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CHEMA RUIZ ESPAÑA
Granada
Sábado, 27 de febrero 2021, 11:44
Un guardia civil evitó el martes de la semana pasada el registro de una nueva víctima de la violencia machista en Madrid. José Javier Mérida, nacido en la capital de Granada pero con residencia en Alhendín, redujo al propietario de un bazar situado en la ... Plaza Mayor de Campo Real, un pueblo madrileño en el que se encuentra destinado, cuando este asfixiaba a su mujer. El agente empleó técnicas de defensa personal para controlar e inmovilizar al agresor, que fue trasladado a un hospital de Madrid al resultar herido en la discusión, detenido y juzgado el miércoles. Su esposa, que impuso una denuncia aquella misma noche, fue atendida por el SAMUR en el lugar de los hechos por sufrir varias contusiones en el rostro, una brecha en la cabeza y abrasiones en el cuello, ninguna de estas lesiones de gravedad.
Mérida se topó con la escena por casualidad, fuera de servicio, sobre las 19:20 horas. «Iba a misa porque hacía años del fallecimiento de mi padre. A la vuelta, me encontré todo el panorama», recuerda. Los gritos de tres jóvenes le alertaron, pero entre el nerviosismo no acertaron a explicar qué sucedía, según relató el agente a IDEAL. Lo hizo de forma somera el encargado de la regulación de la zona azul del pueblo, que le conocía. «Me dijo 'Jose, entra, que la está matando'».
El guardia civil entró en el local, un bazar de alimentación y productos variados, y encontró a la propietaria del comercio tendida en el suelo, junto a un charco de sangre, con su marido sobre ella, tratando de asfixiarla con las manos. «Era un matrimonio que, hasta ahora, nunca había dado ningún problema», sostiene José Javier Mérida, que, al ver la situación, no dudó en actuar. «Me identifiqué, le dije que la soltara. No me hizo ni caso y, entonces, le tuve que reducir. Le proyecté contra el suelo con técnicas de defensa personal y me lo tuve que llevar fuera», narra. No tenía grilletes y, tras un nuevo envite del agresor, se quedó con él en el suelo hasta la llegada de sus compañeros de la Guardia Civil, Policía Local y el SAMUR. «Se quedó todo resuelto, gracias a Dios», expresó aliviado.
«Me citaron del juzgado para declarar, aunque estuviera fuera de servicio. La jueza me dio las gracias por haber salvado a la mujer. Entre ellos, el problema es que tienen en común un hijo de once años que es autista; en el juicio, ella no estuvo por la labor de ir contra su pareja. Aquella misma noche, denunció», explica el granadino, que no resultó herido. «Me fui a por él, como lo habría hecho todo el mundo; reduje a una persona que estaba agrediendo a otra y nada más», resume. «Más que la recompensa que te puedan dar luego en forma de felicitaciones o de algún tipo de reconocimiento, sobre todo, es la satisfacción del deber cumplido», resuelve complacido.
«Es cierto que es un servicio humanitario muy bonito, donde salvas a una persona de lo que podría haber acabado en algo trágico, y más con el hándicap de ir fuera de servicio con lo que ello supone. Pero bueno, si mis superiores estiman oportuno algún tipo de reconocimiento y condecoración, lo recibiré con mucho orgullo», abunda, para puntualizar finalmente que «la Guardia Civil siempre está para ayudar».
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