El coronavirus ha puesto a prueba nuestra resiliencia y también la habitabilidad de nuestras viviendas. Como lugares donde pernoctar, el aprobado es general, pero como centros multiusos forzosos en los que relajarnos, cumplir la jornada laboral, tonificar los músculos, cocinar, tener entretenidos a los niños, ... jugar con el gato, disfrutar con la vídeoconsola o leer en la intimidad -a menudo, todo ello a la vez-, no dan la talla. Entre marzo y junio tuvimos 99 días para comprobarlo, 2.376 largas horas del tirón para experimentar sus estrecheces, padecer sus carencias y tomar nota de cada una de sus deficiencias. De ahí que, desde que terminó el encierro primaveral, el 55% de los españoles se haya lanzado a realizar alguna pequeña remodelación o a acometer alguna labor de mejora en sus pisos. De ellos, el 6% se ha liado la manta a la cabeza y ha dedicado buena parte del verano a acometer actuaciones de más enjundia, como tirar tabiques en busca de una sensación de mayor amplitud.
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Estos son los datos que maneja la Asociación Nacional de Distribuidores de Cerámica y Materiales de Construcción, Andimac, que ha visto cómo el despertar gradual del letargo que impuso el virus, allá por junio, llegaba en forma de una «eclosión» de solicitud de obras. «Confluyó la existencia de una demanda estancada de actuaciones planeadas o ya en marcha que quedaron paralizadas al decretarse el estado de alarma con la llegada de la estación en la que más intervenciones de este tipo se suelen llevar a cabo, sobre todo, en segundas residencias. A esto hay que añadir otros dos factores importantes, como han sido la existencia de una tasa de ahorro derivada de una contención del gasto y que los ERTE han contenido el desempleo. Y como este año no hemos podido viajar, hemos gastado en la casa», expone el secretario general de la patronal de la reforma, Sebastián Molinero.
A diferencia de los países de nuestro entorno, partíamos de unos cuantos escalones por debajo. O dicho de otro modo, nuestro listado de cosas pendientes de ser renovadas era más abultado que la de nuestros vecinos. «Somos una sociedad que por razones climáticas y culturales hacemos mucha vida en la calle y eso deriva en un déficit en la inversión que tradicionalmente dedicamos a la mejora y el mantenimiento de nuestras casas. En 2019, ese presupuesto se situó en 681 euros por hogar, una cantidad que incluye desde un sencillo cambio de bombillas convencionales a led, a la reforma de un baño. Es bastante poco. Si lo comparamos con la media europea representa un 35% menos », señala Molinero. Esto explica que, con el drástico cambio de rutinas al que nos ha abocado la crisis sanitaria, y que consiste esencialmente en disfrutar de buena parte de nuestro tiempo libre en nuestras viviendas cuando el tiempo no acompaña, no hayamos tardado en darnos cuenta de que las ventanas 'hablan' cuando arrecia el viento o que los ruidos más insignificantes atraviesan las paredes. «Hasta ahora mejorábamos las casas con criterios de Ikea, pero nos hemos percatado de que los problemas que padecen son más de fondo».
Un agente patógeno microscópico se ha bastado y sobrado para convencernos en solo un trimestre de lo que los arquitectos lleva años pregonando: «nuestras viviendas no cubren las necesidades básicas de habitabilidad, orientación, ventilación cruzada, espacios mínimos… La gran mayoría no fueron concebidas para pasar grandes temporadas sin salir de ellas, ni tampoco para estar ocupadas por todos los miembros de la familia de manera simultánea», observa desde Valencia Fran Silvestre, reconocido arquitecto y profesor de proyectos en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de esa ciudad. La reclusión y el teletrabajo han servido, en su opinión, para que algunos «redescubran y se enamoren de sus viviendas», y para que otros se pongan manos a la obra para localizar albañiles, escayolistas, carpinteros, fontaneros o contratistas en busca de soluciones que confieran una mayor «polivalencia» a las estancias y propicien espacios donde aislarse de las personas con las que se convive.
Nada que no sepan en Habitissimo, la mayor plataforma online española para poner en contacto a clientes deseosos de actualizar sus hogares con los gremios. Surgida hace once años como una 'start up' y convertida hoy en una compañía con una plantilla de 200 trabajadores y presencia en seis países, vive una de sus etapas más frenéticas. En estos últimos cuatro meses, esta empresa, en la que están asociados más de 200.000 pymes y autónomos especializados en remodelaciones, han registrado hasta 42.000 intervenciones más que en el mismo periodo de tiempo del año anterior, lo que significa un crecimiento del 30%.
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«Hemos visto que mientras en junio empezamos por acondicionar terrazas e instalar toldos y piscinas, en agosto y septiembre nos hemos centrado en renovar ventanas y calderas, y en mejorar la calefacción. Es decir, en trabajos para mejorar el comfort de nuestras viviendas y en favorecer el ahorro energético. Hemos comprobado que nuestras casas no están preparadas para trabajar y pasar tiempo en ellas, y todo lo que se haga para climatizarlas siempre es un acierto». Así lo valora Isabel Alonso de Armas, directora de Alianzas Estratégicas de la web, quien hace un llamamiento al sector de las reformas para «digitalizarse» y poder así asumir la demanda creciente de estos servicios que ha deparado la pandemia. «De la misma manera que buscamos hoteles o viajes por internet, también debe ser posible localizar a un pintor en la red».
