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Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), los ahogamientos son la segunda causa de muerte infantil accidental en España (y la tercera a nivel mundial, según la OMS), superados únicamente por los accidentes de tráfico.
Aunque se suceden a lo largo de todo el año, son muchas las muertes que se producen durante los meses de junio, julio, agosto y septiembre en piscinas, ríos y playas. Piscinas hinchables, jacuzzis, bañeras, e incluso cubos llenos de agua, son potenciales peligros para los niños. El ahogamiento puede ocurrir muy rápidamente y en menos de 2,5 centímetros de agua; lo suficiente para que la nariz y la boca queden cubiertas.
Los menores de cinco años son el colectivo más vulnerable porque no son conscientes del peligro. Las muertes por ahogamiento accidental se acumulan en estos primeros años de vida y a partir de los 16, antes de convertirse en adultos. En los últimos cuatro años 111 niños han muerto ahogados.
Un niño que no sabe nadar se ahoga en apenas tres minutos; y hay que recordar que uno de cada tres ahogamientos sucede en piscinas domésticas, ríos y canales, donde no hay una supervisión profesional. La clave es la supervisión constante. La Asociación Nacional de Socorristas de Alemania ya advirtió el verano pasado que habían notado un auge del número de accidentes, tanto mortales como no, de niños en los que los padres tardaron más tiempo en reaccionar por estar distraídos mirando el teléfono móvil.
El fallo en la supervisión adulta suele estar siempre en el quid de la cuestión, por lo que se recomienda retirar los juguetes de la piscina cuando los niños hayan dejado de nadar para prevenir que intenten ir a recuperarlos; no utilizar nunca chalecos, manguitos, flotadores, colchonetas... como sustitutos de la supervisión constante de un adulto; instalar una verja de al menos 1,2 metros de altura alrededor de la piscina, así como una puerta que cierre sola y cuya apertura sea de difícil acceso para los menores; vaciar toda el agua de las piscinas hinchables cuando se hayan terminado de usar; o retirar las escaleras de las piscinas elevadas cuando no se estén utilizando.
Hay que elaborar unas reglas para el uso de la piscina con menores. La labor del adulto comienza en el mismo momento en que se accede al recinto:
1
Examinar los posibles peligros: profundidad, si hay desagües... No hay que dejar a los niños que se metan en la piscina con los cordones del bañador sueltos; se han dado casos en los que se han encajado en alguna rejilla al fondo de la piscina.
2
Mirar hacia la piscina al menos cada 10 segundos y asegurarse de que podría agarrar el brazo del menor en no más de 20 segundos.
3
Nunca hay que delegar la vigilancia en el socorrista o en otro menor.
4
Mejor utilizar chaleco que flotadores o manguitos, ya que estos podrían salirse al tirarse al agua.
5
Hay que enseñar a los niños a caminar por el borde o áreas aledañas a la piscina con el máximo cuidado para evitar caídas imprevistas.
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