En el mundo existen unos 800 sacerdotes que realizan exorcismos dentro de la Iglesia católica. El dato proviene del último curso que suele celebrar cada año el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, una institución universitaria dirigida por los Legionarios de Cristo. Esta entidad organiza seminarios sobre ... la expulsión del maligno.
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Según el Código de Derecho Canónico los exorcistas deben ser «piadosos, doctos, prudentes y con integridad de vida».
Luis Santamaría, investigador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), hizo en 2018 un recuento de exorcistas y llegó a la conclusión de que en España había 37, pero la cifra permanece sin actualizar. Hace cuatro años, el abanico de la edad era muy amplio, de modo que se podían contar oficiantes de 39 y hasta de 88 años. La mayoría de ellos compaginaba esta labor con otras tareas pastorales, y algunos eran canónigos penitenciarios en sus respectivas catedrales.
La práctica del exorcismo cada vez es menos frecuente. Fuera de la Iglesia es algo que está desacreditado y dentro de ella se tiende a seguir el criterio de precaución. Los propios exorcistas son muy cautos y antes de aceptar un caso piden la intervención de un especialista de salud mental.
¿Qué es lo que induce a los exorcistas a sospechar que una persona está poseída por el demonio? Son cuatro síntomas lo que indican la existencia de una posesión diabólica: hablar lenguas desconocidas o entender a quienes las hablan; conocer cosas ocultas; manifestar una fuerza superior a la propia edad o condición física, y sentir una repulsión hacia objetos religiosos como crucifijos, rosarios o agua bendita.
Los candidatos a ejercer de exorcista deben tener conocimientos médicos para reconocer posibles enfermedades mentales. Uno de los exorcistas más famosos de la Iglesia católica fue Gabriel Amorth, fallecido en 2016, quien se negaba a asistir a las personas que no poseyeran un certificado expedido por un psiquiatra o un psicólogo.
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El ritual de sanación consiste en una oración especial que pronuncia un sacerdote, en nombre de Jesús y con la autorización del obispo, para liberar a una persona del diablo. El Vaticano actualizó este ritual en 1998, dado que el anterior, que data de 1614, no había sido renovado. El elemento del rito es pedir a Dios la liberación de la persona a la que se le realiza el exorcismo, para lo cual se invoca la intercesión de la Virgen María y de los santos. La otra parte estriba en la exhortación al demonio para que salga de la persona, lo cual se consigue con la Liturgia de la Palabra y las letanías.
Según el periodista italiano Fabio Marchese Ragona, autor del libro 'Exorcistas contra Satanás', el Papa Francisco nunca ha realizado exorcismos, aunque durante su etapa como arzobispo de Buenos Aires conoció varios casos de personas que decían estar endemoniadas, a las que envió a sacerdotes especializados. De acuerdo con Marchese, los damnificados hablaban de modo extraño, gritaban y se expresaban con una voz que no era la suya. En ocasiones presentaban heridas con motivos religiosos o caracteres rúnicos. A Juan Pablo II se atribuye haber realizado dos exorcismos con fieles que se acercaron a él en San Pedro en 1982 y 2000.
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Dos textos sirven para asesorar a los exorcistas: el ritual 'De Exorcismis', de unas 90 páginas, y las 'Líneas Guía para el Ministerio de los Exorcismos', publicadas en 2020. Este último documento describe varios niveles de influencia diabólica, que van desde la infestación, propia de casas o lugares, hasta la vejación. Una cosa es la obsesión diabólica, que se basa en una acción psicológica, y otra la posesión, que se caracteriza por el dominio completo del cuerpo. Se dice que el demonio puede adueñarse de una persona, pero no de su alma.
El escepticismo guía el quehacer diario de los exorcistas. Los autorizados para llevar ceremonias de expulsión aseguran haberse encontrado pocos casos de posesión en que los afectados tuvieran una fuerza sobrenatural o comprender lenguas arcaicas. En la mayoría de los casos los problemas se encauzan con una buena orientación espiritual.
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De vez en cuando, las páginas de los periódicos dan cuenta de sucesos truculentos en los que aparece implicado un exorcista, con credenciales o sin ellas. Uno de los más escabrosos acabó con la imputación del sacerdote Jesús Hernández Sahagún por el caso de una joven fue exorcizada en al menos diez ocasiones.
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