Hace casi 30 años un experimento en el que científicos norteamericanos insertaban un modelo artificial con forma de oreja humana en la espalda de un ratón, que se paseaba con ese apéndice monstruoso de su columna vertebral, se celebraba como una nueva vía para hacer ... trasplantes a humanos. Esa idea la recogió el artista australiano Sterlac, especializado en hacer de su cuerpo un campo de experimentación robótica y que se implantó también un biomaterial con forma de oreja humana en el antebrazo. El artista lo hizo dos años después del ratón sin nombre de Boston.
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Pasadas dos décadas, científicos de la Universidad de Tokyo hicieron crecer también una oreja en la espalda de un ratón y prometieron que, a diferencia de las opciones plásticas, la suya «crecería» con el paciente de hacerse en personas en desarrollo. El más reciente capítulo asombroso de creación de órganos con biomateriales se inscribió en los anales de la medicina este otoño, en Francia.
A una mujer que había perdido la nariz por un tratamiento contra un cáncer en la cavidad nasal, realizado en 2013, un equipo científico del Hospital Universitario de Toulouse (CHU) le implantó una nariz creada a la medida, en impresión 3D con biomateriales. El paso previo, antes de colocar el injerto sintético en la cara, consistió en adaptarlo antes en el antebrazo de la paciente. De esta manera lo irrigaban de sangre, en un proceso para «prevascularizarlo», según explicó el centro médico. Esa adaptación de tejido y vasos sanguíneos recuerda de alguna forma, aunque menos dramática, a lo que intentó Sterlac en su tiempo.
La mujer había vivido los últimos cuatro años sin nariz debido a que, desde que el carcinoma de células escamosas le hiciera perder también parte del paladar, había rechazado otro tipo de injertos hechos con colgajos de piel sobre una prótesis facial. Antes de someterse a las terapias de radio y quimioterapia se habían realizado impresiones 3D de su rostro.
Con esta referencia, y en colaboración con ingenieros de la empresa Cerhum, especializada en reconstrucción ósea, se procedió a rehacerla. «Nunca antes se había practicado este tipo de reconstrucción en un cuerpo tan frágil y pequeño», indican los científicos que trabajaron en ello en colaboración con los institutos franceses Claudius Regaud y Oncopole.
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La prótesis estuvo en su antebrazo durante dos meses, entre julio y septiembre de este año, cuando los médicos decidieron que la «colonización del dispositivo médico» estaba completo. Entonces decidieron trasplantarlo a la «región nasal y revascularizado con éxito, mediante una microcirugía» que conectaba los vasos sanguíneos entre los que venían de la piel de la extremidad con los que estaban en la sien. Los doctores celebran ahora que «después de diez días hospitalizada y tres semanas de antibióticos la paciente se encuentra muy bien».
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