Los expertos coinciden en que la mejor imagen pública de la crisis fue la primera aparición de los uniformados. J. M. Cuadrado

La crisis que nos cuenta Moncloa

Expertos en comunicación política aprecian en el Gobierno de Pedro Sánchez voluntad de «transparencia» «dar la cara» y «enmendar errores», pero también «falta de valentía para reconocer lo que no saben» y de «claridad en temas clave»

Domingo, 3 de mayo 2020, 09:02

En tiempos de grandes emergencias terroristas, económicas, sociales o sanitarias, los dirigentes públicos se enfrentan a la doble misión de encontrar la puerta de salida y, en ese camino de regreso a la (nueva, en este caso) normalidad, de tranquilizar a la población y convencerla ... de que siga sus indicaciones. Cuando éstas consisten en confinar a todo un país y en instalar a continuación el distanciamento físico, con el elevado coste personal y el devastador impacto sobre la economía y el empleo que acarrean, el reto adquiere dimensiones sobrenaturales. El politólogo holandés Arjen Boin, un experto en la gestión política de grandes crisis de la Universidad de Leiden, lleva décadas analizando las respuestas, más y menos exitosas, que mandatarios internacionales han aplicado en distintas situaciones extremas. Ha llegado a una conclusión: «El liderazgo efectivo en situaciones críticas no se puede lograr simplemente haciendo lo correcto». Además de acertar con la ruta de retorno es preciso elaborar una «narrativa clarificadora», «proyectar comprensión, compasión y esperanza» y «unir a la ciudadanía para lograr un consenso permisivo, esencial para poder tomar decisiones». «Es un acto de equilibrio bastante difícil para los gobernantes», asevera.

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Este periódico ha pedido a seis renombrados especialistas en la materia que juzguen la estrategia comunicativa desplegada por el Gobierno de Pedro Sánchez a lo largo de la crisis del coronavirus. Todos exigen salir del mismo punto de partida, la naturaleza inédita, cambiante, transversal y prolongada en el tiempo de una emergencia para la que, enfatizan, «no existía un manual que seguir». «De hecho, esta crisis ha puesto en cuestión los atributos tradicionales de la comunicación política, basados en las disciplinas persuasivas, para exigir otras capacidades, como la empática -ponerse en el lugar del otro, al que le cambias de manera drástica la vida- y la de ofrecer información clara y precisa, ajena a valoraciones, disgresiones o reverberaciones. ¿Lo han hecho? De manera irregular y discontinua. Pero en este caso, el derecho de error debe ser aceptado. Quien no se ha equivocado que levante la mano», desafía Antoni Gutiérrez-Rubí, asesor internacional en comunicación política e institucional.

El especialista barcelonés, arquitecto de la imagen pública del presidente de la Junta de Andalucía, el conservador Juan Manuel Moreno, y del desaparecido político socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, baja a la arena para identificar la «imprecisión» de la información despachada desde el Ejecutivo central como el peor lastre. «Asistimos a anuncios de medidas cuya falta de concreción o de matices ha llevado a modificaciones posteriores, lo que conlleva un alto coste desde el punto de vista de la opinión pública. Yo creo que han venido derivadas de la misma complejidad de la crisis. En este caso, lo justo es ser comprensivo con las imprecisiones de todos los dirigentes. No había previsión ni precedentes. Y hay que estar ahí».

A cambio, Gutiérrez-Rubí valora favorablemente la actitud de Moncloa de «dar la cara. Está presente de forma permanente y en todo tipo de formatos, y ha introducido la idea de trabajo en equipo», resalta el consultor, quien glosa en tres capítulos un hipotético manual de gestión de la comunicación política en las grandes emergencias futuras: «humildad, prudencia y capacidad para generar corresponsabilidad con la ciudadanía. Esas son buenas líneas de trabajo».

Presiones y brazos torcidos

Con menos paños calientes se emplea Verónica Fumanal, directora de comunicación de Pedro Sánchez durante su etapa como secretario general del PSOE y artífice del despegue público del exlíder de Ciudadanos, Albert Rivera. «Ha habido mucha comparecencia y rueda de prensa, y poca información. En este momento la gente necesita certezas y se han dado pocas. ¿Necesito salir a la calle con mascarilla, sí o no? El Gobierno dice que es recomendable. ¿Como no fumar?», ironiza. «Si finalmente es obligatorio, ¿qué pasa si voy a la farmacia y no hay? Se pueden abrir establecimientos, bien ¿cómo? ¿Con qué medidas de precaución? Ha faltado y falta claridad en temas clave».

