La popularidad de este manjar es tal que la demanda supera con creces la oferta. EFE

Crisis en la pesquería del pulpo gallego

La peor campaña ·

Biólogos y pescadores lanzan la voz de alerta tras el desplome del 62% en las capturas, afectadas por la sobreexplotación

SERGIO GARCÍA

Domingo, 15 de noviembre 2020, 00:22

José Manuel Otero es el armador del 'Virxe dos Mares', un barco con base en Bueu, frente a Sanjenjo, un pintoresco rincón de la Ría de Pontevedra donde cualquiera diría que la pesca del pulpo está adherida con ventosas al ADN del paisanaje. No ... corren buenos tiempos ni para él ni para los otros 81 buques del pueblo con licencia para la explotación de esta pesquería artesanal. En el último mes ha habido semanas enteras en las que no ha salido ni una vez a navegar, «porque ha habido mucho mar de fondo y en esas condiciones no se pesca nada». Cuando lo hizo por última vez el resultado fue nefasto: regresó a puerto habiendo cobrado sólo tres piezas. Y eso después de haber salido a las cinco de la mañana con otros tres marineros –algunos llevan con él desde hace 30 años– y no tocar tierra hasta once horas más tarde.

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No le salen las cuentas. «Figúrese, si llega fin de mes y tienes que pagar mil y pico de seguridad social y, otros 300 a la semana de carnada para los cebos. Eso por no hablar del gasóleo, que el barco chupa 200 euros de lunes a viernes». Cambiar de tercio es una tentación, pero eso obliga a sacar a tierra todas las nasas (artilugios-trampa con los que se capturan los cefalópodos) y no le compensa. «Tengo 48 años y voy al pulpo desde los 16. Nunca he visto el panorama tan negro». Tanto es así que esta campaña ya ha tenido que echar dos meses a la nécora –«Estaba perdiendo de mi bolsillo», se revuelve– y ahora se ha dado de plazo hasta mañana para cambiar el paso (los pescadores gallegos pueden licenciar hasta cinco artes, aunque no utilicen todas). «Mis hombres tienen que llevar dinero a casa, aunque con la que está cayendo la gente tampoco esté para comprar centollas».

En la Cofradía de San Martín, el patrón mayor, José Manuel Rosas, no puede evitar las comparaciones. Del 1 de enero hasta el 25 de octubre de 2019 se vendieron 66.000 kilos de pulpo, que dejaron un rendimiento de medio millón de euros. Este año apenas han entrado 7.700 kilos y los ingresos se han desplomado hasta los 73.000 euros. «Bueu es, junto con Riveira, referente en la pesca del pulpo. Hemos pasado de desembarcar más de una tonelada al día a escasos 100 kilos». Una radiografía que vale para todo Galicia, desde La Guardia hasta la Mariña lucense, agravada por el Covid. El mercado –lo mismo el de este cefalópodo que el otras especies– también se ha resentido, aunque fueron declarados sector estratégico, y ninguna lonja ha mantenido la facturación de años anteriores. «Nadie nos ha sabido explicar qué es lo que pasa realmente. Cuando el 'Prestige' nos tiramos muchos meses sin salir a faenar, pero se estableció una línea de ayudas y capeamos el temporal. No ocurre lo mismo ahora».

500.000 huevos por hembra

Rosas confía en que la situación se arregle en invierno, que entren los fuertes temporales y regeneren los fondos, pero tampoco se engaña: «¿Qué esperamos, si no ha habido un desove en condiciones?». En este escenario, el patrón alerta de un basculamiento hacia otras artes, lo que a su vez está desestabilizando las poblaciones de nécoras. «Si un sector cae, arrastra consigo a los demás, se rompe el equilibrio. Es como lo que pasa en tierra, si la cosecha de maíz es mala todos se ponen a cultivar patata, la producción se multiplica por cuatro y el precio se desploma. Castigas el recurso y al mismo tiempo descojonas el mercado», ilustra.

Ángel Guerra, biólogo del CSIC, tiene una explicación para el cataclismo que está viviendo el sector, sustanciado en las 822 toneladas de pulpo que se han pescado este 2020 en Galicia frente a las 2.126 del año pasado, un 62% menos. «Es una barbaridad». Hablamos de una especie con un ciclo vital muy corto –sólo viven dos años–, pero capaces de poner hasta medio millón de huevos que las hembras custodian en sus guaridas. Un tesoro que en su fase planctónica es muy delicado y cuya supervivencia depende de las condiciones atmosféricas, oceanográficas y de alimentación, hasta el punto de que hay años que sobreviven el 90% de las larvas y otros apenas el 20%. Si además se pesca de manera intensiva –el buen precio que ha marcado el pulpo ha disparado las capturas desde 2017– y no se dejan los reproductores adultos necesarios para asegurar la siguiente hornada, el desastre está servido».

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Guerra es uno de los artífices de las medidas de gestión de este recurso en Galicia, un protocolo que, sostiene, no se ha respetado como debía. «Entre las medidas contempladas destacan que cada barco descargue un máximo de 200 kilos de pulpo por salida y que sólo se comercialicen los ejemplares de al menos 1 kilo». El biólogo considera también que el sector ha sido cicatero en el cumplimiento de las vedas, «guardando uno o dos meses cuando la naturaleza aconseja hasta cuatro». Tampoco se han respetado lo que el biólogo denomina 'áreas esenciales', situadas en las Cíes y Ons, donde el Instituto de Investigaciones Marinas del CSIC en Vigo promovió 200 inmersiones para comprobar los mejores entornos para la puesta y el alevinaje.

