Las víctimas plantan cara al acoso escolar con la ayuda de sus compañeros

Las campañas de concienciación, la habilitación de canales de denuncia y la mayor implicación de algunos colegios en el combate contra la lacra han comenzado a dar frutos. El teléfono de ayuda a las víctimas de ANAR, el único estatal hasta que en noviembre nació el 900-018-018 del Ministerio de Educación, registró y atendió el año pasado 1.207 casos de acoso escolar, lo que supone un 88 % más de llamadas de auxilio que sólo un año antes y entre tres y cuatro veces más que en 2014.

Los padres del estudio, sin embargo, ven la avalancha de llamadas -un 25 % de víctimas y un 75 % de sus madres- como algo positivo. No creen que refleje un aumento del acoso escolar en España sino que, como ocurrió con la violencia de género, indica que se comienza a perder el miedo a contarlo. De hecho, lo conectan con otro dato como es que la víctima cada vez es más activa en la busqueda de ayuda y está "menos sola". En 2015 el drama del estudiante sólo lo conocían otras personas en el 40% de los casos y ahora es algo sabido en el 95 % de las ocasiones, más del doble en 12 meses. Los habituales conocedores son los padres (70 %) y los profesores (90 %), pero también los compañeros (15 %) y los padres del agresor (20 %).

Sin embargo, el dato que ven más relevante es que en un año se han duplicado tanto las víctimas de acoso como los amigos y compañeros de clase que han decidido enfrentarse al agresor. Esta "rebelión", que consideran fundamental, ha pasado de darse en dos de cada diez casos a producirse en más de la mitad (entre el 51 % y el 52 %). La tendencia incluso es más llamativa en el 'ciberbullying'. Se ha cuadriplicado la cifra de compañeros que reaccionan y apoyan (del 15 % al 68 %) y las víctimas que ya no se callan son el 67 %. "Los que antes eran espectadores ahora toman partido y reaccionan", resumió Benjamín Ballesteros, directivo de ANAR.

Pese a los avances, el estudio refleja que aún queda mucho camino para embridar esta lacra. Demuestra que en sólo doce meses la edad media de los acosados en las aulas ha bajado en casi un año, al pasar de 11,6 años a 10,9, con una incidencia superior al 10% de los 9 a los 13 años. Y algo que les ha alarmado. Los niños de siete años o menos ya acumulan el 14,2 % de las denuncias, casi seis puntos más que en 2015, lo que les convierte en el grupo de edad con más agresiones tras los de 12 años (14,6 %).

No solo se denuncian más casos de acoso presencial y a edades más tempranas sino que se trata de agresiones con mayor violencia. Las ataques con golpes y patadas son el 51,5 % de los casos, con un aumento de 7,8 puntos, y están muy vinculados a los escolares más jóvenes.

El estudio ofrece otros cuatro datos que ilustran el calvario por el que pasan estos escolares. La mayoría de las víctimas, sobre todo las mayores, son atacadas por entre dos y cinco compañeros de clase; el 90 % sufre miedo, ansiedad y traumas y un 8,4 % piensa o intenta suicidarse; en el 53 % de las ocasiones el acoso dura más de un año y en el 76 % se repite cada día; y, por término, medio tardan 13 meses en tomar conciencia y superar el miedo y la vergüenza para romper el silencio y pedir ayuda.

El 'ciberbullying', que supone ya el 26 % de todo el acoso escolar, tiene sus propias características. Tanto la víctima como el agresor son adolescentes -13,5 años de media-, algo lógico si se tiene en cuenta que los armas más frecuentes son el móvil y el Whatsapp. La víctima, en siete de cada de ocasiones, es una chica y quienes la martirizan en grupo, normalmente, también. Las agresiones más comunes son los insultos (52 %), las amenazas (22 %) y la difusión de vídeos o imágenes comprometidos, pero en 2016 los mayores aumentos se han dado en hechos -algunos delictivos- como la difusión de información personal (se ha triplicado), el pirateo de cuentas personales (se cuadruplicó), y el aislamiento en las redes sociales (triplicado). Entre las afectadas, un 63 % de las cuales soporta la tortura a diario, se han disparado los cambios de colegio o instituto, que han pasado de producirse en 2015 en un 8,3 % de los casos a ser en 2016 el 29,7 %.