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Fernando Simón, en una de sus comparecencias. E. C.

La consultora achaca la confusión en los mensajes a «una brutal presión social y de algunos barones del partido», y a la inexperiencia de un Ejecutivo que aún se estaba formando cuando estalló la crisis y compartimentando un ministerio de Sanidad que lleva años descentralizado». Esgrime una razón más, la «ausencia de valentía y humildad en ocasiones para decir a la ciudadanía 'esto no lo sabemos porque no lo podemos saber'. Yo cuando bajo al supermercado cometo errores y no soy una negligente».

Fumanal también ha visto aciertos en las actuaciones gubernamentales públicas, que resume en la «presencialidad constante» del equipo de Gobierno -«ante la dificultades Rajoy se escondía»- y en la «capacidad para rectificar y adaptarse a la circunstancias». «Escuchan, toman nota y tienen sensibilidad social». «Si hay algo que cuesta muchísimo en política es precisamente torcer el brazo».

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El asesor de comunicación estratégica de gobiernos e instituciones públicas Pau Canaleta se ha quedado con una imagen, la de la entrada en escena de los responsables de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado junto con el equipo de Gobierno tras la declaración del estado de alarma. «Fue muy potente desde el punto de vista comunicativo. Trasladaban el mensaje de que se trataba de una crisis de Estado y que todo él se ponía a trabajar para combatir la pandemia». La participación de los uniformados se prolongó, a su juicio, «más de lo necesario» en el tiempo, al igual que el protagonismo de Fernando Simón como portavoz técnico del Gobierno. «Mantener en primera línea de la crisis a quien dijo que no la habría y que la Covid-19 no sería más que una gripe es mantener viva la contradicción en la retina de los ciudadanos. Deberían haberle reemplazado cuando se contagió», valora Canaleta.

De Aznar a Churchill

En opinión de Jorge Santiago Barnés, director del Centro Internacional de Gobierno y Márketing Político de la Universidad Camilo José Cela, el Gabinete Sánchez ha cumplido «lo mínimo, que era tenernos informados y han intentado ser transparentes». «Sin entrar en los contenidos, han respondido al 'cuéntame' de la gente, algo que no siempre ocurre», matiza antes de evocar la «tremenda incertidumbre que el Gobierno de Aznar generó tras el 11-M al ofrecer distintas versiones de lo que ocurrió». Considera asimismo positivo «el tono de cierta prudencia que ha mantenido ante las críticas de la oposición, sobre todo del PP y de Esquerra, así como de las comunidades autónomas. No ha entrado en enfrentamientos dialécticos, lo que habría desembocado en desafección por parte de la ciudadanía y en una mayor frustración».

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«Ha habido muchas imprecisiones y su coste es alto pero, en este caso, lo justo es ser comprensivo. No había previsión, ni manual ni precedentes»

Antoni Gutiérrez-Rubí | Asesor de comunicación política

«Muchas comparecencias no implican más información. ¿Hay que salir con mascarillas, sí o no? Ahora lo recomiendan, ¿como no fumar?»

Verónica Fumanal | Exasesora de Pedro Sánchez

«Ha mantenido cierta prudencia al no replicar a las críticas de la oposición y de las comunidades autónomas. Eso ha evitado generar más frustración»

Jorge Santiago Barnés | Experto en Marketing Político

«Empatía y veracidad la he visto en Margarita Robles, Nadia Calviño y Reyes Maroto. Sánchez lo habría arreglado con una corbata negra, como Marlaska»

Diana Rubio | Politóloga y experta en protocolo

«Cuando anunció que los niños empezarían a salir se ató de manos, se encorvó y bajó la mirada. No estaba cómodo, ni seguro, ni convencido»

José Luis Martín Ovejero | Experto en conducta no verbal

«La entrada en escena de los uniformados fue muy potente, pero mantener a Simón en primera línea de la crisis cuando dijo que no la habría ha sido un error»

