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sergio garcía, i. asenjo y José Antonio Guerrero
La Palma | Madrid
Lunes, 20 de septiembre 2021
«Nuestro futuro está en manos de la lava». Grecia Romina Motta regenta el quiosco de Guirre, junto a la playa donde anoche la lengua de lava que llevaba un día vomitando el volcán Cumbre Vieja parecía retrasar su esperada unión con el océano Atlántico. ... La angustia se ha adueñado de su vida desde que la colada cortó la carretera de Puerto Naos a la altura de Todoque, obligándola a cerrar su negocio, templo de la albacora, las viejas y las sardinas, el queso a la plancha y las papas arrugadas, y ahora envuelto en humo, cenizas y un calor achicharrante. «No sé qué va a ser de nosotros», dice conmocionada mientras se desalojan 40 casas en el vecino Tazacorte.
La ola de destrucción, con una altura de entre seis y doce metros según las zonas, había ralentizado su ritmo al anochecer (su velocidad no pasaba de los 300 metros por hora frente a los más de 700 contabilizados 24 horas atrás). Por eso varios expertos vulcanólogos coincidían en que el magma aún ardiente no llegaría al mar -provocando entonces explosiones y expulsando gases nocivos- hasta al menos las primeras horas del martes, sin descartar incluso que fuera ya muy avanzado el día.
Nemesio Pérez, director del Instituto Vulcanológico de Canarias, señaló que hay una cámara de magma situada por debajo de la que alimenta la erupción y mayor que ella, a entre 20 y 30 kilómetros de profundidad. Si la duración del episodio depende de la capacidad del reservorio de lava, a priori de unos once millones de metros cúbicos de basaltos incandescentes, el hallazgo de otra conectada «podría hacer que la erupción se alargue».
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Porque ahora la pregunta en boca de todos es cuánto durará este cataclismo. Y nadie lo sabe a ciencia cierta. «Varias semanas, unos pocos meses», apuntaba este vulcanólogo, quien este lunes se sumaba al presidente Pedro Sánchez, el Gobierno canario y el Cabildo insular en hacer un llamamiento a la tranquilidad mientras se anunciaba un decreto ley urgente para ayudar a los damnificados. «Ahora mismo lo más importante es asegurar la seguridad», porque «el volcán sigue actuando», advirtió el jefe del Ejecutivo, que estimó que se avecinan «jornadas muy largas».
Era día de cifras, algunas repetidas desde la víspera: temperaturas de más de 1.100 grados, más de 6.600 pequeños terremotos (el mayor, de 3.8 grados en la escala Richter, registrado anoche), 20 centímetros de deformación de la cumbre... Preocupan las emisiones a la atmósfera: entre 6.000 y 9.000 toneladas diarias de dióxido de azufre a la atmósfera, el funesto peaje de ese espectáculo natural -el resplandor es visible desde el Teide- que devora casas y cultivos y que a estas horas tiene con el corazón en un puño a miles de familias como la de Grecia Romina, impotentes ante el curso de los acontecimientos.
Los expertos trataban este lunes de atar en corto a la bestia. Lo hacían tomando imágenes termográficas del foco eruptivo y estudiando la composición del penacho de humo que se abre paso en el cielo de la isla a partir de dos fisuras separadas por apenas 200 metros. Hasta el momento se han abierto nueve bocas -la última se produjo a última hora- que escupen fuego y destrucción, aunque anoche las explosiones se reproducían en varias zonas mientras la lava abría nuevas lenguas. Por eso la Guardia Civil amplió el perímetro de seguridad (dos kilómetros de inicio) y pidió a los curiosos que se alejasen de las cercanías.
El comportamiento de este volcán es de tipo estromboliano, con pequeñas explosiones de materiales en estado pastoso que suceden en pocos minutos u horas. La erupción ha corrido un velo de incertidumbre sobre la Isla Bonita, donde los desplazados alcanzan ya las 6.000 personas ante el lento pero imparable avance de la lava, que se lleva por delante viviendas, carreteras y explotaciones plataneras.
La mayoría habían sido ubicados este lunes. Mientras los extranjeros emprendían el regreso a sus hogares en avión o por barco, muchos vecinos lograban acomodo por sus propios medios o con familiares. Hasta 250 personas sin recursos aguardaban en El Fuerte, antiguo acuartelamiento de Santa Cruz de la Palma donde efectivos del Servicio Canario de Salud, Cruz Roja y Guardia Civil trataban de contener la desesperación de quienes están en un tris de perderlo todo o han recibido ya la confirmación.
Lo saben muy bien la psicóloga Alicia Pérez Bravo y tres compañeras suyas dedicadas a esa labor. «Hay que reducir el impacto en una población que está en 'shock', bloqueada y a la expectativa». Y eso a pesar de que la tragedia se mascaba desde hacía semanas y la gente, dice esta doctora, se lo ha tomado en general «bastante bien, aunque una cosa es saber que el volcán va a erupcionar y otra muy distinta ver cómo se lleva por delante tu casa», explicaba. Tres comidas al día (este lunes, paella y fruta), una cama, atención prioritaria para mayores y personas con discapacidad, pruebas de covid a quienes entraban al recinto... La Palma se enfrenta ahora a otra prueba de fuego, ésta humana.
Por su parte, el Involcan ha realizado una primera estimación sobre la cantidad de dióxido de azufre (SO2) emitido a la atmósfera por el actual proceso eruptivo en Cumbre Vieja durante su primer día.
Esta primera estimación ha resultado ser del orden de las 21.800 toneladas diarias, asumiendo una velocidad del viento de 10 metros por segundo. La estimación se ha realizado después de realizar 4 medidas con un sensor óptico tipo miniDOAS en posición móvil terrestre, y se revisará una vez se contraste el dato de velocidad del viento utilizado para este primer análisis.
A partir del 20 de septiembre las medidas se realizarán en posición móvil área gracias a la colaboración de la Unidad de Helicópteros de la Guardia Civil en Tenerife, como así ocurrió durante la erupción submarina de EL Hierro. La monitorización diaria de este parámetro será fundamental para analizar la evolución del actual proceso y poder utilizar este metodología para certificar la fecha final de la erupción.
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