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Para Véronique y Arnaud, una pareja de franceses a la que el coronavirus sorprendió en marzo en Perú, cuando estaban de vacaciones junto a sus hijos pequeños, franquear el acceso a la esplendorosa Machu Picchu debe de haber sido algo muy similar a la emoción ... y la adrenalina que el explorador estadounidense Hiram Bingham experimentó en 1911, cuando se topó con esta ciudadela inca, ajena al bullicio del ser humano durante casi cuatro siglos.
La pandemia que ha azotado el planeta dejaba desierto en marzo, por primera vez en 119 años, el más importante de los enclaves turísticos del país andino. El lunes, los primeros visitantes en casi ocho meses se adentraban en la fantástica ciudadela de piedra, un día después de que una ceremonia ritual inca reabriera el complejo. Como si la pandemia hubiera sido un mal sueño, los autobuses regresaban al mítico entorno desde Machu Picchu Pueblo, la aldea más próxima al recinto, que antes tenía por nombre Aguas Calientes.
Bajo un estricto control de temperatura, uno a uno, funcionarios y visitantes, en su mayoría peruanos, iniciaron su caminata por los senderos de la ciudadela, que mandó construir en la cima de una montaña el emperador Pachacútec en el siglo XV. Lo hicieron en mitad de una intensa niebla que comenzó a disiparse un par de horas después. Fue entonces cuando vislumbraron, desde lo alto, las magníficas edificaciones y recorrieron los monumentos que han dado fama a este entorno casi mágico como la Roca Sagrada y el reloj solar o 'Intihuatana'.
«Estamos muy contentos de estar hoy en Machu Picchu», explicaba Véronique a AFP. Ella y los suyos han permanecido varados en un país que tiene la mayor tasa de mortalidad por coronavirus, proporcionalmente a su población, y que ha vivido un severo confinamiento durante meses. Sin embargo contaba la mujer que todos estos meses «han sido vacaciones» para los niños y que volverán a Francia el próximo año.
«Fue una sorpresa ver que efectivamente éramos los primeros turistas internacionales en entrar en este complejo», explicaba el chileno Juan José García, de 34 años. «Me siento afortunada de poder estar aquí sin gente», asentía su esposa, Victoria Morán. No es para menos. Antes de la pandemia en el enclave se adentraban hasta 3.000 visitantes en un solo día.
Los hoteles de Machu Picchu Pueblo comenzaron a reabrir el domingo, aunque muchos de los alojamientos siguen cerrados al público. Por otro lado, acaba de reabrir el único hotel que existe en la cima de la montaña, a cincuenta metros de la entrada de la ciudadela. El Santuary Lodge, donde una habitación vale 1.200 euros, recibió a sus primeros huéspedes el martes, también después de casi ocho meses. Según adelantaba su gerente, Michael Leitao, «antes había que reservar con uno o dos años de antelación». Habrá que esperar un tiempo a que esas cifras se recuperen.
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