Las mujeres regresan a las calles de España para clamar contra la violencia machista y por las reivindicaciones de igualdad laboral y social. Las brechas económicas que persisten y sobre todo los asesinatos de mujeres cometidos por parejas y exparejas suponen un fuerte pegamento para ... los colectivos feministas, como se comprueba al interrogar a organizaciones de distinto signo. «Frenar los feminicidios», «mantenernos con vida», «no negar el componente machista de la violencia contra la mujer» son frases que definen la posición mayoritaria al indagar sobre cuál es la exigencia número uno. En definitiva, como se suele leer en los lemas escritos en cartones y carteles se trata de vivir sin miedo.
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«La reivindicación más importante, en el sentido de efectos trágicos sobre la vida de las mujeres, es eliminar la violencia machista, en un sentido amplio, incluyendo el sexual», analiza Arantxa Elizondo, profesora de Ciencia Política en la Universidad del País Vasco. «Hay otros temas que se han integrado en la agenda política y social, pero en tanto se mantenga esa problemática tiene que ser la primera de las reivindicaciones feministas».
Coinciden a pie de calle. «Lo más sangrante son los feminicidios, la violencia que llena de terror la vida de las mujeres», mantiene Henar Sastre, miembro de la plataforma feminista 7N. «A estas violencias se debe añadir la simbólica, que sucede cuando se asumen los postulados de los agresores. Por ejemplo, las mujeres que defienden al agresor en los partidos que niegan la violencia». «Antes se negaba la violencia de género y ahora se niega el machismo de esa violencia», insiste Ana Bella, sobreviviente y directora de la Fundación Ana Bella.
El otro punto de coincidencia sin ambages es la igualdad en el ámbito laboral. «La recuperación económica tiene que pasar por el reconocimiento del trabajo de las mujeres, en gran parte ocupadas en el sector servicios: sanidad, educación, hostelería, trabajo doméstico, sistemas de cuidados. Todos ellos muy precarizados», mantiene Pili Gallego, portavoz de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). La precariedad laboral está «concatenada» con la violencia, asegura Sastre. «La falta de autonomía hace que muchas mujeres sigan atadas a la violencia».
Esa autonomía pasa por cuestiones materiales. «Para vivir una vida digna necesitamos un empleo digno, vivienda... una seguridad que abata toda la angustia y la incertidumbre que nos genera no tener empleo o ganar un tercio menos que los hombres de media al año», sostiene Antonia Ávalos, directora de Mujeres Supervivientes. «Vida, empleo y vivienda es la fórmula».
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La invasión de Ucrania por parte del ejército ruso está de fondo en el 8-M de este año, con los ecos de los misiles y la muerte de civiles ucranianos. Desde el Ministerio de Igualdad -cuya titular Irene Montero se ha mostrado en contra de la respuesta europea de ayudar a la nación agredida con el envío de armamento- exhortan a entremezclar las reivindicaciones feministas con el 'No a la guerra'. «Hay que lanzar un mensaje muy importante: las feministas siempre hemos sido gente de paz, la violencia nunca es el camino y defendemos que pare el conflicto», afirma Ángela Rodríguez, secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género. Aunque no responde si la ministra y otros miembros del Gobierno se colocarán tras una pancarta con un lema similar al de los tiempos de la invasión a Irak, sí reafirma: «La ciudadanía española este 8-M dirá con rotundidad el 'No a la guerra'».
Este posicionamiento aleja al oficialismo de todas las organizaciones y expertas consultadas, de norte a sur de España y de variada ideología. «Lo más lógico y adecuado es intentar mantenerlo al margen de las reivindicaciones feministas y no ponerlo en primera línea», opina Elizondo. «Una cosa es la reivindicación feminista y otra nuestro rechazo como mujeres a la invasión de un país a otro», refiere Ana Bella. «No debemos mezclar, aunque la guerra haga que las mujeres sean más susceptibles de ser captadas por las mafias de la prostitución y la pornografía», mantiene Concha Hurtado, portavoz de Traductoras para la Abolición de la Prostitución. «No debe mezclarse, aunque la reconstrucción siempre recaiga sobre las mujeres», secunda Gallego.
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Son conscientes, sin embargo, de que «muy probablemente veremos algún cartel», teme Sastre. «A las manifestaciones acuden muchos sindicatos y movimientos feministas, sociales y políticos, además de la ciudadanía», advierte Rodríguez sobre los lemas pacifistas entremezclados con las consignas feministas.
