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JAVIER MARTÍNEZ
Valencia
Viernes, 27 de diciembre 2019, 13:00
El análisis de los tejidos hallados en la casa donde vivía el acusado de matar a Marta Calvo no son concluyentes para confirmar si la joven fue descuartizada en la vivienda, como declaró el narcotraficante encarcelado por el crimen, y los investigadores de la Guardia ... Civil vuelven a poner en cuarentena la versión del presunto homicida. Las pruebas realizadas en el laboratorio del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil no han sido determinantes al no haber podido obtener ADN de ninguno de los tres jirones de piel, uno de ellos con vello, encontrados en el desagüe del cuarto de baño.
Tras no poder cotejar ningún perfil genético con el de la madre de Marta, la Guardia Civil continúa sin tener ninguna prueba biológica del descuartizamiento, aunque da credibilidad a parte de la declaración de Jorge Ignacio al coincidir los posicionamientos de su teléfono móvil con el itinerario que asegura haber realizado el día que se deshizo del cuerpo.
Como ya informó Las Provincias, Jorge Ignacio declaró ante la Guardia Civil que la joven murió tras una noche de sexo y mucha cocaína –seis gramos de esta droga asegura que consumieron–, y también manifestó que descuartizó el cadáver con dos serruchos en el plato de ducha del cuarto de baño. Luego arrojó al sumidero gran cantidad de un líquido desatascador de tuberías que habría abrasado los restos de piel y sangre de la víctima.
Más información del caso
Tras negar el crimen, el narcotraficante declaró que descubrió que Marta estaba muerta en la cama tras quedarse dormido, junto a ella, en la madrugada del 7 de noviembre y despertarse sobre el mediodía. Horas antes, según Jorge Ignacio, también bebieron whisky y él esnifó cocaína tras polvorearla sobre los genitales de la joven, pero negó haberle introducido pequeñas piedras de droga como hizo en otras dos citas sexuales con sendas mujeres.
Antes de descuartizar el cadáver, metió la ropa, el bolso y el teléfono de la joven en una bolsa de plástico para tirar las prendas y estos objetos a un contenedor junto a una gasolinera en Llosa de Ranes. Eran las cinco de la tarde de aquel fatídico jueves de noviembre. También se desplazó con su coche a l'Olleria, donde compró bolsas de basura y guantes de látex en un supermercado y dos sierras en una ferretería.
Una vez adquiridas las herramientas que necesitaba para descuartizar el cuerpo de la víctima, Jorge Ignacio regresó a la vivienda de Manuel y arrastró el cadáver por el suelo y las escaleras desde el dormitorio en la primera planta hasta el cuarto de baño situado en piso inferior. Según su declaración, el presunto homicida se puso unos guantes y se desnudó para no manchar de sangre su ropa cuando troceó el cuerpo en una decena de partes en el plato de ducha. Luego limpió los restos de sangre con agua y un detergente que había en la casa, se duchó y se acostó.
Al día siguiente, el 8 de noviembre, se levantó sobre las siete de la mañana y metió los restos humanos en nueve bolsas de basura. Cogió tres de ellas y las llevó con su Volkswagen Passat a la calle Ángel del Alcázar en Alzira para arrojarlas a un contenedor, regresó a la vivienda para recoger otras tres bolsas y realizó un segundo viaje a Alzira, esta vez a un depósito de basura en la plaza del General Dolz.
Tras regresar a Manuel, cogió las tres últimas bolsas con restos humanos y las arrojó a otro contenedor en la confluencia de las calles Safor y Les Riberes de Silla. Poco después se deshizo de las últimas pruebas que le incriminaban al tirar las dos sierras a otro depósito de basura junto a un descampado de la calle 9 de Octubre de Massanassa.
Todas las ubicaciones de esta macabra confesión corresponden con los posicionamientos del móvil del narcotraficante en los días 7 y 8 de noviembre, pero la Guardia Civil no descarta que Jorge Ignacio haya mentido en su declaración sobre cómo se deshizo del cadáver para que los investigadores nunca lo encuentren y no puedan determinar una posible muerte violenta. La ausencia de sangre en la casa de Manuel y el análisis de los tejidos hallados en el desagüe del baño refuerzan esta hipótesis.
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