Pau Canaleta| Consultor de comunicación pública

Pero Barnés no ha pasado por alto al menos dos torpezas: el Gobierno «ha contado poco con la oposición en momentos de sumar y de estar todos» y ha sometido al presidente a una «sobreexposición». «Ha hecho demasiadas comparecencias y muy largas, de manera que los mensajes quedaban diluidos». Sugiere que el dirigente socialista «buscaba exteriorizar que estaba al tanto de todo lo que estaba pasando y de que ninguna decisión se tomaba a la ligera. Y aunque sus discursos estaban muy preparados, no irradiaba persuasión ni fascinación. El carisma y el liderazgo emocional no se aprenden. Es algo innato y él no los tiene».

La politóloga granadina Diana Rubio, experta en comunicación y protocolo, ha seguido con interés esos discursos sin que se le escaparan las frases robadas a Churchill y al poeta persa Saadi sin mentarles, lo que, dice, constituye una práctica desaconsejable. Lo mismo que el «exceso de información, con el que han tratado de dar una imagen de seguridad cuando lo que se proyecta es desbordamiento». «En momentos de crisis hay que ser eficientes en este sentido para evitar incurrir en contradicciones y en disparidad de matices, y hay que ser empáticos», una cualidad que solo ha visto en Margarita Robles, Nadia Calviño y Reyes Maroto. «El presidente lo habría arreglado poniéndose una corbata negra, como el ministro Marlaska».

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Un hombre sigue la intervención semanal del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. EFE

Pedro Sánchez, del «pánico» inicial a la «inseguridad» con las fases de la desescalada

A menudo solo prestamos atención a lo que decimos con la boca y no a lo que expresan nuestro rostro y nuestro cuerpo mientras hablamos. Esos gestos son irreprimibles y a veces nos traicionan al entrar en colisión con lo verbalizado. 'Cazarlas' e interpretarlas no es tan sencillo. «Las microexpresiones son movimientos musculares en el rostro que no podemos evitar. Aparecen cuando sentimos con intensidad alguna de las siete emociones básicas: alegría, tristeza, enfado, sorpresa, miedo, asco y desprecio».

Lo explica José Luis Martín Ovejero, experto en el análisis del comportamiento no verbal y en oratoria, y probablemente el hombre que más ha escudriñado la cara de Pedro Sánchez y su lenguaje corporal en los últimos años. Desde el pasado 14 de marzo ha estudiado todas las ocasiones en que se ha dirigido al país. «En este tiempo la mente del presidente ha pasado por muchas fases. La primera, que corresponde a ese día, en que anuncia el estado de alarma, fue claramente de pánico. Estaba muy nervioso e intimidado. La microexpresión que más repitió fue la de miedo. Es coherente. Se le venía encima una crisis tremenda».

La segunda, del 21 de marzo, en la que advirtió que «llegarán días más duros», fue la que más impactó a Ovejero. «Estaba hundido. Lo más cerca que le he visto de ese estado fue cuando en 2016 anunció que dejaba el acta de diputado y la secretaría general del PSOE. Luego trascendió que su esposa y su madre se habían contagiado. Seguramente aquello sumó».

El especialista recuerda la de 4 de abril, en la que informó de la prórroga, como la de «la vuelta del político». «Dio un cambio bestial. Se expresó con seguridad». La siguiente, de 11 de abril, le resultó relevante por el uso «exagerado» del lenguaje bélico -«posiblemente buscando una unidad frente al enemigo común del virus»-, así como la del 18, en la que anunció la salida de los niños. «En ese momento cambió de actitud. Se ató de manos, se encogió y bajó la mirada. No estaba seguro, ni cómodo, ni convencido de lo que estaba diciendo».

Algo similar percibió en su aparición en televisión el pasado martes para esbozar las fases de desescalada. «Tragaba saliva con frecuencia y se aceleró mucho. Costaba entenderle de lo rápido que iba, lo que demuestra inseguridad. Estaba nervioso e incómodo trasladando las fases. Se relajó cuando terminó, hasta que le preguntaron si habrá más prórrogas. Ahí se volvió a atar de manos».

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