Los otros dos grandes temas clave aún sin resolver son la abolición o no de la prostitución y el contenido de la 'ley trans'. En cuanto a lo primero, «tenemos nuestras esperanzas en el gobierno progresista pero vemos que dejan pasar el tiempo y tememos que presentarán una ley abolicionista cuando no dé tiempo para aprobarla», dice Hurtado, cuya posición insiste en ir más allá de la penalización de aquellos que explotan a las mujeres prostituidas (llamada «tercería locativa»)
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Sobre la reivindicación de los derechos exigidos por los colectivos trans, las feministas se dividen. «Las reivindicaciones feministas y la lucha por los derechos del colectivo LGTBI han ido, y seguirán yendo, de la mano», afirma Paula Iglesias, vicepresidenta de FELGTBI+. «Dentro de nuestro colectivo hay mujeres que sufren discriminaciones múltiples por ser, además, lesbianas, bisexuales, mujeres trans, migrantes, mayores, por convivir con el VIH... el sistema nos oprime de forma transversal y el objetivo común es la igualdad real y plena».
Entre las organizaciones feministas algunas dan la «bienvenida» a ese otro «sector que tampoco tiene igualdad» y otras hablan de «colonización» del 8-M por parte del colectivo LGTBI «que tiene su día del orgullo» y posee una agenda que «se opone a la feminista en temas como la prostitución y la autodeterminación de género, porque borran a las mujeres». «El colectivo LGTBI y el feminista siempre han estado en línea pero ahora se está dando una división artificial», dirime Elizondo. «No ha sido más una especie de toma y daca de posturas concretas que no representa a ninguno de los dos movimientos».
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El feminismo ha alcanzado ciertos logros, poco a poco. «Quedan grandes temas pendientes pero sí han sido escuchadas algunas reivindicaciones, como que las agresiones sexuales fueran parte de la lucha. Hoy es una realidad. Las manifestaciones masivas bajo el lema de 'hermana, yo sí te creo' fueron respondidas por este Gobierno», mantiene la secretaria de Estado de Igualdad. «También hemos respondido con las leyes que han permitido observar cómo reducir la brecha salarial. Pero quedan pendientes otros temas muy relevantes». Entre esos temas, reconoce Rodríguez, está el asesinato de mujeres por violencia de género. «Siempre que hay un asesinato significa que el Estado no llega a tiempo, que las instituciones fallamos. Si habían pedido ayuda y no llegamos a tiempo el fracaso es doble».
El avance, coinciden algunas feministas consultadas, se observa en la concienciación, a pesar de la «reacción del pensamiento patriarcal y machista», alerta Hurtado que sostiene que «la sociedad no ha cambiado lo suficiente». El mismo «enemigo» lo señala Iglesias: «La sociedad avanza, poco a poco, por el camino de la igualdad. Sin embargo, estamos siendo testigos de la emergencia de discursos de odio, cuyo objetivo es retroceder en ese sendero». Frente al «muro de hierro patriarcal», como lo define Sastre, «el cambio está en el 'no' a la violencia». Otro logro enumerado por el Gobierno es la consolidación del derecho al aborto, algo prioritario para algunos sectores. «Consideramos un logro que se vaya a presentar una reforma de la actual ley para abordar y resolver los obstáculos en el acceso al aborto y que además se esté apostando por garantizar este servicio en la sanidad pública», comenta Estefanny Molina, abogada senior de Women's Link Worldwide.
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Dentro de las propias mujeres hay distintos niveles de opresión. «Las mujeres migrantes sufren más la precariedad, con una proporción muy grande en el empleo informal y las mujeres jóvenes con tasas de desempleo más altas», indica Gallego. Así lo cree Ávalos: «Las mujeres migrantes queremos ser respetadas y escuchadas por el feminismo blanco hegemónico, que nos quiere tutelar y dirigir la vida sin compartir los privilegios y derechos que ellas tienen. Nos quieren de sirvientas de las feministas blancas europeas que conquistan puestos de poder, que son catedráticas, funcionarias».
A pesar de las fricciones, hay otro punto en el que coinciden, y que resume Ana Bella: «La igualdad real no existe y hay que seguir haciendo manifestaciones».
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