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AJavier Martos (Madrid, 1969) le cambió la vida un viaje que hizo a México al poco de licenciarse. «Te vas a morir de hambre», le decían sus compañeros de Ciencias Políticas, empeñados todos en opositar. «Me dejé guiar por las emociones y no por la ... razón», rememora. 25 años más tarde es la cabeza visible de UNICEF España y su día a día es un combate a brazo partido por dotar a los niños de todo el mundo de las herramientas necesarias para escapar del hambre, la enfermedad y la ignorancia, cuando no de la violencia. Atrincherado en su casa de Manzanares el Real, en la Sierra de Guadarrama, combate la pandemia con largos paseos por el bosque, mucha lectura y fútbol televisado. Como no vuelva pronto al Bernabéu o a pasearse por la valenciana playa de Malvarrosa con su mujer, Diana, y sus dos hijos, le va a dar algo.
Preparo los desayunos y el almuerzo que se llevan los críos al colegio -niño y niña, tienen 6 y 10 años-, y saco a dar una vuelta a 'Mini', una perra adoptada muy bonita cuya raza es imposible de determinar. Fue un capricho de ellos, aunque me haya acabado ocupando yo. ¡Qué remedio!
Después de llevar a los chavales a clase, regreso a casa para conectarme 'online' con el equipo, todos coordinados desde Ginebra. Hoy toca comité de dirección para tratar los acuerdos establecidos, qué ocurre con la rueda para tratar la campaña de vacunación infantil... El Covid ha alterado las rutinas, pero el café de media mañana no lo perdono.
Como temprano, es mucho más práctico cuando tienes que mantener reuniones con compañeros que están en diferentes husos horarios. La cocina nos la repartimos mi mujer y yo, dependiendo de quién esté más liado (ella es investigadora en la Universidad Juan Carlos I). Mi especialidad son los guisos, lo mismo lentejas que judías o unas carrilleras. No debo hacerlo mal, hasta ahora nadie se ha quejado.
He estado hablando con un compañero de Bruselas que es nuevo y está desbordado. Quería saber los retos que nos había planteado el Covid, los sistemas informáticos de teletrabajo, precauciones para evitar contagios entre empleados... La adversidad acaba sacando siempre lo mejor de las personas, aunque creo en el plano político nos ha faltado liderazgo. Es inconcebible que no estemos unidos en un escenario como el actual y más aún el continuo recurso al insulto. Yo lo que peor llevo es la incertidumbre, no saber cómo vas a estar dentro de 20 o 30 días.
Soy hincha del Real Madrid y como no puedo ir al Bernabéu, me conformo con seguir la Liga y la Champions por televisión. Hoy jugamos contra el Inter. Espero mucho del equipo y en particular de Hazard, gran jugador.
Un día a la semana bajo a Madrid porque hay cosas que es mejor hacer en la oficina, como preparar los presupuestos del año que viene. Soy más de transporte público -el cercanías me deja al lado de casa-, pero ahora lo hago en coche para evitar aglomeraciones. Estamos en un local provisional mientras acaban las obras en la sede principal.
Ya que estoy aquí aprovecho para comer con compañeros en La Quinta, un bar cerca de la oficina. El camarero se llama Rubén y el menú del día incluye un cocidito madrileño que es para quitarse el sombrero.
Me vacuno de la gripe en mi centro de salud y no puedo evitar pensar lo sencillo que es en nuestro país hacer algo que a muchas personas les representa un problema irresoluble.
Toca reunión del Patronato centrada en la campaña de vacunación universal dirigida a la infancia que acabamos de lanzar: en qué debemos incidir, a quién podemos invitar para que colabore... Ahí están ahora concentrados nuestros esfuerzos porque se han retrasado todos los calendarios: sarampión, tosferina, polio... Enfermedades aquí erradicadas, pero que en países del sur tienen gran incidencia. Cuando logras llegar a esos chavales, la satisfacción es impagable.
La reunión no puede ser más clarificadora. La crisis que estamos enfrentando está haciendo peligrar los logros que habíamos obtenido a nivel global. En los últimos 20 años habíamos conseguido reducir la mortalidad de los niños menores de 5 años un 60%. Estamos en riesgo de perder todo eso, porque la mayoría de los servicios de salud del planeta están colapsados.
Un tema nos preocupa mucho y está ligado al confinamiento: son las enfermedades mentales de niños y adolescentes. No hay estudios de psiquiatría infantil, la psicología clínica tienes que pagártela de tu bolsillo, a menudo es un tema tabú.
. Somos de cenar pronto (sobre las 8.30) y procuramos, mi mujer y yo, con los niños ya acostados, reservarnos una hora para leer. Mi escritor favorito es Leonardo Padura, aunque ahora estoy leyendo 'El enigma de la habitación 622', de Joël Dicker.
Mientras los peques duermen, me regalo un rato de monte con la perra. Adoro perderme en el bosque, rodeado de naturaleza. Vivo a un paso de La Pedriza, en Guadarrama, donde entrenaba Perico Delgado. Tiene una parte alfombrada de pinos y otra muy agreste, de paredes de roca, frecuentada por escaladores.
. La paella es cosa mía, de pollo y conejo: viví en Valencia tres años y algo se me pegó. Procuro estar con los niños, disfrutar de un espacio juntos. Jugamos mucho: al balón con el niño, al basket con mi hija; también al pilla-pilla y los consabidos marcianitos, pero con límite de tiempo. A su edad, yo era mucho de calle, horas y horas dando patadas al balón, la peonza y el 'churro-mediamanga-mangotera'. No están ya los riñones para tanto alarde.
Estoy atrapado con 'Antidisturbios', una serie española bien construida, muy ágil, que veo en 'streaming' para enchufarme cuando tengo tiempo.
Aprovecho para visitar a mis padres y hacer mi compra y la de ellos, que me pongan al tanto de lo suyo aunque guardando siempre las distancias para minimizar el riesgo de contagios. Ellos son los más vulnerables.
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