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Pedro Ontoso
Miércoles, 11 de agosto 2021, 20:57
El 2 de abril de 2005 el nombre de Eduardo Martínez Somalo apareció en los informativos de todo el mundo con motivo de la muerte de Juan Pablo II. El sacerdote de pueblo que salió un día de la pequeña localidad riojana de Baños de ... RíoTobía era ahora nada menos que el camarlengo, el cardenal que tomaba las riendas del gobierno de la Iglesia católica hasta la elección de un nuevo Papa en un cónclave que él tenía que convocar y organizar. Durante 17 días fue un pontífice en funciones, con unas sandalias de pescador prestadas, pero que el propio Karol Vojtyla había dispuesto cuando le designó para ese importantísimo puesto en deferencia a su lealtad y a los servicios prestados.
La hoja de servicios del cardenal Martínez Somalo, que ha fallecido a los 94 años, era abultada y sobresaliente, tras colaborar hasta con seis papas. Ejerció como párroco en la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño, pero enseguida recaló en Roma enviado al Pontificio Colegio Español para estudiar en la prestigiosa Universidad Gregoriana, primero, y en la Academia Eclesiástica, después, para dedicarse en cuerpo y alma a la carrera diplomática. Tenía cualidades para ello. Intelectualmente bien formado, era un hombre campechano y cercano, con un sentido del humor que le servía para abrir puertas en las cancillerías en las que estuvo destinado, como Colombia y en Reino Unido.
En 1956 ya estaba en la Secretaría de Estado, la sala de máquinas y de gobierno de la Santa Sede, donde llegó a ser jefe de la Sección Española. Una posición privilegiada. Eran los tiempos en los que el cardenal Giovanni Benelli ejercía como sustituto, el 'número 3' en el escalafón del 'staff' vaticano. Benelli había sido consejero en la nunciatura (embajada) de Madrid y pronto se fijó en las habilidades del sacerdote riojano, al que tomó como colaborador directo. Martínez Somalo aprendió bien el oficio y Juan Pablo II enseguida le llamó para que fuera él el sustituto, algo así como el adjunto al primer ministro (el secretario de Estado). Era el año 1979.
Fue el cardenal polaco Andrej María Deskur quien se fijó en él. Deskur era amigo íntimo de Juan Pablo II. Comía una vez a la semana con el Papa y necesitaba una silla de ruedas. «Soy como el Coliseo, una ruina, pero muy visitada», solía decir con sorna. Fue una figura clave en la elección de Juan Pablo II. En el ambiente de la Curia tenía mucha influencia el 'grupo de los polacos', liderado por Stanislaw Sziwisz, que ejerció como secretario privado y personal del pontífice desde los primeros años en Cracovia. Martínez Somalo certificó la muerte de Karol Wojtyla y selló su apartamento, pero Sziwisz empaquetó antes sus pertenencias.
Martínez Somalo, por tanto, formaba parte del primer círculo de confianza de Juan Pablo II, sobre el que ejerció una influencia decisiva. Se convirtió en su jefe de gabinete. El sustituto controlaba la agenda del Papa, sus visitas y sus viajes. El riojano estuvo en la cocina del viaje de Wojtyla a España en 1982, que incluyó una etapa en el País Vasco. Martínez Somalo supervisó todos los discursos del pontífice. También participó en la célula de crisis que se montó en Madrid cuando la CIA pasó información a los servicios secretos españoles sobre la posibilidad de un atentado contra el Papa, pese a lo que se decidió recalar en Euskadi. Fue una visita relámpago con un discurso en el que el terrorismo no fue el plato fuerte, pese a que ETA llevaba ya catorce años matando.
El 'nuncio de hierro'
Juan Pablo II tenía planes para España, territorio que consideraba clave para el catolicismo europeo. Martínez Somalo le ayudó en aquella misión restauracionista. El mismo año en el que el sacerdote riojano fue designado sustituto, Juan Pablo II nombró a Agostino Casaroli secretario de Estado, el primer rango de relevancia en el Vaticano. Casaroli abrió el diálogo con los países del bloque del telón de acero, mientras Wojtyla arreciaba las críticas contra los regímenes comunistas.
En julio de 1985 fue nombrado embajador de la Santa Sede en Madrid Mario Tagliaferri, el 'nuncio de hierro', que desplegó una actividad muy intervencionista en la Iglesia española, en tiempos de los gobiernos socialistas. Tagliaferri había sido compañero de Martínez Somalo cuando ambos estudiaron Derecho Canónico en la Gregoriana. Entonces se dio por hecho que el riojano había influido en Juan Pablo II para ese nombramiento, que sería decisivo para la Iglesia en España. De hecho, le acompañó en su primera visita a Felipe González.
Otra figura decisiva en ese momento fue la del cardenal Ángel Suquía, vasco de Zaldibia (Gipuzkoa), que sustituyó al mítico cardenal Tarancón como arzobispo de Madrid y al frente de la Conferencia Episcopal Española, en una época en la que se produjo un repliegue, un control doctrinal, que se visualizó en el nombramiento de obispos con una impronta conservadora.
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