iván mata

Inger Stojberg, el látigo nórdico de la inmigración

La exministra danesa condenada por separar a parejas solicitantes de asilo propuso en su día confiscar las joyas a los refugiados que llegaban al país con el fin de costear los gastos que suponen al Gobierno

Miguel Pérez

Domingo, 19 de diciembre 2021, 00:13

inamarca vive entre el pasmo de lo inédito y el convencimiento de que esto se veía venir la condena a dos meses de prisión de su exministra de Inmigración Inger Stojberg por haber mantenido separadas a 23 parejas extranjeras mientras tramitaban su solicitud de asilo. ... Inédito lo es bastante. La exdirigente del Venstre, el gran partido de centroderecha danés, auténtica cantera de ministros a lo largo de sus 151 años de historia, es la tercera política que se ve sometida al escrutinio del Tribunal Especial de Justicia en un siglo. Este órgano lo componen 26 jueces y juzga las irregularidades cometidas por cargos públicos.

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Pero al mismo tiempo la sentencia no ha causado una especial sorpresa. Se veía posible. Porque Stojberg se reveló entre 2015 y 2019, cuando ejerció de ministra de Inmigración, como el azote para muchos de los que llegaban al país en busca de techo o asilo. Tanta ha sido su popularidad y tan estrambóticas algunas de sus iniciativas, que desde su salida del Gobierno y del partido -es diputada sin adscripción, a la espera de una posible inhabilitación- la ultraderecha encarnada por el fanático Partido Popular Danés le ha pedido que ingrese en sus filas e incluso las dirija. Ahora tendrá tiempo para pensárselo mientras deja pasar los dos meses bajo arresto, posiblemente con una tobillera electrónica que restrinja sus movimientos más que con una pena efectiva de cárcel.

Stojberg es un caso bastante prototípico de crecimiento político. Personifica el ascenso durante el actual siglo de las generaciones formadas al calor de los partidos a finales del pasado. Nacida en marzo de 1973 en Herjk, en la península de Jutlandia, con solo 21 años, estudios de economía y una breve experiencia en un periódico local ingresó en el Ayuntamiento de Viborg, un pueblo digno del 'nordic noir'. Nieve, días cortos y 95.000 habitantes repartidos en 1.421 kilómetros cuadrados de soledad y naturaleza salvaje. Se divorció en 2012.

«Cuando se quiere ser ciudadano danés también hay que tomar un conjunto de valores», dice

La auténtica reconversión de la hija de un granjero y un ama de casa en animal político se produjo en 2001 cuando pisó el Parlamento. Y prosiguió luego con los cargos de ministra de Igualdad de Género (2009-2010) y de Empleo (2010-2011) antes de consagrarse en 2015 al frente de las áreas de Inmigración e Integración en el Gobierno de Lars Lokke Rasmussen. «Mi único objetivo es defender los valores daneses», dijo al ser nombrada.

Como sucede con otros muchos políticos premilennial dueños de carreras fulgurantes, el porvenir puede adquirir la forma del éxito o de pira incendiaria. El de la exministra posiblemente se antoje más afín a un historial kamikaze. Al poco de llegar impuso un apretón de manos con «uno o varios representantes municipales» a aquellos extranjeros que conseguían la nacionalidad como un símbolo ceremonial de «respeto por la sociedad danesa». En el trasfondo figuraba que los hombres procedentes de países como Siria o Afganistán tuvieran que estrechar la mano a mujeres munícipes y reconocer su autoridad. «Nadie obliga a nadie a ser ciudadano danés. Cuando se quiere serlo, también hay que tomar un conjunto de valores», dijo Støjberg sobre esta norma, laminada poco después tras una oleada de protestas de los alcaldes.

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La exministra también diseñó un plan para enviar a decenas de demandantes de asilo a una pequeña isla deshabitada, Lindholm, donde únicamente hay un laboratorio de estudio de enfermedades animales. Esta práctica sería complementaria al funcionamiento de los centros de inmigración y supuestamente su fin debería hacer «lo más insoportable posible» la vida de los solicitantes. La política ahora condenada se jacta de haber dictado más de cien normas de integración severa.

«No son deseados»

La dirigente centroderechista siempre ha creído que su actuación beneficia a los daneses. Hace tres años arremetió contra los chóferes de autobús musulmanes que trabajan durante el Ramadán porque el ayuno podría debilitarles mientras conducen. Por eso, cuando el Tribunal Especial leyó esta semana la sentencia que le condena a dos meses de cárcel en su rostro surgió un gesto de estupefacción. «Es el único escenario para el que no me había preparado porque pensé que era completamente irreal», reconoció. «Son los valores daneses los que han perdido», apostilló antes de señalar que su decisión de separar a las mujeres de los hombres en centros diferentes durante la tramitación de los asilos perseguía «defender a la mujer» y evitar los «matrimonios forzados» con menores. No importa que los afectados asegurasen que eran parejas voluntarias, tuvieran hijos o que los servicios jurídicos advirtieran a la exministra que la norma infringía el Convenio de Derechos Humanos.

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Stojber es, en cualquier caso, hija de las corrientes antimigratorias más extremas de los países nórdicos. Las sucesivas crisis han acrecentado la impresión de una saturación migratoria que, además, determinados mensajes radicales vinculan con una merma de la calidad de vida en enclaves que son ejemplo del Estado del bienestar. «Los extranjeros que han abusado de la confianza de la sociedad y cometido actos criminales no son deseados». Corren malos tiempos para la autora de esta frase y quien fuera uno de los cargos más famosos del Venstre, aunque a su favor juega que el nuevo Ejecutivo socialdemócrata tampoco es mucho más transigente: el Parlamento aprobó en junio que los peticionarios de refugio esperen su aprobación no en Dinamarca (donde residen más de 700.000 inmigrantes) sino en un tercer país, probablemente en África.

Pero Stojberg ha sufrido una doble afrenta, no solo por un órgano que enjuicia la mala praxis política sino también por sus compañeros de partido, que no han dudado en dejarla a los pies del tribunal. Por eso en febrero abandonó el Venstre, que se ha sentido cómodo por su popularidad y molesto con sus polémicos planteamientos. Como aquel proyecto de ley que permitía a las autoridades confiscar joyas a los refugiados para pagar sus gastos de estancia en Dinamarca. La oposición le preguntó si «también les quitará los empastes de oro».

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