió por todo lo alto en bares y terrazas

Eugenia GArcía

Miércoles, 15 de agosto 2018, 11:36

Apagada la última chispa de pólvora celeste, llegó la hora de los otros Fuegos, los que se disfrutan de forma más terrenal y disgregan mareas vivas de personas por todos los rincones de la ciudad. Es un rito casi tan imperdible como el espectáculo pirotécnico que iluminó el cielo de Gijón ... : en la noche del día 14, la ciudad se sabe de fiesta. Y quedarse en casa no es una opción.

En Poniente, a las doce y media de la madrugada la orquesta Assia retomó el espectáculo interrumpido una hora antes. El público, mucho más despierto tras la ensordecedora traca final, comenzaba a planificar la continuación de una velada que prometía durar. Era para la gijonesa Julia Pérez, de 18 años, la primera vez que salía con sus amigos en «una noche que no tiene comparación ni siquiera con San Juan». La joven se unía a ella dispuesta a celebrar con ímpetu la llegada del Día Grande. La casualidad quiso que Miguel Sánchez (40 años) y su hija Natalia (23) acabasen festejando juntos. En las conversaciones, los fuegos de otros agostos, los de este - «hacía años que no veíamos algo así, con un final apoteósico en el que parecía que caía purpurina del cielo», comentaba Laura Piñera- y otros asuntos, algunos tan relevantes que solo se tratan de madrugada.

Vídeo.

Entonces terminó la orquesta y gijoneses y visitantes se vieron sorprendidos por lo que algunos consideraron al principio parte del espectáculo, pero que enseguida tornó el júbilo en caras de preocupación y los entusiastas «¡mira, un helicóptero!» en rumores sobre la desaparición de una joven que se había metido en el mar y un amigo que habría entrado a rescatarla. Finalmente, él fue localizado y afirmó que ella se había marchado a casa. Tras más de una hora de tensa búsqueda, el Helimer y los equipos de rescate suspendían el dispositivo.

Superado el sobresalto, el gentío comenzó la retirada, si se puede llamar así al trasvase de las playas a los bares. Quizá sería más apropiado llamarlo dispersión, ya que algunos enfilaron el camino hacia Somió, otros a Begoña o al barrio del Carmen y los más hacia Cimavilla. Entonces entraron en escena los dispositivos especiales de limpieza de Emulsa, que como los de emergencias siempre están de guardia para sostener la fiesta del resto. Desde las once de la noche y hasta las 8 de la mañana, un total de 59 efectivos se encargaban de conservar -o al menos intentarlo- las calles.

Parecía que todos los caminos llevaban a la plaza del Marqués, centro neurálgico de la fiesta en el que concurrían los que disfrutaban de las escasas terrazas, los que subían o bajaban a Cimavilla y quienes ya se dirigían a Marqués de San Esteban y Fomento. En algunos bares se terminó hasta la cerveza. Una vez en el barrio alto, no había calle vacía: una serpiente humana recorría la calle Rosario uniéndola, a través de los bares, de principio a fin; Óscar Olavarría bajaba llena...

Para la mayoría había «mucho ambiente», aunque los hosteleros, que desde la barra del bar ven mejor que nadie quienes revolotean en la noche, aseguraban que había «menos gente que otros años». No obstante, añadía Carmelo Luna, propietario del bar Soho, «hoy no hay horario. No cerraremos hasta que marche el último».

No lo hicieron hasta bien entrada la madrugada, en desbandada hacia Marqués de San Esteban y Fomento. Alguno comentaba aquello de «ya va siendo hora de volver a casa» y a partir de las cinco de la mañana los «marcho, voy ya a la cama» recortaron cada vez más sus intervalos. Los taxistas, encantados: paradas llenas y trasiego constante de vehículos. En panaderías, cafeterías y otros establecimientos hicieron el agosto gracias a las 'receneas'. Y con los primeros rayos de Sol la mayoría de almas regresó a casa y solo algunas, las más festivas, se quedaron esperando la llegada de la Danza Prima. O, quién sabe, de los Fuegos del año que viene.

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