La multinacional francesa especializada en bricolaje, construcción, decoración y jardinería Leroy Merlin ha sido otra de las aliadas de muchos españoles para hacer más entretenido el confinamiento -a base de suelos vinílicos y laminados, y toneladas de pintura- y, después, para celebrar su final con una festín a base de pérgolas y barbacoas. «Los dos productos estrella han sido un ventilador de techo y los rollos de césped artificial», desvelan fuentes de la firma, que dan cuenta, asimismo, de un incremento «sorpresa» en la adquisición de muebles de baño y de un importante 'stock' en sus almacenes de estufas de exterior, en previsión de que nos aferremos con uñas y dientes a disfrutar del mundo exterior antes de que el invierno y el virus nos devuelvan a nuestras casas para no salir.
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La Covid-19 ha sacado lustre a otros profesionales del sector que hasta ahora parecían accesibles solo a las clases más pudientes, los interioristas. «Esta crisis ha democratizado nuestros servicios. La gente ha comprendido que en el saldo final les hacemos ahorrar dinero, que las reformas que acarrean cambios de distribuciones requieren de profesionales y que nosotros amortiguamos el trauma que supone meterse en una obra». Habla mientras conduce por las calle de Bilbao Natalia Zubizarreta, una diseñadora de interiores que no da a basto con los encargos de los últimos meses. «Está siendo un año buenísimo para nosotros. Mucha gente antes estaba en sus casas solo de paso y ahora ha descubierto que no les gustan. Ya no puede soportar el gotelé, el color de su habitación, ni tener una bañera en lugar de una ducha. Necesitan más luz, un lugar donde hacer deporte, otro donde trabajar... Quieren cierres acristalados en lugar de tabiques, espacios de almacenaje, materiales de construcción fáciles de limpiar y con pocas exigencias de mantenimiento, textiles naturales que transmitan paz y calidez, y muchas plantas».
Pero no todo es solo para nuestros ojos. «También hay mucho postureo. Con las videoconferencias de trabajo hemos tenido que enseñar nuestros azulejos o nuestro desorden, y queremos que los demás vean modernidad», cuenta la interiorista.
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En Málaga, la empresa de reformas Klauswork, con campo de operaciones también en Marbella, Valencia y Mallorca, han constatado un mayor interés por dotar a las viviendas de espacios más «desahogados», abriendo la cocina al comedor, pero también mucha «prudencia, cautela y aplazamientos». «A mucha gente se les caen encima las paredes y quiere hacer reformas o, incluso, mudarse a otro piso, pero muchos se están conteniendo porque no saben si sus trabajos les van a durar o si van a necesitar ese dinero de la obra a corto plazo. Esto esta ocurriendo mucho en las Baleares, donde hay bastante parálisis», afirma Nacho Molina, director de proyectos de la compañía.
Tanto tiempo mirando de frente a nuestras casas ha hecho emerger el aprendiz de decorador que muchos llevamos dentro. Dan fe del fenómeno en El Mueble, la revista de decoración decana en España, cuyo número de seguidores de su edición digital se ha disparado hasta un 66% con la pandemia. «Está siendo un tiempo muy duro y hemos sentido la necesidad de dotarnos de unas casas más coquetas, cuidadas y ordenadas. Ha habido un claro componente emocional en estos cambios», analiza la directora, Susana Gómez. «Nuestra vivienda se han convertido en nuestro refugio, el lugar que nos cuida y nos hace sentirnos a salvo, y hemos querido mimarlo».
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27.500 euros. Es el desembolso medio que acarrea la reforma parcial de una vivienda en España, según la plataforma Habittisimo.
Los que cuesta cada intervención Si solo nos decidimos a remozar un baño el desembolso se situará en torno a 3.500 euros. Si optamos por la cocina, superará con facilidad los 10.000. Renovar la pintura saldrá a uno 10 euros por m2, el parqué, entre 30 y 80 euros por m2 y cambiar la carpintería exterior costará unos 2.000 euros. Si nos arreglamos con tirar un tabique, el coste oscilará entre los 75 y los 250 euros.
15 millones de viviendas en España fueron construidas sin ningún criterio de eficiencia energética. Supone el 60% del total del parqué en España.
En España, el Código Técnico de la Edificación (CTE) establece que los inmuebles de viviendas son diseñados para tener una vida útil de al menos 50 años, un horizonte que se puede prolongar con holgura en función de varios factores determinantes: la calidad de los materiales empleados, la existencia de un buen diseño arquitectónico acorde con las condiciones del terreno y climáticas de la zona, la correcta ejecución de la obra y, también, las labores de mantenimiento que se le apliquen en ese tiempo.
Según Andimac, la Asociación Nacional de Distribuidores de Cerámica y Materiales de Construcción, el 81% del parque inmobiliario español tiene más de 18 años y la mitad supera ya los 40. Lo peor, dice, es el ritmo anual al que envejece, del 3,3%, mientras que el de mejora se queda en un 0,14%. La obsolescencia parece correr con una clara ventaja.
«En general, nuestras viviendas se edificaron con criterios técnicos muy buenos desde el punto de vista estructural. Sin embargo, no se tuvieron en cuenta otros, como la aireación, el confort térmico, la acústica o la salubridad. A eso se une nuestro pobre concepto de mejora cualitativa de los edificios, en los que actuamos una vez cada doce años cuando hay un problema serio en la fachada y, de paso, pintamos», comenta Sebastián Molinero, secretario general de la patronal de la reforma.
Se estima que en España hay en la actualidad 15 millones de casas que fueron construidas sin ningún protocolo de eficiencia energética, lo que supone el 60% del parque total. «Los ciudadanos desconocen que hay soluciones para mejorar la acústica o el aislamiento térmico, en parte porque la Administración no alienta a emprender esos cambios mediante campañas o bien a través de incentivos fiscales», critica Molinero.
«Esto resulta esencial en nuestro país como el nuestro, en que el 77% de las viviendas son en propiedad. Constituyen el patrimonio de los ciudadanos. Si envejecen y se deterioran, su ahorro se devalúa».
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