Una mujer sola contra el yihadismo
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Después de que su exmarido fuera condenado por terrorismo, Raquel Alonso continúa luchando contra el adoctrinamiento de sus hijosSe conocieron en una discoteca a mediados de los noventa. Ella trabajaba en una productora y él estudiaba ingeniería. Dos años después Nabil Benazzou y Raquel Alonso se casaron por lo civil. Ni ella practicaba el catolicismo, ni él el islam. «Nunca me prohibió nada», ... dice Alonso. «Como todas las parejas, queríamos disfrutar antes de tener hijos». El niño llegó en 2001 y la niña, seis años después. Les educaron sin religión. Al morir su padre, Benazzou empezó a acudir a la mezquita de la M-30, en Madrid. «Tuvo una duda existencial. Lo importante era estar bien con dios, seguir el camino correcto», cuenta su expareja, que ahora dirige la Asociación contra el Radicalismo Extremista y Víctimas Indirectas (Acreavi).
El hombre exigió cambios en el hogar, «pequeñas cosas porque yo tenía mucho carácter», afirma Alonso. De «buenas maneras» le pidió deshacerse del alcohol, llevar a los hijos a la mezquita, no ver a los amigos comunes y sacar la televisión de casa. Quiso levantar al niño a las seis de la mañana para que rezara con él y que hiciera el ramadán. Ella se opuso. «Hay muchísimas más mujeres víctimas de una situación similar», dice Alonso, que ahora les ayuda buscar trabajo o cambiar de domicilio.
La radicalización de Benazzou era imparable. Su captura por parte de la Policía, también. Cayó en la 'operación Gala' y le condenaron a ocho años de prisión por pertenencia a organización terrorista. Hasta ese momento, el marido y padre pasó de la cordialidad a la imposición violenta de sus convicciones en casa. «Con discusiones diarias, los niños y yo estábamos aterrados», relata Alonso, que años después publicaría el libro 'Casada con el enemigo'. «Quiere implantar su ley islámica, la 'sharia'. La igualdad con la mujer es cero, estamos en un nivel muy inferior, obligadas a obedecer al esposo», explica.
Una abogada le advirtió que aunque pidiera el divorcio debería cumplir el régimen de visitas de los niños con su padre. «Debía aguantarlo sin saber qué pasaría si les dejaba con él solos 15 días seguidos», mantiene. Con el hombre ya de larga barba y vestimenta árabe, ella cambió de estrategia. Leyó el Corán y otros libros que él le llevaba. «Decían que la mujer es un campo que ellos pueden sembrar cuando quieran, que la que se niega es maldecida por los ángeles, y que una esposa debe postrarse ante el profeta y su marido. Esa ley radical anula a la mujer».
El padre, «director de una multinacional», según su expareja, comenzó a adoctrinar en su credo destructivo a su hijo mayor. «Un día bajé con la niña a por el pan y el niño prefirió quedarse jugando a la Nintendo», rememora Alonso. «Al regresar, vi que estaba descompuesto. Cuando su padre se marchó a la mezquita me contó que le mostró vídeos de decapitaciones y de jóvenes que se inmolaban por el islam».
Alonso dejó su trabajo y «fingí convertirme al islam» para que «me adoctrinara a mí y no a los niños». «Funcionó en un 80%. El sumario me mostró que utilizaba a mi hija de siete años de señuelo para despistar a la Policía y la dejaba horas sola en un cementerio».
Una noche la mujer advirtió que varios coches les seguían e interpuso una denuncia. «Supe que investigaban a mi marido, y por algo muy gordo, pensé». Dos semanas después detenían a Benazzou como miembro de la Brigada Al Andalus de Al-Qaida. «Le pregunté qué pasaba y me dijo que solo necesitaba saber que debía ayudar a sus hermanos y que debía irse a luchar con ellos».
Siete años después de que la Policía Nacional derribara la puerta de su domicilio de madrugada y se llevara a su entonces esposo, Raquel Alonso, con 50 años, cuenta cada noche los días que faltan para que él salga de prisión. «Me amenazó en las visitas en prisión con nuestra hija. Luego otros hombres, en la puerta de mi casa y del colegio, me llamaban infiel». Desde que está encarcelado, Alonso y sus hijos han cambiado de domicilio seis veces. La última, hace dos meses. «Tengo que irme cuando ellos llegan a casa», dice.
Tras un juicio a la célula terrorista que llegó hasta el Supremo y ya divorciada, a Alonso le queda otro frente judicial, porque Benazzou conserva la patria potestad, aun cuando ella tiene la guardia y custodia en exclusiva mientras siga entre rejas. El hijo es ya mayor de edad y nunca quiso verle en prisión. La niña, que le visitó con su madre siete veces hasta 2016, tendrá 15 años cuando él salga. «Una edad muy vulnerable. Y si al salir él quiere restaurar el régimen de visitas, ¿qué hago con ella? Está en un riesgo grave».
Para evitar que sus hijos sean herramientas del yihadismo, Alonso interpuso un recurso ante la Audiencia Provincial de Madrid, que debe decidir, por primera vez en España, si formar parte de una célula terrorista y el adoctrinamiento radical de sus propios hijos es motivo suficiente para retirar la patria potestad a un padre. La primera instancia ya dictaminó que no.
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