La escasez de ingenieros lleva a las empresas a contratar alumnos antes de acabar la carrera

Es lo que se está viendo, por ejemplo, en la Escuela de IngenieríaInformática de Oviedo, a donde han llegado ofertas de trabajo para estudiantes de cuarto, tercero y hasta de segundo curso de Ingeniería Informática del Software. «Es una tendencia general que ya hace unos años vimos que ocurría en otras comunidades y que ha acabado pasando aquí», constata Benjamín López, director de un centro que este curso suma 695 alumnos de grado.

«Pasa ya que falta gente. Y es algo que trasciende a la propia Universidad, que afectará al tejido industrial y a la propia región porque, de aquí a diez años, no va a haber ingenieros suficientes para contratar», advierte Asunción Cámara, directora de la Escuela Politécnica de Mieres.

En el campus de Barredo estudian sus carreras 577 alumnos: 227 el grado de Ingeniería Civil; 137 el de Recursos Mineros y Energéticos; 151 Ingeniería Forestal y otros 62 Ingeniería Geomática. «Hay una falta notable de vocaciones», dice Cámara para explicar la caída de matrícula. Y eso pese a estar constatado que la tasas de empleabilidad son de las más elevadas (del 100% en algunas ingenierías, según los resultados de la encuesta a alumnos de la Universidad de Oviedo que concluyeron sus estudios en el curso 2016-2017, la última disponible) y las opciones de trabajar en lo que uno ha estudiado son «muy superiores a la de otras titulaciones que, en cambio, tienen más demanda entre los alumnos».

Pero es que, en opinión del director de la Escuela Politécnica de Ingeniería de Gijón, Juan Carlos Campo, el factor de la empleabilidad «no basta para que una titulación tire». La EPI, con 2.425 alumnos de grado, aumentó este curso en 26 el número de estudiantes con respecto al pasado al sumar a su oferta académica un octavo grado, el de Ingeniería de Organización Industrial.

Atendiendo a criterios demográficos, «lo peor está por llegar», advierte Campo pensando en los años en que toque entrar en la Universidad a los nacidos a partir de 2008 o 2009, durante los años de la crisis en los que las tasas de natalidad cayeron en la región de manera desenfrenada. Así que, «si las cosas siguen como están», la previsión es que las matrículas sigan descendiendo y el problema aumentando.

Esa tendencia preocupa, y mucho, en la Escuela de Ingeniería de Minas, Energía y Materiales de Oviedo, con apenas una treintena de alumnos de primer año en el único grado que imparte el centro, el de Ingeniería de Tecnologías Mineras. «Por eso pedimos el grado de Energías Renovables, porque lo vemos como la salvación de la escuela», insiste su director. Como sus homólogos de Mieres y Gijón, Francisco Blanco tampoco encuentra una única explicación a la bajada de matrícula. Sobremanera cuando, como el resto, tiene claro que «es una rama que demanda muchos profesionales. ¿Que su estudio requiere de mucho esfuerzo y disciplina? Sí, pero compensa. Si formáramos a más gente, más gente colocaríamos», anota.

En el campus de Gijón, lo que defiende el director de la EPI es dar un giro a la oferta académica actual incorporando a ella las titulaciones integradas de grado y máster y los grados abiertos, opciones que considera son «fáciles» de articular en las ingenierías. «Las políticas hay que hacerlas a priori, no a posteriori. Hay que pensar a ocho o diez años vista porque un profesional tarda cuatro o cinco años en formarse, más los que tarde en cursar el máster».