Las medidas no funcionan si la Xunta no puede garantizar la vigilancia. Ya lo dicen los guardas del parque nacional de las islas Atlánticas: «la noche es muy larga y las distancias también». Así las cosas, el furtivismo ha dado al traste con estos planes, de manera que son muchos los que afirman que por cada capacho que acaba en lonja otro lo hace 'en negro' en la cocina de algún restaurante. Eso por no hablar de los que acreditan 200 nasas a bordo, pero luego dejan otras tantas en el mar a la espera del momento idóneo para recogerlas. «No se pueden atribuir al sector todas las calamidades», contraataca Rosas. La flota sigue siendo la misma, si no menor cada año que pasa. Hacer esa lectura es no leer bien el partido».

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¿Qué va a pasar en el futuro? «La pesquería del pulpo se reproduce a gran velocidad y si se respetan las medidas se recuperará el stock en apenas un año. Es más, no parece que haya condiciones ambientales adversas: la salinidad sigue siendo buena y la temperatura del mar, que ha subido un grado en los diez últimos años, le viene bien al pulpo, que crece más rápidamente. Pero mientras los pescadores no se autorregulen, no hay nada que hacer –resume Guerra–. Si ya se ha hecho con las navajas o los percebes, y ha funcionado, ¿por qué no aquí?».

La caída de capturas de este cefalópodo registrada en el Cantábrico-Noroeste (ahí se concentra la mitad de la flota pesquera española, 4.715 barcos de los que el 92% son buques de artes menores) destaca sobre el resto del litoral español, que tiene también grandes reservorios en el banco canario-sahariano o en Cádiz. De hecho, la industria gallega no basta para cubrir toda la demanda y gran parte del pulpo que se vende como 'del país' viene de fuera, fundamentalmente de Marruecos, Mauritania y también Portugal.

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En una cata a ciegas es casi imposible apreciar la diferencia, ya que todos pertenecen a la especie 'Octopus Vulgaris'. Ellos representan casi el 90% del pulpo que circula por el país. Estas entradas explican la oscilación de precios. Según Israel Martínez Varela, subastador de la lonja de A Coruña, mientras el año pasado, el pulpo alcanzaba los 15 o 16 euros por kilo, ahora apenas llega a 12. Y eso el grande. Una escasez que se compensa con una mayor presencia de nécoras o camarones, «porque el pulpo es depredador». ¿Cómo es posible que a menos pulpo nacional los precios sean más bajos? Rosas explica la paradoja. «El pulpo gallego no marca el precio, lo hace el que viene de África que acapara el mercado y más en la situación actual. Mientras aquí no se pesca nada, allí abunda».

«Sospechosos habituales»

Jaime Otero, investigador del Centro Oceanográfico de Vigo, apela a la calma. «No está pasando nada que no haya ocurrido antes. La situación es preocupante porque provoca un perjuicio económico, pero no a nivel de recurso, porque este está sometido a altibajos y no basta con un año para ver la evolución. Además, no olvidemos que lo que para el pulpo constituye un problema para el resto de especies es una fuente de alivio».

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Cuando se le pregunta a qué obedece la situación actual, Otero habla de los «sospechosos habituales»: cambios en el medio ambiente que afectan a la supervivencia de los huevos y la fase larvaria, la sobreexplotación, el aumento de predadores... También el índice de afloramiento, «un fenómeno que consiste en la surgencia, el desplazamiento ascendente de masas de agua fría, ricas en nutrientes, especialmente en verano».

«El mar está diciendo '¡ojo!', nos avisa», sostiene Álvaro Roura, biólogo marino. «Las condiciones meteorológicas determinan lo que va a pasar en la temporada siguiente, pero también la presión humana. Sólo gestionando vedas más largas impediremos que las hembras cargadas con huevos desaparezcan». Todo sea porque el pulpo a feira no se convierta en una especie en extinción y desaparezca de nuestras mesas. Eso sí que sería una tragedia.

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Dos proyectos compiten para hacer realidad el octópodo de cultivo

Álvaro Roura trabaja desde hace año y medio en la isla de Toralla, en la Ría de Vigo, donde la armadora Pereira ha puesto en marcha en colaboración con el CSIC y la Universidad de Vigo un proyecto para el cultivo de pulpos. No son los únicos. También Pescanova y el Instituto Español de Oceanografía compiten por ese grial, el de la producción industrial del octópodo en granjas, igual que hacen los japoneses desde los años 60, aunque ellos lo hagan con el 'Octupus Sivalensis', una especie que tarda apenas un mes en completar su crecimiento a 25º.

«La fase planctónica es nuestro auténtico talón de Aquiles». Ambos proyectos han conseguido completar el ciclo, es decir que haya larvas que se hayan hecho adultas y producido huevos. «El problema es maximizar la supervivencia de estas larvas, porque a fecha de hoy los números no dan». Una aventura «apasionante, pero compleja, en la que muchas pequeñas cosas influyen a la vez. Como el acorde en un piano, que necesita de varias notas para crear una unidad armónica», ilustra.

«Es el futuro»

«El cultivo del pulpo es el futuro –sostiene Roura–, más aún cuando la demanda de proteína crece de una manera voraz y los océanos están agotados. No queda otra opción». Mejillón, rodaballo, lubina, doradas... «Cuando se consiga 'domesticar' al pulpo, habremos logrado un avance enorme».

El también biólogo Ángel Guerra es optimista. Confía en que se alcancen índices de supervivencia de las larvas del 40% a medio plazo, cuando se resuelva el problema de la alimentación en cautividad. Dicho de otra forma, no depender del mar y sus vaivenes. No se refiere sólo al engorde de los ejemplares, «sino a producir alevines que se hagan adultos a partir de huevos y larvas». ¿Cuándo? «Quizá en un par de años tengamos granjas a nivel semiindustrial, dependerá de la financiación con que cuenten estas empresas para sacar adelante sus proyectos».

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