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Su móvil dejó de dar señal durante la madrugada del 13 de enero. Esa es a día de hoy la única verdad absoluta e irrefutable sobre el momento de la desaparición de Esther López de la Rosa, de 35 años, la mujer a la que cientos de personas y decenas de guardias civiles buscaron sin descanso durante veinte días hasta que la casualidad, o no, quiso que un hombre que paseaba por la carretera que conduce a Traspinedo encontrara su cuerpo sin vida –segunda certeza absoluta– tendido boca abajo y junto a sus pertenencias (una bolsa en forma de mochila negra) en una cuneta de apenas un metro de profundidad, sin demasiada maleza –seca, en cualquier caso, después de un mes sin lluvias– y al borde mismo de la vía principal para llegar al pueblo desde la carretera de Soria. Primera gran incógnita: ¿Siempre estuvo allí? Puede ser. Pero nadie, ni siquiera los propios agentes y forenses, al menos, en un primer momento, dieron crédito a que fuera así. Pero puede ser. Y quizás lo sea.
Lo cierto es que el lugar del hallazgo está situado al borde de una calzada sin apenas arcén, pero por la que sí se puede caminar, y a ochenta metros lineales y con buena visibilidad de un camino que se adentra desde la propia carretera hacia los pinares situados en las laderas del fondo. Este punto sí, y esa es otra certeza, estuvo incluido en los cuadrantes de, al menos, dos de las cuatro batidas realizadas por el término municipal de Traspinedo, la de los días 20 y 29 de enero (esta última fue la más multitudinaria de todas). Ahora bien. En ninguna de ellas se cortó esta vía al tráfico para realizar una búsqueda específica en los arcenes (sí se pudo pasar junto a ellos por las tierras colindantes) y, sobre todo, en las primeras se hizo mucho hincapié por parte de los agentes en que los participantes tuvieran cuidado con la carretera. «Cuesta creer que nadie la viera durante tantos días», reconoce abiertamente el alcalde de Traspinedo, Javier Fernández, quien traslada así el sentir generalizado de los vecinos del municipio.
Pero quizás pudo ser. Tampoco los agentes que iban en el helicóptero de la Guardia Civil, que realizó batidas prácticamente a diario durante esos días por ese entorno –llegó a aterrizar en las inmediaciones del lugar del hallazgo–, lo vieron. Ni perros ni drones sirvieron entonces para localizar a Esther, si es que siempre estuvo allí, en un punto situado a doscientos metros del punto de partida de las cuatro batidas y a ochocientos del entorno del cruce del restaurante La Maña y del camino que conduce a la bodega Vizar, situados al borde de la carretera de Soria, donde Óscar, el último amigo que según todos los indicios la vio con vida aquella madrugada, asegura que la dejó a petición de Esther en torno a las tres de la mañana.
Las dudas iniciales sobre lo ocurrido hasta esa hora, desde que Esther salió de su casa en Traspinedo la tarde anterior (del día 12) hasta que se la perdió la pista, comienzan a parecer ahora irrelevantes. Su recorrido previo a la desaparición, conforme a los testimonios de los amigos, la sitúan en un bar del pueblo (James Dean), donde residía, durante el partido del Madrid y el Barcelona de la Supercopa, luego en la casa de otro amigo, después en su segundo bar y luego, previa parada ya con Óscar y Carlos (en el coche del primero) en las bodegas del municipio, camino de La Maña. Del vehículo se habría bajado, siempre según su testimonio, primero Carlos para dirigirse a su casa, situada detrás del citado restaurante, al filo de las tres de la mañana. Y minutos después sería Esther, conforme al relato de Óscar (afincado en una urbanización, El Romeral, situada al otro lado de la carretera), la que se habría apeado de su coche con la intención de continuar de fiesta en un lugar indeterminado.
13 de enero Esther López desaparece de madrugada en torno a las 3:00 horas. Su móvil deja de emitir señal después.
17 de enero Su familia denuncia la desaparición.
18 de enero Primera de las cuatro batidas por Traspinedo.
23 de enero Ramón, El Manitas, es detenido en Traspinedo.
28 de enero La jueza deja libre, después de seis días, a Ramón con medidas restrictivas.
5 de febrero Un hombre encuentra el cuerpo en una cuneta de la carretera de Traspinedo.
8 de febrero La autopsia confirma que el cuerpo presenta signos de violencia y la Guardia Civil investiga si fue atropellada.
La posterior detención de un vecino del mismo entorno., Ramón El Manitas que fue arrestado el 23 de enero por su presunta vinculación con la «desaparición forzosa» –esa era la hipótesis y la terminología utilizada oficialmente en ese momento– y cuyo chalé, situado al final del camino de la Bodega Vizar, que parte de la carretera de Soria, fue registrado durante seis días. Después, el día 28, fue puesto en libertad por la titular del Juzgado de Instrucción número 5, que investiga la causa y que decretó el estricto secreto de sumario, con la obligación de que compareciera a diario y de no salir de Valladolid, pero sin haber concretado aún a día de hoy cargos contra él más allá de estar siendo investigado por la desaparición (ahora muerte) de Esther López. El único detenido hasta la fecha por este caso declaró que aquella noche no vio a Esther, a la que sí conocía con anterioridad, según aclaró ante la jueza. Y nada más.
Así que de vuelta a lo ocurrido a partir de las tres de la mañana y al lugar del hallazgo del cuerpo, en la cuneta de la carretera que conduce al casco urbano, situado a ochocientos metros del cruce de La Maña, vuelven a surgir las incógnitas. El cuerpo de Esther presentaba hematomas internos (no visibles) compatibles con golpes que pudieron causar su fallecimiento –no necesariamente un atropello–, que los forenses sitúan en torno a la madrugada del mismo 13 de enero, cuando su móvil se apagó para siempre. Su última señal la sitúan en el mismo entorno (en un radio muy amplio) de su desaparición. Los investigadores descartaron casi por completo después de las primeras horas que pudiera salir de Traspinedo. Así que sería compatible con la tesis de que su cuerpo siempre estuvo allí y que pudiera volver caminando hacia su casa en el pueblo.
Sola y en plena madrugada, vestida con ropas oscuras (un chaquetón marrón y un pantalón negro) y al borde de una carretera sin apenas arcén. Pudo ser así. La teoría, o línea de investigación, del atropello en dichas circunstancias solo surgió con posterioridad al hallazgo del cuerpo y se plasmó 72 horas después en el desplazamiento a la carretera de Traspinedo de un equipo especializado de la Guardia Civil (la enésima unidad movilizada durante la investigación) en reconstrucción de accidentes de tráfico.
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¿Misterio resuelto? Fue un atropello con fuga o quizás el conductor del vehículo pudo no ser consciente siquiera de lo ocurrido después de golpear a la víctima. Los investigadores, en un primer momento, apuntaron que el cuerpo no aparentaba haber estado allí durante veintitrés días y prácticamente dieron por sentado que pudo ser movido (ocultado en otro lugar y trasladado antes del hallazgo). Pero 72 horas después, ya con la autopsia concluida, llegó la investigación del accidente. Nadie, salvo sorpresa, ha sido detenido o investigado por esta tesis.
Son muchas las incógnitas en torno a la muerte de Esther López y pocas las respuestas ofrecidas por la Guardia Civil cuando se cumple un mes exacto desde su desaparición. «La investigación está abierta y no tenemos novedades que se puedan contar». Este mensaje, a modo de contestador automático, es la única respuesta oficial sobre el caso. Idéntica desde hace treinta días.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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